Mikel Uharriz

Improperios al euskera

Si el euskera sigue vivo después de miles de años, si es el único resto de lenguas preindoeropeas y uno de los idiomas más longevos del mundo, no es, desde luego, porque personas como usted hayan contribuido a ello.

Hoy vengo a contar un triste y vergonzoso suceso, a la par que irritante y calumnioso, especialmente para todos los que somos vascoparlantes. Un suceso que me ha indignado de manera drástica hasta el punto de encolerizar mi ánimo al escuchar palabras injuriosas contra el más preciado bien patrimonial de nuestra tierra. He podido comprobar en vivo cómo desde la desfachatez, la ignorancia y la burla, nuestro milenario compañero de viaje, el euskera, es en muchas ocasiones despreciado, infravalorado, criticado, aplastado y hasta condenado por la simple razón de ser lo que es, el idioma de los vascos. Este escrito viene a colación de lo que me ha ocurrido hoy en clase de inglés, por lo que voy a manifestarme en segunda persona, dirigiéndome a la persona que ha despertado en mí la triste sensación de ser juzgado por hablar mi lengua.

No creo que sea decoroso ni muy inteligente que, en plena clase de inglés, cuando el alumno se excusa porque «le salen» palabras en euskera, el profesor aproveche la ocasión para saltar a degüello contra el idioma vasco. Es indecoroso y no viene a cuento, y, además, dice mucho sobre la calidad de la persona. Me he quedado en verdad perplejo cuando usted, mi efímero profesor de inglés, ha tenido la brillante idea de preguntarme «¿Por qué estudiaste euskera?» con tono despectivo; creo que esperaba una respuesta del tipo «Porque mis padres eran unos radicales vascos», así que no contento con mi amable contestación, ha proseguido usted la incómoda e inapropiada conversación sobre el vasco. A su pregunta «¿Para qué sirve el euskera?», usted mismo se ha respondido: «Hoy en día para nada», pero a su vez, se ha delatado. En el momento no le he respondido como merecía el asunto por el estado de asombro, por la vergüenza de la situación y porque no había razón en ese contexto para comenzar una discusión que, por otra parte, iba a ser inútil. No obstante, una vez fuera de ese contexto educativo, creo que su conducta merece ser reprobada cuanto menos, porque, ¿qué tipo de profesor de idiomas pregunta «para qué sirve una lengua?». Creo que se descubre a sí mismo con sus impertinencias; si ya de antes tenía sospechas sobre su respetuosidad, la actuación de hoy me lo ha dejado más que claro. 

Y ahora mi respuesta: el euskera, lo primero de todo, sirve para comunicarse, que es para lo que sirven las lenguas, a fin de cuentas. Se ha referido usted a la no funcionalidad del idioma a nivel internacional; le haré algunas precisiones en torno al asunto: primero, los idiomas son, en primer término, vehículo de comunicación en una comunidad de habla concreta, así que el euskera es el idioma de los vascos; si el euskera hubiera desaparecido, con él lo habría hecho gran parte del acervo cultural del territorio. Por otro lado, un idioma no puede ser infravalorado por no ser de utilidad internacional, pues la riqueza de una lengua se sostiene en el simple hecho de permitir a sus hablantes convivir en sociedad mediante la palabra hablada. Según su teoría, solo son dignas de existir contadas lenguas en el mundo, ¿sabe cómo se le llama a eso? Se conoce como «conflicto lingüístico», consistente en la situación ventajosa de ciertas lenguas por su privilegio de estima social frente a otras que no son dignas de tan «alta alcurnia». Eso es lo que usted defiende, y desde el campo lingüístico no se encuentra para ello más explicación que la mentalidad retorcida de la persona. Quedan pocas lenguas indígenas en el mundo, y gracias a ellas, muchas culturas antiguas, como la nuestra, mantienen su esencia con el paso de los siglos; esto, además de poseer un valor patrimonial inequívoco, nos ayuda a comprender a nuestros antepasados y a descifrar textos antiguos que solo a través de manifestaciones antiquísimas pueden ser estudiados; el euskera contribuye a ello, por ejemplo, pero eso a usted no le interesa, o no quiere interesarle. Si estudiamos idiomas, una de las motivaciones debe ser el logro por comprender la cultura del otro, valorarla y respetarla en su totalidad. No sé en qué momento de su vida, con la cantidad de idiomas que sabe, perdió esa conciencia, si es que llegó a tenerla alguna vez. Estudiar idiomas implica un compromiso social, no se trata de una simple instrucción para alcanzar metas en el mercado internacional o para alcanzar la cima de las ambiciones burguesas.

Le he comentado gustosamente, y casi hasta jactanciosamente, que a mí el euskera me ha abierto muchas puertas, y hasta el corazón, si me permite que me ponga poético, porque gracias a él he conocido a muchas personas dignas de formar parte de mi mundo tanto amistoso como sentimental. Le ha sorprendido que gracias al euskera haya conseguido trabajo, y muy deshonrosamente ha puesto en duda tal afirmación, rozando el margen del agravio personal. Pues sí, se lo afirmo y se lo reafirmo; si he conseguido un puesto de trabajo digno es porque sé euskera, lo que me colma de satisfacción. Después de poner en duda mi realidad personal, ha asegurado que no entiende cómo es posible que se otorgue valor al euskera en Navarra. Por lo que parece, usted reniega de lo vasco y no quiere formar parte de ello, y tampoco lo pretendo (¡Dios me libre!), pero vive en Navarra, y debe reconocer su riqueza lingüística sea de la ideología que sea. Nunca le condenaré por no querer ser vasco (faltaría más) pero sí por marginar y desprestigiar mi idioma. Así que le insto a que empiece a asimilar que en Navarra se habla euskera, y cada vez más, para desgracia de muchos. A modo de ejemplo, y como le he explicado muy gentilmente en clase (pese a mi estado irascible interior), una parte nada desdeñable de los usuarios de la Biblioteca de San Jorge demandan que se les atienda en euskera. Es solo un ejemplo, le hablo de lo conozco para presentarle datos reales y concretos, algo de lo que dudo que usted se sirva. No ha sido, además, nada cortés cuando ha dicho que «para prestar libros no hace falta saber euskera»; en ese momento su credibilidad y talante han caído muy hondo. A su bochornoso comentario, le replico que, en general, la gente quiere que se le trate con educación, humildad y cercanía, y si puede ser en la lengua que desean, más que mejor.

Con respecto al mérito del euskera en Navarra en el ámbito profesional, ha asegurado que son todo razones políticas e ideológicas las que han llevado a ello. No se confunda, política e ideología es lo que usted ha sacado a trasluz en una clase de inglés, donde lo personal debe quedar al margen de lo profesional y educativo, debiendo usted limitarse a ejercer como profesor y no como político o predicador. En cualquier caso, rebatiré su sentencia: en Navarra, en zona mixta, el euskera en la administración pública no se contempla como requisito y sí como mérito, pero tiene una validez ínfima no acorde al uso y demanda de la realidad lingüística, por lo que debería de tener más peso en una zona como Pamplona y Comarca. La población quiere vivir en euskera, y las políticas lingüísticas, lejos de apoyar una situación bilingüe que existe realmente, siguen fomentando la diglosia y el desprestigio del euskera, así que, le pido por favor, que se informe sobre la situación actual, tanto lingüística como política, que tenemos en Navarra en torno al idioma vasco. No haga demagogia barata, porque sus argumentos se resquebrajan por sí solos y solo explican lo que usted es verdaderamente.

Como decía, el euskera me ha dado muchas cosas, y todas ellas más que buenas: lo primero de todo, el orgullo de hablar como lo hicieron nuestros antepasados, desde muy atrás en la historia. En segundo lugar, como apuntaba antes, trabajo, amistad y amor. Y lo más importante de todo, gracias al euskera puedo hablar, escribir, sentir, cantar, vivir en euskera. Porque una lengua es mucho más que palabras, es una forma de entender el mundo, una cultura, una sociedad, un universo. El simple hecho de que una lengua exista, por muy pocos hablantes que la practiquen, merece el respeto y la estimación de todo ser humano, pues implica la existencia de una cultura que trasciende más allá de la propia palabra. No creo que ningún idioma del mundo merezca deprecio por el hecho de ser menos prestigioso que otro o por tener menos hablantes. Se lo digo como amante y estudioso del ámbito lingüístico, aunque no creo necesario ser ducho en materia lingüística para estimar todas las lenguas del mundo.

Desde luego, si el euskera sigue vivo después de miles de años, si es el único resto de lenguas preindoeropeas y uno de los idiomas más longevos del mundo, no es, desde luego, porque personas como usted hayan contribuido a ello. «El euskera es un pequeño punto en el mundo» se ha atrevido a decirme con ávido desprecio, con la arrogancia de quien por saber inglés, francés, italiano, portugués y árabe se cree en la cúspide de la erudición. Efectivamente, nuestro idioma es un gran minicosmos lingüístico y cultural que cuidamos, mimamos y amamos porque gracias a él somos lo que somos. Gracias a él mantenemos nuestro estatus autóctono, y evitamos que personas como usted nos machaquen y estrujen con sus sermones colonizadores en pleno siglo XXI; es la fuerza que nos ha mantenido en el lugar que nos corresponde durante la historia.

Me quedo con la clara evidencia de que todos estos improperios que usted a desparramado en unos minutos los ha utilizado únicamente con el propósito de estigmatizar el euskera. Lo más triste es que su ideario está cultivado en buena parte de nuestro país; no es este mensaje un ataque personal contra su forma de pensar, más bien es una crítica a todas esas mentes «fastuosas» que piensan como usted. Por desgracia, son todavía muchas las semillas plantadas en esta tierra con esa sustancia tan destructiva para las raíces vernáculas, que solo quieren pervivir en su tierra y mantener su naturaleza.

Estimado profesor de inglés, mida sus palabras, se lo pido por favor, por respeto a la gente de esta tierra y porque en verdad creo que debe reflexionar sobre sus pensamientos que, tristemente, no son únicamente lanzados al aire por su lengua bífida y ponzoñosa, sino que conviven en sus lúgubres y toscas entrañas. Le pago para recibir clases de inglés, y no para que me instruya en doctrinas retrógradas y reaccionarias, y mucho menos para que cuestione mi formación lingüística, de la que estoy muy orgulloso. Soy graduado en Filología Hispánica, y soy consciente del valor de todas las lenguas del mundo. Amo al castellano tanto como al euskera, pero esta necesita más de mis caricias que la primera, porque está en desprestigio frente a la otra, y porque es un legado que mantiene viva nuestra naturaleza (a lo mejor es precisamente eso lo que le escuece). Puede que no lo sepa, pero el propio castellano debe al vasco gran cantidad de préstamos lingüísticos de los que usted mismo hace uso (esto también le escocerá saberlo).

Me guardaré de dar su nombre, así como de cuestionar sus métodos pedagógicos, por el respeto hacia su persona, aunque no tanto hacia sus ideas, que ojalá pudiera revisarlas, aunque lo dudo ya que usted suele decir «a mí ya no me cambia nadie»; claro que sí, viva el orgullo nacional. Enhorabuena, ese orgullo le ha valido la pérdida de otro alumno. Seguiré regando las raíces de nuestra historia y olvidaré su falta de sensibilidad porque, a fin de cuentas, euskera solo hay uno y profesores de inglés, muchos, aunque como usted espero que pocos.

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