Ramón Contreras López
NEETEN (Nafarroako Energía Eraldatzen/Transformado la Energía Navarra)

La COP28, el truco del almendruco

La cumbre del clima celebrada en Dubai ha finalizado con una declaración final en la que los firmantes acuerdan acometer una transición para conseguir, de una manera ordenada y equitativa, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, hasta alcanzar cero emisiones netas en el año 2050. Este acuerdo, calificado como histórico por la presidenta de la Comisión Europea, o como el principio del fin para los combustibles fósiles, por el director de ONU Cambio Climático, se nos vende como un logro histórico frente a la presión de las grandes empresas de combustibles fósiles que se oponían a que constase cualquier referencia a la eliminación, aunque fuese gradual, de esos combustibles.

Se nos ha dicho que las tensiones han sido extremas, hasta el punto de que ha estado en un brete el que la cumbre acabase sin ningún tipo de pronunciamiento, a la vista del primer borrador presentado por la presidencia de Emiratos Árabes Unidos. Pero el texto finalmente aprobado contiene tantas trampas, ambigüedades y lagunas que no permiten una lectura positiva.

En primer lugar, si se pretende lograr un acuerdo donde se sitúe claramente a los combustibles fósiles como los verdaderos culpables de la crisis climática, no parece muy aconsejable el celebrar la cumbre en un país cuyos principales ingresos provienen precisamente de los combustibles fósiles. La presidencia de la COP28 ha estado ostentada por el Sultán Al Jaber, que es a su vez el director ejecutivo de la ADNOC (Abu Dahbi National Oil Company), compañía petrolera de propiedad estatal de los Emiratos Árabes Unidos, que ha defendido, en todo momento, la necesidad de un plan de salida progresiva de los fósiles compatible con el desarrollo económico. Llegando a afirmar que «ninguna ciencia hace de la salida de los fósiles una condición necesaria para mantenerse por debajo de 1,5ºC de calentamiento».

Con estos planteamientos negacionistas por parte de la presidencia de la cumbre, el resultado no podía ser sino una declaración tramposa y alejada de las auténticas necesidades para frenar la crisis ecológica global que padecemos. La trampa está en hablar de «reducción progresiva de emisiones» y no de «reducción del uso de combustibles fósiles». La reducción de emisiones significa que se puede seguir contaminando siempre que se capture y se secuestre el carbono mediante tecnologías. Es decir, seguir produciendo basura y ocultarla debajo de la alfombra. Planteamiento totalmente alejado de lo que se necesita realmente para alcanzar el objetivo de mantenerse por debajo de 1,5 °C, que no es otro que la reducción sustancial e inmediata del consumo global de combustibles fósiles, por lo menos en un 95% en consumo de carbón, en un 60% en petróleo y en un 45% en gas.

Otro de los elementos negativos de la declaración final, es que incluye el llamado «principio de neutralidad tecnológica», que implica que los gobiernos no deberían crear normas que favorezcan unas tecnologías sobre otras, reivindicación histórica de las petroleras y de los países productores de crudo y gas.

Por ello, con estos endebles planteamientos, no ha sido extraño que, paralelamente a la celebración de la cumbre, el país anfitrión, Emiratos Árabes Unidos, que tiene previsto a través de su empresa nacional, presidida por Al Jaber, aumentar su producción de petróleo en un 25% hasta el año 2027, haya negociado contratos de venta de combustibles fósiles, a China, Alemania, Brasil, Egipto, entre otros. Y no se trata de un caso aislado. Para el año 2025, los proyectos de expansión de las diez empresas más contaminantes del sector de los combustibles fósiles supondrán la emisión de veinte mil millones de CO₂ a la atmosfera. Manteniéndose, de esta forma, un sistema económico que sigue dependiendo en un 80% de los combustibles contaminantes. Los planes expansivos y de aumento de la producción de ese tipo de combustibles siguen adelante y la cumbre del COP28 no ha supuesto, en ninguna medida, un freno para un planeta que necesita perentoriamente extinguir ya el uso de todos los combustibles fósiles.

La cumbre del COP28, no ha significado ningún avance en la lucha contra el cambio climático, sino que ha sido un acuerdo consensuado entre gobiernos capitalistas, esclavos de un sistema basado en el crecimiento económico a toda costa, en la búsqueda del beneficio a corto plazo y en la mercantilización de las relaciones económicas, sociales y con la naturaleza. A quienes las constantes y fundamentadas alertas del mundo científico y social sobre las crisis ambientales y sus evidentes consecuencias no les hacen cambiar un ápice el rumbo.

Por otro lado, el colocar el foco de atención exclusivamente en la crisis climática y energética, lleva a colocar en un lugar secundario la crisis de biodiversidad. Cuando la degradación acelerada de la integridad de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad es seguramente el principal problema de nuestra civilización. De los nueve límites planetarios que deben mantenerse para garantizar unas condiciones de vida estables, se han rebasado, en estos momentos, seis. Y uno de ellos es la integridad de los elementos que forman la biodiversidad, las funciones que realizan y los servicios ecosistemáticos que de ella obtenemos.

Es preciso tener en cuenta que la degradación de los ecosistemas actúa como un acelerador del cambio climático. Y, por otro lado, algunas de las medidas adoptadas para la llamada transición energética tienen un afecto dañino sobre la biodiversidad. Como, por ejemplo, la extracción de minerales estratégicos para las renovables, o las plantaciones forestales masivas con especias exóticas como sistemas de compensación generando créditos de carbono para el mercado, o la contaminación de fondos marinos para utilizarlos como sumideros de carbono.

Estamos entrando en puntos de no retorno y la situación no admite más demora en una actuación de cambio, que, como vemos por los resultados de la COP28, no va a venir por la acción de los gobiernos, ni siquiera del «progresista» PSOE. Por lo que recae en las organizaciones sociales el asumir el reto de combatir por garantizar la vida en nuestro planeta y conseguir una sociedad ajustada a los límites del planeta, donde todas las personas en cualquier parte del mundo vivan con dignidad.

Debemos trabajar conjuntamente, solo la lucha por una alternativa anticapitalista puede detener que nos hundamos en el abismo. ¿Para cuándo una huelga general por la vida digna en el planeta?

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