Fátima Andreo Vázquez
Exparlamentaria de Podemos Ahal Dugu

Ilusa

Así que ahí va el PSOE dinamitando uno de los pactos fundamentales de la Transición. Ahí está Pedro Sánchez cargando contra la posibilidad de formar un gobierno progresista en el Estado, dejando a un lado sus propósitos de negociar con independentistas (la mejor opción para frenar el independentismo), y secundando a un rey que a su vez secunda a un partido como el PP. Demencial. Y yo ilusa, por pensar que todo esto no podría pasar.

Yo sé que soy un poco ilusa. O un poco optimista; quién sabe. El caso es que no pocas veces las supuestas ilusiones se convierten en realidades. Por ejemplo, hace años una misionera me decía en Nicaragua que el proyecto que estábamos llevando a cabo no lo íbamos a poder concluir, que el trabajo con las autoridades locales lo iba a complicar todo. Y lo complicó, pero terminamos dentro del plazo. O aquella cena con unos amigos, el 13 de marzo de 2004, en la que ellos auguraban otra victoria del Partido Popular tras la manipulación informativa del 11-M. Sin embargo, ganó Zapatero. O cuando veíamos factible un cambio de gobierno en Navarra tras la entrada de un nuevo actor en la política local, cambio que tuvo lugar hace dos años y medio.

Pero esta vez me pasé de ilusa. Cuando Sánchez ganó las últimas primarias me congratulé por la ciudadanía española. Envié un mensaje a una antigua compañera del PSN para felicitarla. Di por supuesto que ese Sánchez que había confesado a Jordi Évole que no le habían dejado sentarse con fuerzas que apoyaran el derecho a decidir como PODEMOS; que dijo que «Cataluña y el País Vasco son naciones dentro una nación como es España (...) El PSOE tiene que negociar con los independentistas catalanes y nacionalistas vascos»; que reconoció haberse equivocado al tachar a PODEMOS de populista y que el discurso de PODEMOS era muy necesario para el PSOE, sería un futuro aliado para cambiar el país. Y aunque consciente de que muchos votos de PODEMOS volverían al PSOE me alegré.

¡Ay! Ahora resulta que lo que tenemos delante es ese partido «cagón», que no se atreve a enfrentarse al PP en asuntos de Estado, dándole una legitimidad totalmente inmerecida a un partido tan corrupto; a un partido que ha retorcido el sistema judicial y las leyes hasta hacer de nuestro país un lugar jurídicamente inseguro. Pero con casi todos los medios de comunicación de su lado (será que Pedro no quiere volver a pasar el calvario de tenerlos en contra). Con esa pátina de seriedad e institucionalidad que ellos mismos, el PSOE, les conceden. Ah, y con la Corona de su parte. Esa Corona de la que el socialismo español ha sido fiel vasallo en los últimos cuarenta años.

Así que ahí va el PSOE colaborando con la sustitución del Gobierno catalán por parte del Gobierno del PP, colaborando con la disolución del Parlament y la convocatoria de elecciones, con la consiguiente violación de la Constitución que ello supone (porque está claro no que todos los artículos de la constitución tienen la misma importancia y muchos de ellos se incumplen o se violan sistemáticamente; uno evidente es el 47, que trata del derecho a disfrutar de una vivienda digna y de la obligación de los poderes públicos de promover las condiciones necesarias para ello. O el 20, que implicaría reconocer y proteger el derecho a la libertad de expresión).

Así que ahí va el PSOE dinamitando uno de los pactos fundamentales de la Transición. Ahí está Pedro Sánchez cargando contra la posibilidad de formar un gobierno progresista en el Estado, dejando a un lado sus propósitos de negociar con independentistas (la mejor opción para frenar el independentismo), y secundando a un rey que a su vez secunda a un partido como el PP. Demencial. Y yo ilusa, por pensar que todo esto no podría pasar. Que los partidos independentistas serían fieles a su palabra de no convocar un referéndum por no haber obtenido un porcentaje de votos en las últimas autonómicas superior al 50%; que no se tomarían el resultado de unas elecciones sin garantías como si fueran representativas de la opinión de la ciudadanía catalana. Que el PSOE no apoyaría otra cosa que el diálogo entre las posturas enfrentadas de los dos nacionalismos. Lo que nunca esperé, porque a tanto no llego, fue que el PP dejara de lado sus intereses partidistas en favor del interés común. O Ciudadanos, que lo mismo es, es lo mismo.

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