Juan Izuzkiza
Profesor de Filosofía

Groucho, ¡consejero!

Reunámonos tantas veces como haga falta en el camarote de los hermanos Marx, que cabemos bien, y preparemos bien juntitos el plan que explique cómo vamos a estar bien separaditos.

Se dice que Unamuno solía instar a sus alumnos parisinos a no tener ideas para así poder pensar. Pues bien, nuestras autoridades educativas muchas veces tienen ideas.

Ahí van unas cuantas (como son ideas, van en mayúscula): Calidad, Evaluación por Competencias, Educación en Valores (quiera decir esto lo que quiera decir), planes de todos los gustos y colores, de Inclusión, de Lectura, de Igualdad (obviamente la igualdad, la inclusión etc., son temas fundamentales, pero se burocratizan burdamente cuando pasan a ser planes), planes de Formación y últimamente uno que protagoniza todo el devenir educativo. ¿Su nombre? Plan de Contingencia Covid.

Me detengo en él y empiezo con dos constataciones. Una: nuestras aulas están repletas (número de alumnos alto y poco espacio para ellos) y segunda constatación: los alumnos que quedan confinados no pueden ser debidamente atendidos porque falta personal. Como estas variables del distanciamiento preventivo y de la atención han sido definitivamente descartadas por nuestros responsables logísticos, conviene no dejar de planificar otras cuestiones –¡que no se diga que no se hacen cosas!–. ¿Cuáles son estas cuestiones? Más allá de los geles y las mascarillas, todo se centra en el soporte tecnológico (existe la firme idea de que con él casi todo se puede. En consecuencia, ahora toca comprar muchos, pero que muchos, equipos).

El Plan de Contingencia Covid contempla tres escenarios distintos. En el primero las clases son presenciales. Si la pandemia obliga, habrá que pasar al segundo escenario que contempla, ¡ahora sí!, las distancias y el espacio, a costa de dejar por turnos a la mitad del alumnado en el centro y a la otra mitad en casa, atendida telemáticamente. El tercer escenario contempla el confinamiento total, con clases telemáticas como única baza.

Yo pienso que solo hay, en realidad, dos escenarios. El primero es el de la presencialidad, con todos los defectos y virtudes de siempre, que ya conocemos. El segundo escenario es ya un escenario de puro simulacro. Simulacro de clases, simulacro de evaluaciones y, si el confinamiento se prolonga por mucho tiempo, simulacro de curso académico, (por más que nuestras titánicas autoridades insistan en que en tal caso sigamos tocando sin parar música online).

Supongo que muchos padres habrán podido comprobar lo tediosas que resultan las reuniones telemáticas de inicio de curso y lo difícil que resulta interactuar en las mismas con naturalidad (sin añadir los problemas de sonido, imagen, conexión, etc., que siempre aparecen). Pues bien, cuando vuestras hijas tengan que pasar toda la mañana delante de la pantalla y os digan que como tengan que soportar una clase online más les va a estallar la cabeza, ¡creedles! Lo que también se podía hacer es probar a preguntar a los estudiantes a ver qué tal fue la experiencia del anterior confinamiento con las clases online y así rebajar mucho, de una vez por todas, este atolondrado optimismo tecnológico que padecemos y actuar en consecuencia.

Si se quiere evitar el simulacro hay que forzar la presencialidad y no fiarlo todo a Google y derivados, y si bien antes creía que esta era la firme apuesta de la Consejería, últimamente la posibilidad de las clases a distancia cobran fuerza, y me echo a temblar.

Acabo con un hecho reciente acaecido en mi centro de trabajo. Así, de ese modo, sigo con la última idea que nos ha caído encima y que alimenta mi temor. A puertas de la restricción que va a impedir reuniones sociales de más de seis personas, los profesores de secundaria nos seguimos reuniendo en claustros –casi cien personas juntas en un salón de actos, en nuestro caso– para votar ideas, para votar –más concretamente– un plan que tiene el pomposo nombre de «Anual». Inspección educativa tiene noticia de esta reunión comunal y actúa con celeridad: ¿para decirnos que en el estado actual ni se nos ocurra reunirnos presencialmente? No; inspección quiere aprovechar dicha reunión para comunicarnos a todos los presentes, y en directo, que urgentemente necesita que redactemos un plan concreto de actuación con cada una de nuestras asignaturas para los tres escenarios, comentados antes, del Plan de Contingencia Covid. Por lo visto, el equipo del consejero de Educación ha tenido la feliz idea de hacer simulacros de confinamiento, y para ello, claro está, hace falta el dichoso plan, bien escrito en celdas pergeñadas para ello. Y además, como no podía ser de otro modo, tiene prisa: no se vaya a diluir la feliz idea, que supongo estará copiada a algún país secretamente envidiado por nuestros gestores.

Reunámonos, por lo tanto, tantas veces como haga falta en el camarote de los hermanos Marx, que cabemos bien, y preparemos bien juntitos el plan que explique cómo vamos a estar bien separaditos.

Con tantas ideas, me pregunto a ver dónde se esconde Groucho en todo esto, porque por algún lado tiene que andar, eso seguro.

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