Elias Anton Murgiondo

Hacerse el harakiri

A partir de los resultados electorales del pasado 23-J concurren circunstancias que merecen un tratamiento sosegado y de un estudio sereno por parte de quienes pretenden gobernar en el Estado español, sean del bando franquista o de la socialdemocracia otanista, bipartidismo heredado de la Dictadura y la Reforma posfranquista, que puede gustar más o menos y puede inducir a taparse la nariz y cerrar la boca para poder soportar los malos olores en desarrollo. El debate surge ante el empate entre ambos contendientes y los riesgos que supone el que gobiernen o Feijóo o Sánchez, asumiendo los apoyos diferenciados para ambos desde un punto de vista ideológico o vital para la decencia en una política denominada de «progreso»...

El PP tiene a Vox y UPN como fuerzas de apoyo faccioso y reacccionario; Sánchez tiene a ERC, EH Bildu, PNV, BNG y Coalición Canaria como apoyos directos y la duda de Junts para cerrar sus opciones de gobierno. Los catalanes de Junts son quienes están poniendo encima de la mesa sus reivindicaciones directas: Amnistía y Referéndum. No seré yo quien se oponga a la justa petición de la organización catalana como condición para hablar y acordar con el PSOE, sobre todo después de llevar toda mi larga vida luchando por la independencia de Euskal Herria y habiendo sufrido las torturas y las cárceles del franquismo y de la «democracia», pues no podría entenderse un enfrentamiento entre soberanistas desde el punto de vista abertzale. Pero los momentos históricos tienen su «tempo» y las soluciones no siempre llegan a partir de coyunturas enrevesadas que habrán de interferir en el futuro inmediato. Llevamos muchos años batallando (catalanes y vascos) por ser reconocidos como naciones libres y en el camino seguimos para lograrlo; la coyuntura es difícil y, considero, sencilla, pues lo que debe ponerse en el frontal de la situación no es otra cosa que saber con quién se juega y contra quién, pues no es verdad que la gobernanza de España no nos importa y que nuestra política en Madrid solo tiene que ver con defender los intereses de EH, como se atreven a decir algunos miembros de la derecha regionalista. El hecho de ser abertzales y socialistas conlleva el plus de la solidaridad internacionalista, el apoyo entre naciones, para lograr un mundo más libre y justo, para debatir y ofertar nuestros apoyos cuando resultan necesarios para avanzar y lograr un futuro mejor para las personas de todas las tierras del orbe que nos rodea.

La salida del castillo que nos tiene encerrados no puede ser rompiendo el puente levadizo que supone el camino para escapar, es decir, los puentes deben ser mantenidos y conservados para el momento en que se entienda que tenemos derecho a ser libres y respetados. Hay que hablar y valorar el momento, pues lo que hay en el lado de los hijos de Fraga no es otra cosa que lo que Hitler y Mussolini compartieron con Franco a la hora de destruir, opacar y asesinar sin ningún tipo de complejos; ahí está la Historia para saber lo que supone la extrema derecha gobernando e imponiendo sus doctrinas. Por el otro lado está una socialdemocracia que nos ha mostrado una cara más amable y nos ha permitido entender que aun estando en el castillo se puede pasear por el exterior y proponer alternativas válidas para aclarar y difundir nuestros objetivos. Ello no quiere decir que a Sánchez haya que darle un apoyo incondicional, pues todos sabemos cuáles son sus objetivos, desde la OTAN y el Sahara, hasta una defensa de la Constitución española y su Monarquía de forma errónea y desquiciada. EH Bildu ha sido clara y consciente de cuál es el problema real del momento presente y ha anunciado su apoyo a un gobierno de progreso al objeto (principal) de evitar un gobierno de la extrema derecha. ERC también lo está explicando en manera positiva. El PRV no atiende a los resultados electorales y abandera el freno a la derecha de Feijóo-Vox como si fueran los únicos en liza. Lo que quiero decir, en definitiva, es que no puedo entender que Junts amenace con su no apoyo para romper los puentes y dejarnos a todos encerrados en el castillo del páramo peninsular. La solidaridad requiere esfuerzos y todos debemos laborar por ser solidarios/as, también Junts, pues sus reivindicaciones nos competen y nos importan, pero nunca debieran castigarnos.

El harakiri es un acto de valor japonés que tiene que ver con el honor, el orgullo y la asunción de culpa, por lo cual se introduce una espada samurái en el estómago para conseguir la muerte de forma personal, sin otro apoyo que la osadía de suicidarse. Y la muerte llega, con dolores y sin ningún tipo de reflexión sobre otra forma de entender el honor o el orgullo, sin considerar que hay que compartir para intentar reparar males mayores; mucho más incomprensible resulta cuando el harakiri se hace castigando a amplios sectores del mundo antifascista por unos objetivos justos, sí, pero muy difíciles de conseguir en el plazo inmediato.

Con todo el respeto, me gustaría que Puigdemont y su equipo parasen el acceso de la extrema derecha y se acoplaran al resto de las fuerzas independentistas a la hora de elegir quién debe gobernar. ¡No pasarán! Visca Catalunya! Gora herria!

Euskal preso politiko eta iheslariak etxera!

Recherche