¡La paz de los cinco magníficos!
− ¿Pero, qué queremos decir cuando empleamos la palabra: «paz»? Porque la escuchamos montón de ocasiones. La oyes en la radio, la lees en la prensa, en novelas, en libros de Historia, de Filosofía, de Teología, de religión, la emplean en las tertulias, te la repiten y repiten en sermones y ceremonias religiosas, la oyes en oraciones, despedidas, funerales...
− ¿Me preguntas que qué queremos decir cuando empleamos la palabra: «paz»?
− Sí.
− El diccionario que tengo a mano en la primera acepción dice: «Situación en que no hay guerra o lucha». María Moliner, Diccionario de uso del español.
− ¿Recuerdas que hace unas semanas ya comentábamos que era falsa la definición de la palabra «paz» que leímos tú y yo sentados en la taberna Bira en el libro de Gaël Faye "Pequeño País"?
− Sí, y, además, añadíamos que, aunque es errónea la definición, sigue funcionando, es un prejuicio aceptado y usado cada día por todo el mundo. En la novela leímos exactamente esto: «Un espectro lúgubre se colaba con regularidad para recordarles a todos que la paz no es más que un corto intervalo de tiempo». Volveremos luego a estar con Gaël Faye.
− Hace unos días como titular un semanario alemán destacaba con letras grandes una frase del historiador Sönke Neitzel: «Tal vez sea este el último verano en paz». El mismo semanario dos semanas antes titulaba en portada: «La paz todavía no es más que una simple palabra».
− La paz no es ni lo que dice el diccionario ni lo que dice el novelista ni lo que sugiere el historiador ni lo que habitualmente la mayoría cree. La paz no es un intervalo de tiempo entre dos guerras. Vladímir Lenin entendía que: «La paz no es solamente la ausencia de la guerra, sino la presencia de la justicia».
− Si hay injusticias −y las hay−, no puede haber ni habrá nunca paz. Ahora vivimos en una carrera armamentística sin fin, se retroalimenta constantemente: si la nación vecina, si el bloque vecino se rearma e investiga en armas mortíferas, tú, abandonas todo, y haces lo mismo: es un bucle. La humanidad es así desde hace miles de años. Es el viejo lema militarista: «si vis pacem para bellum». Es un bucle sin escapatoria: guerra > venganza > guerra> venganza > guerra>... Vivimos en un «Perpetuo bellum omnium contra omnes». Los objetivos militares ya no necesitan campo de batalla. Ahora, sin ir a la guerra, la guerra, la carrera armamentística, priorizar el gasto militar son la causa de incontables muertes: cierran o desasisten hospitales, escuelas, universidades, causan hambrunas y desastres ecológicos. Hoy, ninguna rama de la industria crece tanto como la armamentística. Los mejores sueldos, mejor dicho, los sueldos mejores pagados, los abonan en la industria armamentística. La UE, <lo dice y ordena Ursula>, se va a gastar billones de euros con b, escrito con b y dicho con b, billones de euros a depositar religiosamente en las fábricas y en las tiendas de armas del amigo americano.
− Si no logramos hacer una ley garantista que meta en una jaula a estos cinco magníficos seguiremos sufriendo más guerras salvajes, más bombardeos, más catástrofes planetarias. La guerra es una traición a la Humanidad, a la Tierra, al aire, a la conciencia de cada ser humano.
− ¡Ah, si se pudiera sacar una radiografía de la conciencia de los dirigentes, accionistas y empleados de la industria armamentística!
− Te leo unos renglones de este libro que llevo en la mochila:
− Página 15, (...) «la realidad de los actuales poderes salvajes de los estados soberanos y de los mercados globales no podrá sobrevivir sin producir catástrofes planetarias. La pandemia del coronavirus ha explotado este año en todo el mundo, con sus centenares de millares de muertos, ha ofrecido la dramática confirmación de la tesis más relevante de las de este libro: la necesidad y la urgencia de un constitucionalismo más allá del estado, edificado mediante la introducción de garantías supranacionales de los derechos y de los bienes fundamentales de todos, como una única respuesta racional y realista a las emergencias planetarias.
− ¿Un constitucionalismo garantista y supra estatal? ¿No debería ser esa la función de la ONU?
− Debiera serlo, pero se lo impiden los cinco magníficos y sus sicarios y/o sus pagafantas «ruttinarios». Estos cinco y sus sicarios con sus pagafantas «ruttinarios» son los mismos que azuzan las guerras, una tras otra, solo para adueñarse del petróleo, del cobre, de las tierras raras, de todas las materias primas. Son estos 5 los cinco únicos países que tienen en su bolsillo el injusto privilegio del veto. Lo llaman «el derecho del veto». Es una añagaza para anular por completo la efectividad de la ONU.
− ¿Qué libro es?
− «La construcción de la democracia. Teoría del garantismo constitucional». Autor: Luigi Ferrajoli, En editorial Trotta. Te lo paso si quieres.
− Lo estudiaré despacio. Antes me has dicho que volveríamos a estar con Gaël Faye.
− ¡Buena memoria! El primer libro que escribió: «Pequeño país» lo publicó en 2016, y está ya traducido a más de sesenta idiomas. Casi 9 años después, hace tan solo unas pocas semanas, ha publicado su segunda obra: «El jacarandá». En esta última obra, también nos invita a reflexionar sobre «la paz», nos dice en boca de un soldado: «(...) los civiles no se dan cuenta de que la paz no es más que la guerra en suspenso». Pg. 71.
− ¿Quieres decirme que todo este rollo del «rearme» no es más que la guerra en suspenso?
− ¡Claro! Unos mueren en el frente y otros caen por causas colaterales: en las eternas listas de espera, por carencias energéticas, por falta de medicinas básicas, por carencias nutricionales y habitacionales, por altas temperaturas, en inundaciones, en incendios, por enfermedades no tratadas, por la polución del aire y del agua, por abandono de sus tierras y sus casas para desaparecer en anónimos naufragios aquí, en nuestro propio mar, en nuestro Mare Mortuum...
− ¿Me pasas el libro de Gaël Faye y el de Luigi Ferrajoli?
− ¡Toma los dos! Así, de paso, aligeras el peso de mi motxila.
Ez adiorik!
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