Josu Iraeta
Idazlea, Espainiako Kongresuko diputatu ohia

Guerra en el corazón de Europa

No comparto la decisión rusa de invadir Ucrania, independientemente de las razones geopolíticas, de las partes en conflicto. Es lamentable que cuando avanzamos en pleno siglo XXI, sean las armas y los muertos los medios más eficaces para asegurar la paz.

La saturación en la información es con frecuencia el cauce idóneo para confundir y manipular a la opinión pública, de ahí que, en cualquier conflicto, sea este de alta o baja intensidad, la guerra psicológica adquiera una importancia fundamental, siendo desgraciadamente, la verdad, su primera víctima.

Vivimos en un planeta en el que el enfrentamiento militar –la guerra– es permanente. Aquí ahora la más próxima es Ucrania, pero es innegable que algo similar puede darse en otros países del entorno. Países como Bielorrusia, Moldavia, Azerbaiyán, Armenia o Georgia, que, tras la ruptura de la Unión Soviética y la expansión de la Alianza Atlántica, tienen relaciones muy diferentes con la Federación Rusa y con la UE, pero no están integradas en ninguna de las dos.

A pesar de los miles de horas de «información» que nos brindan los medios tanto autonómicos como estatales, no es fácil formarse una idea clara del conflicto.

Y no es posible porque se simplifica mucho en algunos aspectos, tanto como se abunda en otros. Y lo que es peor, mucho peor, se ignora deliberadamente la información de hechos y situaciones contrastadas, reales, sin las cuales no es posible una opinión fundamentada e inteligente.

La guerra en Ucrania sigue su curso tras la invasión del país por parte de Rusia, pero más allá de la complejidad de las razones del conflicto, hay una cuestión que está siendo ocultada, silenciada, y es que, entre los defensores, junto al ejército y grupos civiles, se encuentran milicias de mercenarios, abiertamente neonazis. Me estoy refiriendo concretamente al Batallón Azov.

Este Batallón Azov tiene sus inicios, registrado como asociación cívica en 1986, formado principalmente por militares, policías y veteranos de guerra.

En mi opinión, la presencia de este Batallón Azov y otras milicias de corte neofascista activos en Ucrania es el argumento de Vladímir Putin cuando afirma que, con su invasión, pretende «desnazificar» el país vecino.

En este sentido, tampoco es admisible que el presidente de Ucrania, Vodolomir Zelenski, aproveche la presencia de medios de todo el mundo para negar de plano la presencia activa de las milicias neonazis.

Es así, escondiendo la verdad y sumándose al blanqueo al que ha sido sometido este grave problema, por parte de los medios informativos y prácticamente todas las potencias occidentales, es como estamos siendo «informados».

¿Acaso hay alguna redacción en el sur de Euskal Herria, que ignore el hecho contrastado de que el Batallón Azov fue declarado organización terrorista por el Congreso de Estados Unidos en 2019?

El Batallón Azov se encuentra totalmente institucionalizado, añadido a las Fuerzas de Defensa Ucranianas y a la Guardia Nacional.

Este Batallón Azov es hoy el punto de referencia del neonazismo internacional, convirtiendo a Ucrania en un centro de entrenamiento de grupos neonazis de todo el mundo.

Hace algunos años, concretamente el 2010, Viktor Yanukovich, conocido por su afinidad con Rusia, fue elegido presidente de Ucrania, en unas elecciones democráticas.

A finales del año 2013, Yanukovich decidió suspender la firma del acuerdo de Asociación con la Unión Europea, acuerdo que se pretendía desde el año anterior. Esta decisión tuvo sus consecuencias.

La consecuencia supuso su destitución, que se llevó a cabo sin la mayoría que exigía la Constitución vigente.

Parte de la población prorrusa se negó a aceptar el nuevo gobierno. La rebelión, que contó con el apoyo más o menos encubierto de Rusia –no en todas las provincias–, pero triunfó en una parte de la región del Donbass, donde proclamaron las Repúblicas de Dnetsk y Luhannsk.

El Batallón Azov tiene una larga historia desde su creación, además de una «destacada» actuación en labores de combate en las revueltas en el centro de Kiev, donde algunos informadores le atribuyen torturas y fosas comunes, tras la destitución de Yanukovich.

A partir de aquí es cuando los mercenarios extremistas del Batallón Azov empezaron a recibir reconocimiento por su labor de apoyo al nuevo gobierno, ampliamente representado por la extrema derecha, de carácter abiertamente neofascista.

Así pues, es más que probable que, al margen del resultado de la guerra, los grupos neonazis ucranianos, incluso en el caso de perder la financiación del estado ucraniano, puedan volver a obtener entrenamiento y equipamiento de otras naciones, simplemente por ser lo que son, un arma contra Rusia.

Esto no sería novedad, ya se ha visto en la televisión pública española, donde el Batallón Azov ha sido protagonista de varios reportajes y retransmisiones, ocultando su carácter neonazi.

Un ejemplo; el nueve de marzo de 2022 se pudo ver cómo recibían las armas donadas por varios países de la OTAN, como Reino Unido.

No comparto la decisión rusa de invadir Ucrania, independientemente de las razones geopolíticas, de las partes en conflicto. Es lamentable que cuando avanzamos en pleno siglo XXI, sean las armas y los muertos los medios más eficaces para asegurar la paz.

La carta de Naciones Unidas, el acta final de Helsinki, el acta fundacional OTAN-Rusia, garantizan la soberanía de todas las naciones. No es admisible, pues, que sean Moscú y USA quienes decidan quién pude ser miembro.

Sin embargo, los principios instituidos, no lo son para todos, en la práctica no lo son. ¿Alguien cree que EEUU permitiría que la Rusia de Putin desplegara un sistema antimisiles en Cuba como el que ellos tienen montado en Rumanía?

Una democracia que impone los amigos, no es democracia, es otra cosa.

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