Roberto Uriarte Torrealday
Profesor de la Universidad del País Vasco

La piedra en el zapato del PNV

El PNV no puede estar más satisfecho con su situación actual. Con una envidiable cohesión interna, gobierna en las tres capitales de la CAV, en los principales ayuntamientos, en las tres diputaciones, en el Gobierno navarro –a pesar de su mínima implantación social en ese territorio- y en el Gobierno Vasco.

Tras una campaña triunfal, en la que los demás partidos ni siquiera se han esforzado en cuestionar su hegemonía, ni en desmontar las principales falacias en las que esta se basa, un PNV pletórico, se dispone a formar gobierno. Tanto el PSOE como el PP, e incluso EHBildu, se le ofrecen como compañeros de fatigas, disputándose sus favores. En el caso de Bildu la situación resulta sorprendente, ya que era evidente que iba a recibir un desplante de quien hace tiempo que se decantó por otra novia. Al menos Podemos mantiene cierta dignidad, aceptando el papel al que ha sido relegado por la ciudadanía tras una campaña de subalternidad aceptada.

Pero el PNV tiene una piedra en el zapato que se llama Txiki Muñoz. El enfado que destilan hacia él sus principales autoridades contrasta con el tono casi paternalista que utilizan con los partidos de la oposición. No se trata de hacer un panegírico de los sindicatos, sino de intentar entender por qué Txiki Muñoz es el destinatario de tanto rencor en medio de un panorama político que parece más bien un balneario. Y sinceramente creo que es porque está haciendo un diagnóstico de la realidad política del país y un discurso contrahegemónico que intenta desmontar las falacias del relato del «oasis vasco» y de la «agenda vasca» que ha creado el PNV y que extienden con gran efectividad algunos medios de comunicación y especialmente la radiotelevisión pública que este dirige; unas falacias que los otros partidos ni siquiera se esfuerzan en desmontar, y que va calando entre la ciudadanía, como el sirimiri.

Se puede estar o no de acuerdo con determinadas prácticas sindicales o con la entidad que su sindicato da a las cuestiones identitarias. Pero por lo que se refiere al diagnóstico de las políticas sociales y económicas que desarrollan nuestras instituciones, no se equivoca en mi opinión Txiki Muñoz; y tampoco cuando les lee la cartilla a los partidos de la izquierda y les dice que no están haciendo su trabajo. La política es básicamente cuestión de prioridades y es fundamental hacer un buen diagnóstico de la situación que atraviesa el país y de las prioridades que hay que reivindicar aquí y ahora. Y dichos partidos deberían centrarse en combatir las políticas neoliberales que desarrollan las instituciones gobernadas por el PNV, sin que sirva como excusa el hecho de que en otros territorios esas mismas políticas se apliquen de forma aún más agresiva o la reivindicación de X competencias.

El actual modelo de acumulación es una máquina de desigualdad y cada año que pasa y al margen de la propaganda gubernamental, la sociedad vasca es una sociedad más injusta y más desigual. Y en los próximos años de gobierno del PNV van a seguir creciendo las desigualdades entre los vascos. Es así de simple: la acción política va a reforzar los niveles de desigualdad. No cabe engañarse al respecto. Es imposible revertir, es imposible incluso frenar ese proceso teniendo como tenemos prácticamente la presión fiscal más baja de Europa y basada fundamentalmente en las rentas del trabajo.

Y día a día el PNV nos sorprende con nuevas bonificaciones en el tratamiento fiscal de las rentas que no proceden del trabajo. Precisamente en la última comparecencia del Diputado General de Bizkaia, anunciaba modificaciones en el IRPF y en el Impuesto de Patrimonio, a la vez que cargaba contra Muñoz, al que emplazaba a crear un partido político y presentarse a las elecciones. Sinceramente, considero que los sindicatos tienen no solo el derecho, sino también el deber de expresar las inquietudes de sus representados respecto de las políticas sociales y económicas y en concreto, respecto de las prioridades presupuestarias que debe tener un gobierno en una época de crisis. Una época en la que, mientras el PIB crece en torno al 3%, igualmente crece el porcentaje de población en riesgo de pobreza severa y sin embargo, muy por encima crecen los beneficios de las cien familias más ricas –nueve de ellas vascas, incluido Aristrain, para quien la fiscalía reclama 64 años de cárcel por un fraude fiscal de 1.400 millones-; unas familias que se han apoderado ya de casi la quinta parte de la riqueza total del país. Todo ello, la misma semana que sabemos que las instituciones han echado a la basura diez millones de euros invertidos en un depósito de purines en Karrantza, que no se acabará haciendo; y que el Tribunal de Cuentas estatal obliga a devolver unas ayudas también millonarias que otorgó irregularmente el anterior Diputado General. Un Diputado que, no lo olvidemos, pasó por puertas giratorias a presidir el Tribunal Vasco de Cuentas, una institución en la que deberían estar expertos independientes del poder político y dispuestos a fiscalizarlo estrictamente.

Con un panorama como este, quizá los líderes sindicales podrían dedicar más tiempo a otras cosas; pero antes sería necesario que los partidos de la oposición recuperaran el papel que les corresponde como oposición y supieran poner sobre la mesa la verdadera «agenda vasca», que no es tanto la agenda de las competencias como la agenda de las políticas.

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