Ramón Contreras López

La acción política como ejercicio de cinismo

¿Qué es lo que transmiten a la sociedad el Gobierno y los sindicatos firmantes de este acuerdo? Que no hay otra alternativa que aceptar el chantaje de la patronal.

Con la convalidación en el Congreso de las medidas laborales contenida en el Real Decreto-Ley 32/2021, hemos asistido a un auténtico sainete, propio de lo que José Ortega y Gasset ya calificaba en 1920 cuando escribía: «Yo creo todo posible en nuestro país: es este un cuerpo podrido en penúltimo grado de disociación».

Por una parte, el Gobierno del Estado español nos vende que unas medidas pactadas con la patronal, que impone la imposibilidad de cualquier modificación vía parlamentaria, es un paso adelante para las clases trabajadoras.

Por otra, oculta y no dice nada de que lo que queda vigente es lo fundamental de la reforma laboral del PP. Impuesta sin ningún tipo de negociación por el Gobierno presidido por Rajoy: prevalencia de los convenios estatales frente a los autonómicos; mantenimiento del despido barato; flexibilidad de la patronal para modificar las condiciones laborales en cada empresa; negativa a pagar los salarios de tramitación en demandas laborales; falta de control público en los ERE… Incumpliendo su compromiso adquirido de acabar con la reforma laboral del Partido Popular.

¿Qué es lo que transmiten a la sociedad el Gobierno y los sindicatos firmantes de este acuerdo? Pues, ni más ni menos, que esto es mejor que nada; que no hay otra alternativa que aceptar el chantaje de la patronal; que resulta imposible acabar con la reforma laboral impuesta por el Partido Popular porque desconfían y no creen en la movilización ciudadana, a la que no han llamado en ningún momento.

La realidad es que no tienen ninguna voluntad ni ganas de propiciar un auténtico avance en algo tan importante como son las relaciones laborales y tratan de presentar como un logro lo que en realidad es una renuncia para conseguir derribar unas agresiones impuestas desde el año 2012 con premeditación y alevosía.

Nunca dicen cuales son las razones por las que, en estos momentos, no se puede derogar en su totalidad la reforma laboral. Ni cuales son las condiciones que deban darse para que las clases trabajadoras puedan conseguir unas mejores condiciones laborales y liberarse de las imposiciones de la patronal. Nunca conoceremos las amenazas que han puesto sobre la mesa la CEOE y Cepyme para que se hayan aceptado sus leoninas condiciones, y se haya impuesto el procedimiento de imposibilitar la presentación de enmiendas por los grupos parlamentarios.

El problema con el que se ha encontrado es que el Partido Popular, primando más su afán por desgastar al Gobierno que la evidencia de que este Real Decreto-Ley mantiene intacta lo fundamental de su propia reforma laboral, se ha posicionado en su contra, poniendo en peligro el resultado final.

Por eso, siguiendo con una concepción fullera de la política, el PSOE no ha dudado en volver a utilizar a Navarra como moneda de cambio, ofreciendo a UPN comprar sus dos votos aprobando, como contrapartida en el Ayuntamiento de Iruñea las inversiones presupuestarias del equipo de gobierno municipal y haciendo decaer la reprobación del alcalde Maya por sus declaraciones xenófobas.

A pesar de que unos días antes la portavoz socialista en el Ayuntamiento había afirmado que «no me ha quedado ninguna gana de apostar por otro acuerdo con Navarra Suma». En un ejercicio de funambulismo político, y en continuidad con el voto que en su día posibilitó que Navarra Suma obtuviera la alcaldía, el PSN garantiza con su voto que finalice el mandato de la forma más plácida posible, con sus proyectos presupuestarios aprobados y que el alcalde Maya pasase de ser un xenófobo a dejar de serlo. Aunque, y debido al gatillazo que los dos diputados de UPN daban en Madrid en ese mismo momento, el alcalde acabó siendo reprobado. Todo ello sin que se le pusiera roja la cara de vergüenza a ningún concejal del PSN. A esto se le llama «miseria» de la política.
Desgraciadamente este tipo de conductas no resultan novedosas en la acción política a la que nos tienen acostumbrados. Es la misma línea de intervención presente desde los pactos de la Transición hasta nuestros días.

Cuando el argumento imperante es el de que no hay ninguna alternativa distinta y mejor que la que nos imponen la patronal, o la OTAN, o el Banco Central Europeo, o el mercado, o la propiedad privada… Esto no significa sino el final de la política con mayúsculas y la entronización de la política trapacera y miserable como modo de detentar el poder.

Como afirma el filósofo Byung-Chul Han en su libro "La sociedad del cansancio", actuar políticamente significa «hacer que surja algo del todo distinto generando un nuevo orden social». Todo lo contrario de lo que hace este Gobierno que se autodenomina de progreso, y que no va más allá de lo que le impone la Unión Europea en la defensa del sistema económico neoliberal.

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