Antonio Alvarez-Solís
Periodista

La faz

Cuando estudiaba Derecho Penal en la Universidad de Barcelona fue invitando a esta cátedra un profesor emérito de medicina legal –el inolvidable Dr. Saforcada– para darnos algunas conferencias que complementasen nuestros conocimientos a fin de ejercer debidamente la especialidad penalista si elegíamos este campo de la abogacía. Como la materia revestía una cierta aridez el Dr. Saforcada acompañaba sus disertaciones con atractivas referencias históricas al uso de herramientas psicológicas para identificar a los posibles delincuentes.

Aquellas disertaciones marginales constituyeron un éxito de concurrencia. Creo que asistimos a estas lecciones los doscientos alumnos del curso al que yo pertenecía. Entonces los profesores procuraban atraer a los alumnos con estas excursiones culturales que revivían nuestra atención y nos unían estrechamente al docente. Uno estudiaba la asignatura que correspondiese y el entorno socio-cultural que acompañaba a esa materia, con lo que se lograba poblar de vida la teoría académica.

Un día, tras hablarnos del test de Rorschach, que aún tiene uso en manos inteligentes, el conferenciante dedicó una divagación muy atractiva sobre el empleo que en tiempos pasados se hacía de la fisiognómica o ciencia de la observación de los rasgos faciales que pudieran contribuir al conocimiento de la personalidad y tendencias de la persona sometida a investigación o juicio. Hoy esta técnica de relacionar los rasgos faciales con la personalidad de un modo amplio y no sólo desde un ángulo patológico o de criminalidad tiene su continuidad en la morfopsicología, también muy discutida. Añadiré finalmente lo que me ha introducido hoy en este camino en apariencia absurdo, aunque creo honrado adelantar que no se trata de escribir sobre estas atractivas «ciencias» o técnicas sino de algo en que determinados seres como yo aún creemos que conserva un cierto y sugestivo valor orientativo: la apariencia facial. Simplemente.

Verán ustedes. Hace días me atrajo una foto en que se felicitaban los dos Hernando, portavoces respectivamente del Partido Popular y del Partido Socialista, por la confluencia en la firma de una disposición para resolver la pobreza energética que deja sin luz y calefacción en estos días invernales a miles de familias a las que las grandes empresas energéticas han cortado el suministro por su forzada incapacidad económica para abonar la factura del consumo. En la foto un exultante Rafael Hernando (PP) estrechaba la mano de un sumiso Antonio Hernando (PSOE) cuyo rostro era una verdadera muestra de derrota moral y de vergüenza, eso me pareció, ante la situación en que se veía por esta rendición socialista a los pies de quien hace tan poco tiempo era su gran enemigo. Una situación dramática por doble derrota: por no haber llamado a los restantes partidos de la izquierda –suponiendo con los ojos cerrados que el PSOE siga en ella– a la firma del mencionado documento dado que fueron Podemos y sus aliados la vanguardia en esta batalla, y por saber de antemano que la norma para paliar la pobreza energética no estará lista –y ya veremos con qué contenido– al menos hasta la primavera, con lo que el frío y la oscuridad dominarán este año el Belén en que el Partido Popular reza por los desheredados. Acerca de esta «circunstancia» quiero señalar el alborozo juvenil del nuevo ministro del ramo cuando señalaba que el acuerdo era un hecho y que él solamente esperaba la redacción de una buena orden ministerial de aplicación para hacerlo funcionar. Recordé a Romanones: «Ellos que hagan las leyes y que me dejen a mí hacer los reglamentos».

Vuelvo a repetir lo que vengo diciendo cien veces y con más seguridad: el Partido Socialista español ha dejado de existir y ahora se limita a recoger del suelo las migas que caen de la mesa de Epulón. En este sentido habría que recomendar a los confundidos herejes que lidera la Susanita andaluza la lectura de la máxima que en las “Reflexiones” sobre el “Inquiridión” de Epicteto formulaba Marco Aurelio: «La mejor manera de defenderse es no hacerse como ellos». O sea, que el PSOE puede abandonar esa cantinela de que mantendrá su ideología histórica aunque pactará con quien sea si el país así lo reclama para su beneficio. Según la máxima que he traído a colación, se hará como «ellos». O ya se ha hecho ¿Pero realmente quieren defenderse los socialistas como tales con estas servidumbres, que ellos denominan tácticas, o sólo buscan un asilo para ancianos?

Pero volvamos a la vieja fisionógmica o a la actual morfopsicología. Desde hace tiempo, es decir, mucho antes de entregar en una bandeja la cabeza de su confiado líder, el rostro de Antonio Hernando me viene llamando la atención. Es un rostro huidizo, fruncido, esquivo. Oscuro. Observa con recelo. Es el rostro del PSOE. En una ópera sería el rostro del traidor. Hablo, claro es, con un lenguaje simbólico. En el fondo puede ser solamente una persona con angustia situacional, como definen algunos psicólogos dedicados al estudio del utilitarismo. Si es así, le deseo lo mejor para su restablecimiento. No trato de hacer un diagnóstico fisiognómico, para lo que no estoy ni remotamente preparado, y además sería imprudente, sino de expresar una preocupación política, ya que yo también arrastro el carro de Tespis por los caminos políticos españoles.

El resultado de estos movimientos del PSOE enclaustrado por el Sr. Fernández es que va a sumir en una confusión todavía más profunda a esos seguidores que aún salen a la calle en la confianza de que los protege y los declara la bandera de su partido. Pero el PSOE no reaccionará porque está sólidamente embridado por sus viejos líderes que lo necesitan como pasaporte para sus andanzas. Hasta es imaginable la gran alianza de la que tanto se ha hablado y que bendeciría la Corona.

¿Dónde están los republicanos? ¿Dónde el frente popular? ¿Qué quiere decir eso de centralidad y transversalidad? ¿Qué pretende una izquierda-izquierda que predica por parte de algunos dirigentes la sumisión de una ideología de ruptura a la doctrina del crecimiento indiscriminado de su masa? ¿Por qué se siguen extendiendo pasaportes de futuro desde ventanillas instaladas o instalables en el edificio del Sistema? Se teme profundamente a plantear un radicalismo político y social frente al radicalismo de signo contrario. Sí, es cierto que se debe aspirar a ganar las elecciones, pero no veo la necesidad de incorporar a ese gran objetivo a quienes conciben la izquierda como un vehículo alquilado para una excursión de fin de semana. El socialismo se ha quemado definitivamente por ir a buscar setas en la finca del «lord» de los espirituales. Y mientras contamina lo justo este carnaval los pobres de la energía buscan mantas para pasar la noche, los trabajadores han sido dispersados como clase para que no se cuenten entre ellos su hoy encogido la espera de un futuro falsificado y los poderosos solicitan a los gobiernos que acumulen dinero para compensarles de las pérdidas diarreicas en sus brillantes negocios del «todo por la patria».

Me parece oír la canción de esperanza con que unos almacenes de Zaragoza hacían propaganda animosa de sus ofertas al pie de la ruina social en las Navidades que olían ya a guerra: «¡Ay, Susana, Susana, Susana/ no seas tan tirana/ de meterme en un tris/ Estos trajes igual claros que oscuros/ me cuestan a diez duros en el San Luis».
 
Ante todo, estabilidad.

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