Joxemari Olarra Agiriano
Militante de la izquierda abertzale

Hacer país y avanzar más

La adopción del principio de unilateralidad como forma de provocar movimientos del escenario político general en el marco de la renovación estratégica del conjunto de la izquierda abertzale supuso un cambio histórico en la manera en que el movimiento de liberación nacional y social vasco afrontaba la lucha por la independencia y el socialismo.

En una situación que considerábamos como de no avance hacia el logro de nuestros tradicionales objetivos estratégicos, nos planteamos un nuevo enfoque del contencioso de manera que las circunstancias del desarrollo del conflicto no significaran el quedarnos bloqueados sin posibilidad de echar adelante y con una capacidad de iniciativa mermada por las ofensivas del Estado.

Así, la izquierda abertzale como bloque hicimos nuestro el principio de la unilateralidad, esto es, plantear una serie de movimientos por nuestra parte que privaran al Estado de su permanente capacidad de maniobra e iniciativa, colocando esa situación de ventaja en nuestro lado y poniendo al enemigo en una posición incómoda que le obligara a reaccionar.

La unilateralidad no era, pues, un gesto táctico, una pose, un cambio de roles para intentar encontrar un camino en un tiempo difícil, sino una dinámica de movimientos que posibilitara nuevos movimientos que fueran colocando a la izquierda abertzale en el lugar que le corresponde.

Factor primordial de esta nueva estrategia era la activación de la sociedad vasca para ir incrementando la presión social y política que fuera amparando la desobediencia a las leyes impuestas por España y buscando la confrontación democrática con el Estado; hacia el punto de choque que nos colocara ante el histórico escenario de la recuperación de nuestra soberanía nacional. El testigo pasa a la sociedad, a su energía, a su movilización, a su determinación implacable. Las instituciones vascas, desde la más próxima a los ciudadanos que son los ayuntamientos, se van poniendo al servicio de la ruta hacia la soberanía.

Han pasado ya suficientes años para echar una mirada sobre el recorrido hecho pues, además, en todo este tiempo hemos dispuesto de plataformas políticas y herramientas como nunca antes había tenido la izquierda abertzale.

Vemos, así, que si bien los acontecimientos que ha generado la aplicación de ese principio de unilateralidad han supuesto avances en la ruta soberanista y también en lo interno de la izquierda abertzale, no hemos logrado ponerlo correctamente en marcha fomentando la debida dialéctica práctica que nos hubiera permitido desarrollar la imprescindible transversalidad del proceso soberanista, incidiendo en la confrontación con el Estado.

Llevamos a cabo de manera satisfactoria la renovación estratégica del conjunto de la izquierda abertzale y planteamos bien el principio de unilateralidad. Pero luego, a la hora de llevarlo a la práctica en los nuevos parámetros políticos que habíamos generado, no hemos sido capaces de desarrollar de forma óptima toda su potencialidad de ampliar y concentrar voluntades y fuerzas para el avance hacia la independencia.

Unilateralidad es bastante más que el hecho de que una parte de un contencioso haga movimientos. Toda estrategia de unilateralidad tiene objetivos; y entre los de la nuestra está, como fundamental, la confrontación con el Estado. Sin escenarios de choque democrático es imposible el desarrollo de una pedagogía política en la sociedad porque no se puede llegar a visualizar ninguno de los avances que se van haciendo en la ruta hacia la soberanía. Tampoco se implementan nuevas correlaciones de fuerzas ni se fomenta el protagonismo social, algo primordial en este proceso político.

Está claro que un exquisito planteamiento del principio de unilateralidad no es suficiente para que una sociedad avance hacia su libertad. Porque la unilateralidad no es un simple concepto teórico sino una guía de acción, el principio inspirador de una dinámica de movimientos que generan movimientos que van ampliando el espectro de compromisos, de movilizaciones, de acciones de confrontación democrática que, como sociedad en marcha hacía su porvenir, vaya rompiendo amarras con los estados en el camino a la independencia.

Una consecuencia de este desorden táctico en el que hemos incurrido es la incapacidad demostrada desde la izquierda abertzale para centrar los focos del debate político y social en función de las prioridades de esta fase política. Con el formidable viento de popa de los procesos escocés y catalán, ha resuelto desesperante la indefinición e incluso la profunda parálisis a la hora de colocar a la sociedad vasca sobre unas referencias claras y asentar una posición sólida al respecto. Aún hoy, cuando el pueblo catalán va avanzando firme como una sociedad que reclama su soberanía sin acobardarse ni dar un paso atrás, nosotros nos limitamos a mirarlos con expresión de melancólica envidia, como si Catalunya no estuviera a menos de 500 kilómetros de nuestra capital, Iruñea, sino en una lejana galaxia de sueños. Es el mismo Estado el que nos ocupa, es el mismo Reino el que usurpa nuestra soberanía nacional y rompe la integridad territorial, y mientras Catalunya hace frente a España como nación orgullosa, nosotros no acabamos de arrancar.

Por eso, es imprescindible que caractericemos con precisión el momento político por el que discurrimos, las coordenadas en las que vivimos. Centrar correctamente los objetivos y establecer una ruta clara que presentar a la sociedad; sin titubeos, sin movimientos erráticos que desorientan y no ayudan en absoluto a compactar a los nuestros y menos aún a consolidar nuestra referencialidad y ampliar el espectro de cuidadanía implicada en el camino a la soberanía.

Estamos a lo que estamos, y eso no es entrar en conflictos hegemónicos con el PNV sino hacer país, que se visualice nuestro proyecto político y que Euskal Herria avance.

El cambio estratégico de la izquierda abertzale en estos últimos años lo que sí ha provocado es un debilitamiento notorio del unionismo español representado por UPN, PSOE y PP. Estas fuerzas no han sabido, o no han querido, adaptarse a los parámetros del nuevo tiempo en Euskal Herria y lo están pagando con una escandalosa pérdida de espacio político en tierra vasca, que les va conduciendo irremisiblemente a la irrelevancia.

La renovación estratégica también ha facilitado el cambio político en Nafarroa y la apertura de nuevas y prometedoras perspectivas en ese territorio. Ambos factores, el debilitamiento del unionismo y el cambio en Nafarroa, son dos cuestiones de importancia transcendental para el nuevo pulso político en el que estamos adentrándonos.

Pero tenemos que ir mucho más allá del simple discurso político. No se puede pensar que por la mera expansión de hermosas teorías o lúcidos planteamientos vayamos a generar más independentistas, que es lo que necesitamos. Además de ser visualizado como una alternativa factible, el independentismo necesita presentar una dialéctica política progresiva, de práctica de confrontación democrática y choque con el Estado que permita su extensión por todo el tejido social y el avance como energía mayoritaria.

Nos encontramos en un momento de estancamiento en el tránsito político que tenemos que romper inmediatamente. Estamos llevando a cabo el proceso de debate interno “Abian” para hacer de una vez por todas que la Euskal Herria que ya hemos puesto en pie coja velocidad hacia su soberanía, hacia la independencia y el socialismo. El reto es apasionante y la ruta es para vencer.

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