Guzmán Ruiz Garro
Analista económico

La Diputación racanea a los niños en Atención Temprana

Un retraso en el inicio de la atención temprana empeora el pronóstico y pone en riesgo la autonomía adulta de la persona, pero restringir los medios y acortar los tiempos por tacañería es irresponsable.

Presentados los presupuestos del Departamento de Acción Social de la Diputación de Bizkaia para el ejercicio 2023, la partida prevista para la Atención Temprana, los 4,2 millones de euros, suena ridícula, habida cuenta de que con esos dineros son atendidos 2.661 niños y niñas en los 54 centros distribuidos por todas las comarcas de Bizkaia que integran la red concertada. Es obvio que con esta cantidad tan ínfima, no se está apostando por «ampliar y ensanchar la respuesta a las personas que, en algún momento de su vida, necesitan apoyos para poder desarrollarla».

Para que el lector o lectora sepan comprender qué es la atención temprana, diremos que es un conjunto de medidas preventivas dirigidas a detectar y atender cuanto antes los retrasos y alteraciones del proceso normal de crecimiento y maduración del sistema nervioso.

La Atención Infantil Temprana se dirige a niños y niñas que presentan trastornos del desarrollo cognitivo, del lenguaje, trastornos de la expresión somática, emocionales, de la regulación y el comportamiento y trastornos de la relación y la comunicación.

Redundando: la Atención Temprana es el conjunto de intervenciones, dirigidas a niños y niñas de 0 a 6 años que presentan trastornos o riesgo de padecerlos en su desarrollo, a sus familias y a su entorno, desde una perspectiva sanitaria, educativa y social, con el objetivo de cubrir, lo más pronto posible y con carácter integral sus necesidades transitorias o permanentes.

Esta queja pública no solamente atribuye al Departamento de Acción Social de la Diputación Foral de Bizkaia racanería en su presupuesto para la Atención Temprana, sino también la disminución del número de horas destinadas a esta. De seis horas mensuales, se ha pasado a cuatro. Si el niño o la niña necesitan ser atendidos por profesionales de diferentes especialidades, con cuatro horas al mes, ya dirán Vds. cómo se logra eficacia y eficiencia. Eso sí, les cuadrarán sus particulares cuentas. Sepan que en otras latitudes ya se ha descartado la puesta en marcha de programas de intensidad concreta, matizándose, que la duración de cada programa de intervención debe ser personalizada, y la duración de los servicios será la que precise cada niño o niña.

Para realizar un plan adecuado de intervención no solo deben considerarse las cuestiones conductuales, pedagógicas o fonológicas, sino también las sensoriales, haciendo evaluaciones adecuadas por especialistas y en todas las áreas, de esta manera se podrán establecer estrategias eficaces y acordes a las necesidades específicas de cada niño y su familia. En cuatro horas al mes, imposible.

Por otro lado, convendría aclarar que establecer la edad límite de seis años para dar atención temprana está basada en conocimientos obsoletos y ya superados. ¡Ojalá esa edad fuese mágica! ¡Ojalá se esfumasen todos los males al llegar a ella! Los y las neuropediatras, entre otros especialistas en Atención Temprana, opinan que en tiempos pasados se pensaba que la plasticidad del cerebro existía solo hasta los dos años, y se prestaba atención temprana hasta los dos o tres, luego se pensó que hasta los seis... pero ahora se sabe que, aunque es mayor durante los primeros años de vida, el cerebro es plástico siempre, por eso la atención no debería parar a los seis años.

En fin, sin acritud, sirva este pequeño artículo de queja para sensibilizar a los políticos que tienen en sus manos la llave de los recursos necesarios para minimizar el impacto de los problemas expresados. Un retraso en el inicio de la atención temprana empeora el pronóstico y pone en riesgo la autonomía adulta de la persona, pero restringir los medios y acortar los tiempos por tacañería es irresponsable. Limitar esta atención guiándose por criterios economicistas, es una barbaridad.

Invertir en atención temprana, a la larga, sería mucho más ventajoso para el sistema, dado que reduciría el número de personas con discapacidad y diversidad funcional.

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