Raúl Zibechi
Periodista

La pesadilla Milei y sus contrapesos

El aplastante triunfo de Javier Milei en las recientes elecciones argentinas significó un brutal impacto para los movimientos sociales, cuya militancia está debatiendo cómo encarar los próximos cuatro años de un mandato que comienza el 10 de diciembre y amenaza con desatar fuerte represión hacia aquellos sectores que resistan sus políticas.

Años atrás hemos destacado que desde la crisis global de 2008 no habría estabilidad, ni bajo gobiernos de derecha ni bajo los progresistas. Añadimos que el fin del ciclo progresista no implica que sobrevendrá un ciclo conservador, como queda claro en el caso de Brasil al haber retornado Lula al Gobierno.

Sin embargo, lo que va siendo evidente es que asistimos a un corrimiento hacia la derecha del espectro político y que los nuevos gobiernos que se dicen progresistas ya no lo son, en la medida que la agenda política ha sido ganada por los temas de la derecha, como la seguridad, entre muchos otros.

Habría que establecer tres niveles de análisis para profundizar en la situación argentina: la escala global, la regional y la nacional. En las tres observamos que la tendencia principal es hacia la inestabilidad y una creciente conflictividad.

Atravesamos momentos de graves confrontaciones, con especial intensidad en Ucrania y en Gaza, pero también en Siria, Afganistán, Yemen, Sudán, Eritrea y Nagorno Karabaj, por mencionar apenas los más evidentes. Se trata del conflicto geopolítico entre Estados Unidos y sus aliados y la alianza China, Rusia y sus aliados, que genera una inestabilidad global con tendencia a la confrontación entre potencias nucleares.

Lo que predomina en todo el mundo es la tendencia a convertir todos los conflictos en guerras que tienden a escalar.

En América Latina destaca la alta conflictividad en Centroamérica. En Panamá, la resistencia popular acaba de imponer una derrota a la minería. En Guatemala, el Gobierno de Bernardo Arévalo tendrá enormes dificultades para realizar los más pequeños cambios, ante la fuerte oposición y boicot de los poderosos. En Honduras, el Gobierno progresista de Xiomara Castro no ha hecho cambios pero ha profundizado la militarización, como ya sucedió en México y en El Salvador.

En Sudamérica, donde formalmente la mayoría de los gobiernos son de cuño progresista, el panorama es desolador. Militarización en Chile, parálisis en Brasil y Bolivia, escasísimos logros en Colombia que anticipan nuevas ofensivas de una derecha desplazada por primera vez del Gobierno. El modelo de acumulación por despojo sigue siendo aceptado por todos los gobiernos, más allá de quien esté al mando.

En Argentina, Milei se ha recostado en el empresariado y en la derecha tradicional para ganar la segunda vuelta y ahora está mostrando que no podrá cumplir buena parte de las promesas de campaña. Como señala el ensayista Ariel Pennisi, «las derechas se muestran muy beligerantes, al punto que a un tibio reformismo lo tratan como si fuera una revolución».

Lo cierto es que la derecha política, económica y mediática aprendió a deslegitimar y bloquear los cambios más pequeños que se pretenden implementar y lo peor es que consiguen grandes éxitos en ese empeño.

En todo caso, los afanes de Milei tendrán dos grandes límites.

Por arriba, debe recordarse que prometió romper con Brasil y con China, adoptar el dólar como moneda y acercarse a Estados Unidos e Israel. Debió dar marcha atrás con Lula, al que envió una carta invitándolo a la asunción el 10 de diciembre, presionado por el sector exportador ya que Brasil es el primer socio comercial.

Con Beijing también hizo las paces. «Agradezco al presidente Xi Jinping las felicitaciones y los buenos deseos que me ha hecho llegar a través de su carta. Le envío mis más sinceros deseos de bienestar para el pueblo de China», escribió Milei. Es evidente que su promesa de «no hacer negocios con comunistas», le resulta insostenible ya que China es un gran importador de soja argentina y el segundo socio comercial del país.

Más aún, la futura canciller de Milei, Diana Mondino, señaló que el embajador argentino en Brasil seguirá siendo Daniel Scioli, quien fuera vicepresidente con Néstor Kirchner y ministro con Alberto Fernández. Habrá que esperar para comprobar tanto las continuidades como las rupturas del nuevo gobierno.

Sobre la dolarización ya no se habla porque debería superar muchos obstáculos y el propio Milei ya la postergó indefinidamente. En su primer viaje estrechó alianzas con Washington, donde fue recibido por altos funcionarios que bendijeron su viraje geopolítico y su opción de no ingresar a los Brics.

Uno de los aspectos más problemáticos del Gobierno de Milei es su propuesta de privatizar la estatal petrolera YPF y, por lo tanto, la totalidad de las reservas del enorme yacimiento de Vaca Muerta (donde el Estado participa con el 42%), así como del litio, dos de las mayores riquezas del país.

Por abajo, se anticipa una aguda confrontación social, toda vez que habrá liberación de precios y un freno a la obra pública, medidas que se sentirán en las economías populares. La austeridad fiscal y un neoliberalismo salvaje, serán decisiones que inevitablemente generarán conflictos con una parte de la población, que ya se muestra dispuesta a oponerse a las privatizaciones y a la reducción del gasto social y educativo anunciados.

Durante el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), a la oposición kirchnerista le funcionó promover una masiva oposición callejera para frenar las reformas graduales por las que optó el entonces presidente, lo que jugó un papel decisivo en el fracaso de ese gobierno. Pero no queda claro que ahora vaya a funcionar la anunciada «resistencia» que busca promover el retorno del progresismo.

El movimiento popular está muy debilitado y desentrenado de la movilización, pero además deberá enfrentar un duro despliegue represivo a cargo de la futura ministra de Seguridad Patricia Bullrich, quien no dudará en aplicar mano dura como ya hizo durante la gestión de Macri.

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