Ángel Elías, Noemi Peña e Iñaki Uribarri
Organizadores del XVI Simposio de la RBI

¿La hora de la renta básica incondicional?

Parece que la Renta Básica Incondicional (RBI) atraviesa un momento dulce tras décadas de travesía del desierto. Aparece en programas de determinados partidos; ha comenzado a moverse en el terreno institucional a nivel internacional, con una considerable incidencia en algunos países de Europa (así lo manifiesta el referéndum del pasado 5 de junio en Suiza donde las personas favorables a implantar una RBI alcanzaron un 27% de los votos); y está conociendo una eclosión muy grande en los medios de comunicación, con dossieres, entrevistas y editoriales en los principales diarios europeos y de EEUU.

La razón de fondo que explica que una alternativa que ha sido tan atacada hasta hace bien poco (en el Reino de España lo que sigue dominando son los ataques a la RBI), esté apareciendo como una posible institución social y políticamente presentable, no es algo nuevo. Desde hace más de tres décadas, el combate sistemático del neoliberalismo contra el Estado de Bienestar lo había empezado a meter en una crisis irreversible. El pleno empleo capaz de garantizar la seguridad de la cuna a la sepultura, como dijera a mediados del pasado siglo Lord Beveridge, había pasado a mejor vida. Aunque hoy se nos siga vendiendo que cifras estadísticas de desempleo por debajo del 5% equivalen al pleno empleo, semejante venta es una inmensa patraña. El actual empleo precario es incapaz de combatir la pobreza de la gente que accede a él. Por eso, por mucho que el empleo aumente, la pobreza y la desigualdad no retroceden, sino que se han convertido en realidades estructurales de nuestras sociedades capitalistas.

Pero no sólo el empleo actual ya no garantiza vidas dignas a las personas activas ni es capaz de sostener la necesaria financiación de los sistemas de desempleo y las pensiones de incapacidad, viudedad y jubilación, sino que su propio futuro está cada vez más cuestionado. El pesimismo sobre los efectos que va a tener la entrada masiva de la cuarta revolución tecnológica, con sus nuevos robots inteligentes, en la obsolescencia del empleo en una gran cantidad de sectores económicos, se suma así a un porvenir, que ya está a la vuelta de la esquina, en el que nuestras sociedades no pueden seguir confiando en que el empleo siga siendo la columna vertebral que mantenga su estructura económica y social.

Quienes defendemos la RBI seríamos unos ilusos e ilusas si creyéramos que nos bastará con subirnos a la ola. En esa ola, si definitivamente llega a formarse, nos encontraremos con mucha morralla neoliberal que ya está defendiendo modelos de renta básica cuyo objetivo es acabar con el Estado de Bienestar, sobre la base de transferir un cheque a cada persona con el cual se cubra todos los servicios que hoy se aportan en especie, como la sanidad o la enseñanza, pero además en un mercado privado que habrá quedado, por la retirada del Estado, en manos de grandes multinacionales.

Y también nos encontraremos con quienes nos pretenderán seguir dando gato por liebre, con fórmulas de rentas mínimas garantizadas y condicionadas destinadas (como el caso de la Renta de Garantía de Ingresos –RGI– en la CAV) a personas sin recursos, que se propondrán como el camino para llegar en un futuro a una renta básica universal.

La RBI que propugnamos quienes firmamos este artículo nada tiene que ver con los modelos que acabamos de comentar, ni tampoco con el empleo, por más que tengamos que dejar previamente sentado que defendemos las actuales rentas mínimas para gente pobre existentes en la CAV y Nafarroa y propugnamos su mejora radical, así como defendemos el derecho a un empleo digno y a la disminución de la jornada que facilite su reparto para combatir el paro.

El modelo de RBI al que nos adscribimos es el de la Asociación Red Renta Básica (RRB). Consiste en la aportación de un ingreso individual sin condiciones a las personas residentes en un territorio determinado, por parte de las administraciones públicas. El carácter incondicional tiene tanta fuerza, que se aportará la misma RBI tanto a personas ricas como pobres, con empleo o sin él (incluso si no quieren emplearse) e independiente de con quién convivan.

Las microsimulaciones realizadas por personas de la RRB para conocer cuánto costaría financiar una RBI de entorno a 650 euros mensuales para mayores de 18 años y el 20% para menores de esta edad no emancipados, a través de una reforma radical del IRPF, en los territorios de Cataluña, Reino de España (sin incluir la CAV y Nafarroa) y Gipuzkoa, han dado como resultados que se necesitaría un 3,5% del PIB en los casos de Cataluña y el Reino de España y un 2,5% del PIB en el caso de Gipuzkoa. Esto supone que la RBI es fácilmente financiable.

Aunque el tema de la financiación siempre ha sido una patata caliente cuando de hablar de la implantación de una RBI se trataba, y sinceramente creemos que ya está resuelto sobre el papel, somos conscientes de que muchos otros debates, a los que aquí no podemos entrar, seguirán acompañando a esta nueva institución. Nuestra esperanza está puesta en que dichos debates puedan hacerse libre y masivamente, en un nuevo horizonte en el que la política asuma dar una oportunidad a la RBI, abriendo los marcos institucionales necesarios, lo que ayudará a que cada vez más organizaciones sociales y sindicales se sientan interpeladas por este tema.

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