Paco Letamendia
Profesor de la UPV/EHU

Incertidumbres y un homenaje indudable

Quiero pensar que la solidaridad de base de estos días se trasladará de alguna forma al campo político.

Por primera vez desde hace mucho tiempo me siento un privilegiado, por tener un ingreso fijo, mi jubilación de profesor, y una rutina de trabajo (de investigación) que puede hacerse desde casa. Pero ello hace que mi corazón rebose aún más de cariño con los que están perdiendo sus seres queridos sin poder siquiera acompañarles en sus últimos momentos, con los y las langiles que ven negro su futuro laboral a corto e incluso a largo plazo, con los que sufren tanto dolor e incertidumbre. Cuando todo esto pase, que pasará, el mundo va a ser distinto al que hemos dejado atrás. Pero, ¿a mejor, o a peor? Sinceramente, no lo sé. Ahora, el protagonismo está en los sanitarios, los limpiadores, los que salen (salimos) a aplaudir sintiendo el calor de la solidaridad que nos une a los seres humanos. Pero, ¿lograremos algo?

Quiero pensar que la solidaridad de base de estos días se trasladará de alguna forma al campo político; que aumentará el conocimiento de la naturaleza para no seguir agrediéndola, y para tener preparadas las respuestas cuando, como ahora, nos lleguen agresiones de ella; que se ponga la vida y bienestar de las y los trabajadores que crean la riqueza y los seres humanos que reciben sus productos por delante de la riqueza misma. Pero no me olvido de que la gran crisis de 2009 no hizo más que hinchar más al capital financiero, el que la había causado, y el culpable de ella.

Y de lo que no dudo es que los otros, los de siempre, estarán sin duda preparando sus planes, para convertir esta reducción de la fuerza de trabajo momentánea en permanente, para hacer de los que (supuestamente, o incluso realmente) están colaborando en la lucha contra el virus, las fuerzas de seguridad, el eje de un poder político más estatalizado y centralizado, y más contundente que antes. Es previsible que se activen reactivos contra la solidaridad: va a ser fácil movilizar a la gente de base contra los «apestados» de siempre, sociales, nacionales (de las «otras naciones»), intelectuales contra los poderes, como si fueran los portadores del virus, un virus moral, aunque el de ahora, bien real, se haya vencido.

Finalmente, el confinamiento es necesario y nos ayuda a pensar; pero también puede ser utilizado como ensayo de reducción de la humanidad a una serie de grupos tribales aislados unas de otros, cambiando la globalización capitalista de los últimos treinta años por una desglobalización insolidaria, también capitalista, pero esta vez con apoyo desde abajo.

Hará falta gente que batalle con su pluma contra estos próximos riesgos; es por eso por lo que te vamos a echar tanto en falta, Antonio Álvarez-Solís, y a tu pluma, siempre enhiesta contra los poderes como la de Don Quijote, aunque tú sabías muy bien que los molinos contra los que luchabas no eran de viento. Ha sido un placer leer tu prosa, tan ingeniosa, tan sutil como una elipse que iba ligando a lo largo de su recorrido las más diversas referencias, y al mismo tiempo tan férrea y resistente, como las planchas de acero que se construyen en nuestra tierra.

Por todo ello, mi homenaje agradecido. Mila esker, Antonio.

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