Jesús Valencia
Internacionalista

La solidaridad navega de nuevo

En esta ocasión con rasgos exclusivamente femeninos. La nueva singladura arrancó en los muelles de Barcelona el 14 de setiembre; el destino era el habitual: el bloqueado mar palestino. La nueva expedición ha intentado seguir la estela de aquellos dos barquitos que, para sorpresa general,  consiguieron en 2008 atracar en Gaza. Fue la primera y última vez; las seis flotillas siguientes chocaron contra el muro invisible y armado que el sionis- mo ha tejido en aguas que no le pertenecen.

La expedición de este año – Mujeres rumbo Gaza– se marcó como objetivo el de siempre: recordarle a nuestra olvidadiza memoria que Palestina existe y denunciar la colonización salvaje que soporta: «Nuestro puerto de llegada –declaraban– es la conciencia de la humanidad». No se trataba de un flete benefactor para transportar ropas usadas y algunos paquetes de garbanzos: «El mundo –decía la novelista egipcia Adhaf Soueif– trata a Gaza como un caso de ayuda humanitaria; lo que necesita Gaza es libertad». El objetivo específico de la travesía fue tributar un homenaje a todas las mujeres palestinas, artífices de una patria inclaudicable y activistas a tiempo completo en los más diversos menesteres.

El grupo lo conformaban, en su origen, treinta mujeres de nacionalidades, edades y perfiles diferentes: profesora, activista, médico, política, atleta, trabajadora social, Premio Nobel de la Paz, maorí miembro del Parlamento neozelandés, israelí asesora en la Knesset, excoronel del Ejército americano, actriz y dramaturga. Madelaine Habib –capitana de la flotilla–  reflejaba en su tez morena el origen tasmano y los treinta largos años de navegación marítima y humanitaria.

El muelle barcelonés de Boch i Alsina fue testigo de la febril actividad y de las razonables cautelas que precedieron a la salida. Ada Colau, alcaldesa y también mujer, despidió a las solidarias en el momento de arrancar la travesía. Los dos veleros: el Amal (esperanza) y el Zaytun (oliva) se deslizaron suavemente aguas adentro en aquel atardecer de setiembre. Miles de personas amigas, apostadas en los espigones, aplaudían el paso de las embarcaciones; la conocida melodía argentina de «Solo le pido a Dios» incrementaba la magia del momento. El toque discordante corría a cargo de la patrullera de la Guardia Civil que les acompañaba.

La travesía del primero de los veleros fue muy breve. Nada más iniciada la singladura, tuvo que regresar a puerto y el nuevo atraque fue definitivo. Un suplente –el Amal II– se incorporó a la Flotilla unos días más tarde y no tuvo mejor suerte que su predecesor. Las escalas en el puerto corso de Ajaccio, y en el siciliano de Messina avivaron la sensibilidad y el apoyo que encontraron en ambas ciudades las intrépidas navegantes. Aunque, a decir verdad, eran muchos los núcleos internacionalistas de todo el mundo que seguían de cerca la travesía de Mujeres hacia Gaza; en la distante San Salvador, la clausura de una exposición pro palestina incluyó un cálido mensaje de apoyo a la Flotilla.

Como es fácil suponer, no eran solo ojos amigos los que seguían de cerca la marcha del Zaytun. El Gobierno israelí, pese a sus numerosas gestiones, no consiguió prohibir la salida del velero. Antes de que este se aproximara a las cien millas de Gaza, ya advirtió Tel Aviv que lo interceptaría. La solicitud que presentaron las navegantes ante el Gobierno de Madrid para que garantizase su seguridad no encontró respuesta. Tampoco sirvió de nada la demanda de protección que un grupo de euro parlamentarios dirigió a la Representante de la UE para Asuntos Exteriores. Israel puede incumplir la legislación interna- cional con total impunidad.

A medida que el velero se acercaba a Gaza, la preocupación de las embarcadas iba en aumento: «No voy a mentir; me muero de miedo a marearme, a caer por la borda, a perderme en el mar. Pero lo que más temo es lo que podría suceder si nos quedásemos en casa, silenciosas, complacientes». En la tarde del 5 de octubre, y superando la peor de las previsiones, el Zaytun fue abordado por la marina israelí. Victoria pírrica. Nada más fácil que detener a trece pacíficas mujeres y secuestrar el quejumbroso cascarón en el que viajaban; más difícil será borrar el reguero de repudios que la nueva canallada sionista ha provocado. La humilde población de Gaza que se aprestaba a dar el ongi etorri a las solidarias, fue ahuyentada con bombas de sonido; munición incapaz de ahogar la esperanza que anida en el corazón de ese pueblo originario.

Las mujeres de la Flotilla, donde quiera que se encuentren en estos momentos, bien pudieran recitar a sus captores el poema del palestino Mahmoud Darwish: «Vosotros tenéis espadas, nosotras sangre; vosotros tenéis acero, nosotras carne».

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