Javier Echeverría Zabalza
Miembro de Podemos-Ahal Dugu

La sorpresa de Podemos: una lectura política del 20D desde Navarra

La irrupción de Podemos ha constituido uno de los hechos relevantes de estas pasadas elecciones. Sus resultados han sido muy buenos en general, pero sobresalen los de algunos territorios periféricos entre los que destacan la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) y Navarra. Dado que en Navarra se han dado diferencias muy notables entre candidaturas y resultados del Congreso y del Senado, me centraré exclusivamente en el primero.

Dejando los detalles más concretos para cuando dispongamos de encuestas postelectorales, voy a basar este análisis en los saldos «netos» de votos que se pueden observar al comparar los resultados de las generales de 2011 y de estas últimas. Esta comparación ofrece un resultado tan claro y rotundo en Navarra que se puede resumir fácilmente en tres puntos. Primero, en las generales de 2015 se han movilizado en Navarra casi 22.500 personas más que en 2011, entre aumento de participación y de censo (censo total de 478.332). Segundo, las opciones que se pueden considerar de derechas (UPN-PP y Ciudadanos) han sumado aproximadamente el mismo número de votos en 2011 y en 2015 (126.000), siendo la única variación importante que UPN-PP ha disminuido en más de 24.000 votos, los mismos prácticamente que ha conseguido Ciudadanos. Y en tercer lugar, Podemos ha recogido los votos correspondientes a todas las pérdidas de votos del resto de opciones (todas pierden), además de todos los correspondientes a los aumentos de participación y censo.

Sobre esta base, los cambios fundamentales que se pueden resaltar son, además de la mayor participación citada: a) el surgimiento de Ciudadanos como nueva opción de derechas; b) el descenso de casi 18.000 votos del PSN-PSOE, en racha descendente: de 117.920 en 2008 a 54.700 en 2015; c) el fuerte descenso de las dos opciones abertzales (11.857 Geroa Bai y 14.244 EH Bildu); y d) el debut de Podemos en generales con 81.216 votos, incluidos los del exterior. Las pérdidas de votos del resto de opciones son menores.

Las claves para explicar estos cambios se pueden reducir a cuatro variables: clase social, edad, urbano-rural y la disminución de la influencia de la «barrera identitaria» en los flujos de votos. En primer lugar, el porcentaje de voto a Podemos ha sido especialmente alto en los barrios y pueblos de clases trabajadoras y populares, así como en aquellos barrios y pueblos con mayor proporción de gente joven. En segundo lugar, han sido las zonas más urbanas las que más se han visto tintadas de morado. Dejando Pamplona a un lado –el porcentaje de voto en Pamplona es prácticamente igual a la media de Navarra (23,0%) debido a la importancia cuantitativa de sus clases medias-altas–, todos los grandes pueblos de la Comarca de Pamplona y la mayoría de cabeceras de zona o Merindad tienen un porcentaje de voto a Podemos bastante más alto que la media, variando entre el 25,0% y el 33,0%. Las excepciones son Cizur (14,9%), que se explica por la variable «clase», y Tudela (21,7%) y Estella (20,3%), en donde algunas opciones han resistido más el vendaval de Podemos. Por último, las resistencias al cambio de voto que hasta ahora suponía la barrera entre diferentes proyectos político-territoriales han disminuido considerablemente el 20D. La hegemonía que tuvieron las opciones abertzales en muchos barrios y pueblos en las municipales ha pasado a tenerla Podemos en las generales.

¿Qué hay de sorprendente en estos resultados? En primer lugar, se puede decir que no sorprende que una parte importante de la base electoral del PSOE haya votado a Podemos; tampoco, que las variables clase y edad hayan tenido una fuerte influencia, y lo mismo se puede decir de la variable urbano-rural. Lo que sí ha sido una sorpresa es la magnitud de los cambios y, sobre todo, la fuerte porosidad que ha tenido en esta ocasión la «barrera identitaria» en contraste con lo que ha sido habitual hasta ahora; y esto último es en parte causa de lo primero.

¿Qué causas principales han podido estar en la base de estas sorpresas? Previamente es necesario decir que se trata de un fenómeno de ámbito más amplio que Navarra, ya que también se ha dado en la CAV y, además, también se puede extender al menos a Cataluña, Comunidad Valenciana y Galicia, aunque en estos tres territorios también han concurrido otros factores destacados. En segundo lugar, hay que subrayar la contraposición que se ha dado en la precampaña y campaña entre la concepción de país de Podemos y el de las otras tres fuerzas mayoritarias del caduco régimen de 1978. Podemos se ha basado en la defensa de un Estado profundamente social, en una profundización democrática que, además del fomento de la participación ciudadana, blinde constitucionalmente la lucha contra la corrupción y la independencia de la justicia, y lleve a cabo una reforma electoral que haga que todos los votos valgan igual, y por último, ha defendido el Estado plurinacional y ha propuesto el derecho a decidir como la clave de bóveda para dilucidar democráticamente tanto los contenciosos de marco político-territorial como otros importantes. Además, claro está, de algunos argumentos fundamentales para hacer ver la necesidad del cambio en el Estado –incluso para que los cambios territoriales puedan ser mayores– y que Podemos es la única fuerza capaz de articularlo hoy. Frente a este planteamiento, PP, PSOE y Ciudadanos han defendido las líneas básicas del régimen del 78: élites como objetivo y como componenda de la gobernanza (bipartidismo con la muleta de Cs), mantenimiento de los aspectos básicos de las políticas contra-populares de la crisis… y Estado uninacional impuesto desde arriba en la Constitución.

En definitiva, el objetivo era que la gente intuyera, al menos, lo que nos estamos jugando en estos momentos en el Estado. Se trata de lo que Javier Francé llama «la lucha por la reconfiguración de la comunidad política», en la que se combinan lo social y lo democrático de tal manera que «el derecho a decidir sintetiza bien la impotencia de los partidos de la Transición para renovar la legitimidad de la democracia de 1978». Porque no se trata de la impostura de la coletilla que se añade a una forma federal rígida y limitada impuesta desde arriba. Y ni siquiera consiste sólo en una forma de decidir radicalmente democrática. Lo verdaderamente seductor de la apuesta de Podemos es que, dentro de su propuesta social y democrática global, el derecho a decidir simboliza una nueva forma de entender la relación entre ciudadanía y Estado. Y esto es lo que resulta más atrayente para todas aquellas personas que son conscientes de la naturaleza y profundidad del cambio que se necesita en la sociedad actual; de la misma manera que es enormemente rechazable para los partidos del régimen.

Hemos cambiado la correlación de fuerzas, pero necesitamos hacerlo mucho más. Y no tenemos otra forma de conseguirlo que con más democracia, mucho trabajo en instituciones y calle, humildad e inteligencia política.

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