Iñaki Bernaola
Irakaslea

La monarquía y su entorno

Cada vez que se acerca el 14 de abril, nos solemos acordar de la república. Cada vez que vamos a cortarnos el pelo, nos solemos acordar de la monarquía, sobre todo si tenemos un montón de personas delante y no queda otro remedio que pasar el rato hojeando el papelín multicolor que tan profusamente abunda en salas de espera de peluquerías y establecimientos similares.

Bien es verdad que, en multitud de aspectos, el papelín multicolor nos da de la monarquía una imagen distorsionada. Así, nos hace creer que el mundo está lleno de monarquías, cuando de hecho estas apenas si llegan al diez por ciento de los casi doscientos estados soberanos del Planeta: ninguna en el continente americano, una en África, alguna que otra dispersa en los estados árabes y el lejano oriente, y siete en Europa. Lo que hay en Oceanía ni se sabe.

También nos distorsiona la imagen monárquica por el hecho de que presentan a sus miembros dedicados en cuerpo y alma a actividades altruistas y humanitarias, aunque solo sea porque, para reinas y princesas principalmente, presidir galas benéficas viste mucho. La verdad es que no se entiende cómo con tanta gala benéfica que aparece en el papelín multicolor todavía queda miseria en el mundo.

Pero, por otra parte, justo es reconocerlo, la imagen de la monarquía en el papelín multicolor está bastante ajustada a la realidad: en primer lugar, el papelín nos hace ver que las monarquías están forradas. Y no solo eso, sino que dejan transcurrir su existencia entre festejos, fastos, saraos, dispendios, derroches y francachelas, llevando un modo de vida parejo al de la oligarquía más rancia o, aun peor, al de la caduca nobleza feudal y aristocrática.

Nos dice también el papelín multicolor que los titulares de regímenes monárquicos, al menos los del sexo masculino, a veces visten uniformes militares, porque de hecho ocupan un puesto en el escalafón militar. Y cuando se trata de ir a la iglesia, allí están todos ellos y ellas, siempre en el primer banco, porque de hecho la monarquía es, entre otras cosas, militarista y confesional.

Y lo que posiblemente es más importante: nos presenta a la monarquía como una especie de trust en el cual todos sus miembros, como una gigantesca red internacional, están ligados por vínculos familiares, dinásticos, afinidades personales y de otro tipo. En resumen: que la monarquía, por encima o por debajo del país al que en cada caso pretende representar, tiene sus propios parámetros, sus propias prioridades y sus propios intereses.

Al igual que otros grupos e instituciones, también la monarquía tiene su propio entorno. Antiguamente, el entorno de la monarquía lo constituían bufones, saltimbanquis, aduladores, arribistas, intrigantes, sicarios y golfos de ambos sexos. Actualmente, sin embargo, la cosa es más light y más compleja; lo que no quita que un grupo de personas del entorno pueda regalar al correspondiente rey un flamante yate, o que alguna persona del entorno de la monarquía pueda enriquecerse de forma presuntamente ilegal. Aunque quizás mucho más preocupante que esto último sea que muchas personas del entorno de la monarquía puedan enriquecerse de forma presuntamente legal.

Dicen que la monarquía no garantiza suficientemente la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, y que tampoco refleja de forma adecuada la necesaria división de poderes de un estado moderno. Habrá personas más formadas que lo podrán argumentar mejor en uno u otro sentido. Solamente voy a añadir que lo que yo querría es un jefe o jefa de estado que sea un mero servidor público sin otro interés particular; elegido y revocado por el pueblo, a ser posible mediante sufragio directo; que viva de su salario, que justifique adecuadamente sus gastos de representación y que esté sometido a un riguroso control de bienes personales; que tenga unas señas de identidad eminentemente civiles y laicas; y que no tenga más entorno que el estrictamente necesario para cumplir adecuadamente su cometido. Y un estado con un jefe o jefa de eses características, señoras y señores, no se llama monarquía, se llama república.

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