Josu Iraeta
Escritor

La derecha española: torpe y dudosa con los dineros

No se han enterado que hemos cambiado de siglo y que la primavera de 2021 camina inexorable, sin que en el Estado español nadie se haya atrevido a saldar la cuenta pendiente.

Es probable que quienes tengan la fortuna de mantenerse en pie, una vez superadas las terribles consecuencias de este azote planetario al que llaman covid-19, se encuentren con que su entorno, su país, sus costumbres, no son como eran. Sin duda serán las reglas de juego las que deban adaptarse a la nueva situación, pero también las personas que sigan en el juego. De todas formas, entre el desconocimiento de unos y la irresponsabilidad de otros, no creo que se necesiten muchas generaciones para que el mundo se enfrente a los mismos problemas y deficiencias, a los mismos «valores» de siempre.

Nosotros no lo hemos conocido, pero no hace tanto, millones de europeos huyeron del hambre, y arribaron en el continente americano. Son circunstancias severas, duras, pero sin duda superables, aunque en este estado socioeconómico y en pleno shock sanitario, los efectos sobre la economía y el empleo serán devastadores a muy corto plazo.

La actual situación, por grave que sea –que lo es– no es sino otro capítulo, porque nuestra situación puede parecernos única, pero no lo es en absoluto. La gran pandemia de hoy mismo, como la peste de 1665, como cualquier otra, no distingue fronteras. Es sin duda un fenómeno propio de la globalización, que quizá algunos juzgarán propia de la «modernidad» pero, en realidad, no lo es tanto.

Así pues, no debiera extrañarnos que, aún inmersos en la vorágine informativa de contaminados y fallecidos, algunos se preparen afanosamente, cara al futuro, tratando de mejorar su posición. Me parece lógico.

En esta línea, vengo observando que personas-personajes provenientes de diversos sectores profesionales, y con mayor o menor prestigio, vienen pronunciándose públicamente, con la inestimable intención de «construir» una alternativa a lo que de manera más o menos voluntarista viene en llamarse «derecha democrática española», porque, léanlo con atención; el proyecto de Manuel Fraga, ha muerto.

Lamentablemente, todo en la dirección actual del Partido Popular, es oportunismo y cálculo de quienes se creyeron más listos que los demás y no han sido capaces de demostrarlo. No han llegado a comprender lo que es el poder. Ignoran que el poder conlleva sacrificio y mucho trabajo. Sus mensajes tratan de acreditar lo que no son. No aceptan que las ideas son más importantes que las personas.

Los inteligentes han huido, conocen que el Partido Popular es una empresa corrupta donde el dinero y la cárcel van en la misma carpeta. Se han visto obligados a elegir y han abandonado el barco ante el temor de hundirse con él. Era lo lógico, así han dejado el camino libre a una cuadrilla de mozalbetes que desprecian ser útiles, porque sólo buscan ser importantes.

Es evidente que a los actuales dirigentes no les agrada escucharlo, pero es cierto que, desde los tiempos de José María Aznar, la derecha española carece de un líder, y no lo encuentra. Seguramente lo tienen bien definido, pero si el gallego de los hilitos de «txapapote» dirigió un amplio equipo que no supo caminar sin ensuciarse los zapatos, el mozalbete actual no sirve para llenar el traje. Esas son las razones por las que los inteligentes han optado por abandonar el barco.

Citados los inteligentes ideólogos, debo añadir que he leído y analizado sus trabajos y como es lógico cada uno vierte sus intenciones allá donde más conocimiento puede aportar. Los hay que son eclesiásticos, también economistas, ingenieros, catedráticos, escritores, incluso militares.

Entiendo que el lector quizá esperase mi opinión respecto al «fuego cruzado» que se está dando entre quienes están obligados a tomar decisiones y quienes, a la espera de su presunta escasa eficacia, preparan sus caninos para morder.

Pero hoy no es ese el camino, en esta ocasión creo que una atenta mirada a quienes están llamados a «rearmar» la derecha española, es más interesante. Porque quienes han tomado esa decisión, además de necesarios para huir de la corrupción estructurada, pueden descabalgar a la pléyade de «listos», que aún hoy, continúan guardando en el cajón, lo que no es suyo.

En mi opinión, sólo así podrían recuperar el espacio que gestiona el nacional populismo, hoy abanderado de una derecha engañada. Teniendo presente que, aunque la falta de proyecto del PP y su indisimulada búsqueda del pasado pueda inducir a creer lo contrario, lo cierto es que el dictador Franco desapareció hace muchas décadas.

No se han enterado que hemos cambiado de siglo y que la primavera de 2021 camina inexorable, sin que en el Estado español nadie se haya atrevido a saldar la cuenta pendiente. La más importante de todas las cuentas pendientes; la reconsideración objetiva, distanciada y crítica sobre una «transición» que, lejos de abandonar la dictadura franquista y abrir las puertas a la democracia, lo que consiguió fue sentar las bases del colonialismo moderno.

Uno de los ingredientes básicos en los que se apoya el fraude es el exceso de «orgullo nacional» agazapado en La Constitución, que –paradójicamente– niegan todas las familias políticas españolas. Es un sentimiento muy arraigado que recuerda las pretensiones universales de antaño, y que, si alguna vez reconocen las brutalidades de la propia tribu, siempre es para acabar justificándolas ideológicamente.

Décadas de continuado despropósito, han llevado al Partido Popular a ignorar que la sencillez en la forma de pensar es patrimonio de los inteligentes.

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