María Serrano Mitxelena y José Mari Uria Azkarate
Miembros del Movimiento de Pensionistas de Gipuzkoa

La unidad imbatible de las y los pensionistas

Si la unidad puede concretarse en consensos, mejor que mejor. ¿Quién prefiere una unidad parcial antes que un consenso? El consenso es unanimidad. Pero el consenso no siempre es posible. Como en la vida misma somos plurales, tenemos ideas, diagnósticos y alternativas diferentes, a veces grandes, la mayoría de las veces pequeñas.

El 30 de enero pasó. Y lo hizo como era de esperar. Una gran parte del movimiento de pensionistas se movilizó, y otra parte no. Con ello se puso de relieve la pluralidad del movimiento, nada más. Algo que de ninguna manera debe leerse como una división. De hecho todos juntos, las y los pensionistas tenemos muchas movilizaciones por delante. Lo que nos une es mucho, y ahí debemos poner el acento. Quien quiera hacer énfasis en una división estructural debería explicar si es lo que desea y qué persigue con semejante afirmación.

Para el movimiento de pensionistas el tiempo es un valor precioso. No hay tiempo que perder. Por eso no nos valen esas respuestas a nuestras demandas que nos dicen que harán falta nuevos tiempos para avanzar más en pensiones dignas, que se trata de fijar la vista en un futuro impreciso y, siendo realistas en el mejor de los casos, aceptar subidas adaptadas al IPC, por ejemplo. No tenemos mucho tiempo, vivimos en el aquí y ahora, y es ahora cuando necesitamos pensiones dignas que nos permitan vivir como seres humanos en el siglo XXI. Con edades superiores a los 65 años, el movimiento de pensionistas vascos tiene urgencias, y afirma que sólo si se pone en el centro de la política a las personas y en este caso a las veteranas, se podrá abordar con voluntad política y habilitando recursos la pensión mínima de 1.080 euros.

Tenemos ahora un gobierno estatal que a priori consideramos que será más sensible a nuestras reivindicaciones. Cada avance que proponga hacia unas pensiones más justas será bien recibido. Y justamente por eso nos manifestamos el 30 de enero: porque entendemos que la mejor alianza que puede hacer el Gobierno es con el movimiento de pensionistas en las calles. Frente a las presiones de las derechas el Gobierno necesita cargarse de razones y para ello nuestras movilizaciones son el mejor argumento. Es un error la idea de que se ayuda más al Gobierno central desde la no movilización. Lo dijo Pablo Iglesias: «No nos dejen solos», y eso hacemos. Más en esta época de ascenso de las derechas.

La unidad en la movilización es el camino. Se vio que del mismo modo lo entendió una multitud en nuestras ciudades. Nadie fue llevado a las manifestaciones, lo hicieron los pensionistas libres, sabedores que gobierne quien gobierne las pensiones se defienden. En el camino largo que aún tenemos por delante la unidad será una estrategia central. Y si la unidad puede concretarse en consensos, mejor que mejor. ¿Quién prefiere una unidad parcial antes que un consenso? El consenso es unanimidad. Pero el consenso no siempre es posible. Como en la vida misma somos plurales, tenemos ideas, diagnósticos y alternativas diferentes, a veces grandes, la mayoría de las veces pequeñas.

En realidad las virtudes del consenso encuentran sus límites en que no siempre es posible y en democracia las diferencias se dirimen votando. Si no fuera así nos encontraríamos con un serio problema: una minoría podría vetar un acuerdo, podría bloquear la mayor unidad posible, y en ese caso el consenso se transformaría en un handicap para avanzar. Y es que el consenso y la unidad deben mirar hacia adelante no hacia atrás. La movilización mira adelante, la inmovilidad se queda atrás.

El consenso, además, no debe constituir una condición que limite los debates abiertos, sanos y constructores de nuevos paradigmas, de nuevas idas y de nuevos procesos. Es así que la unidad en el consenso es muy buena siempre que este último no actué como el palo entre las ruedas para no dejar avanzar. Nadie debe temer que en ocasiones las diferencias nos lleven a votaciones donde se identifiquen mayorías y minorías ambas respetadas. Así ocurre en todas las esferas de la democracia, en la política, en las formas de funcionar de las organizaciones, en los sindicatos, en los clubes deportivos.

Salimos a las calles el 30 de enero sabiendo de memoria que la asignación de las pensiones es de competencia estatal. Pero también con la convicción de que en el nivel de nuestra autonomía hay o puede haber herramientas para abordar desde el Gobierno Vasco y diputaciones una complementariedad de pensiones que corrija la injusticia de pensiones indignas. La actual RGI, siendo una herramienta válida para atender a las personas más vulnerables, no lo es cuando se trata de complementar las pensiones hasta donde demandamos. Requiere que sea reformada. Se trata de voluntad política.

El hecho de que el gobierno PSOE/Unidas Podemos anuncie que en su legislatura se aprobará una salario mínimo de 1.200 euros, demuestra que los 1.080 de pensión no es ningún disparate sino todo lo contrario, una cantidad razonable.

Los miles y miles de pensionistas que salimos a la movilización lo hicimos desde la idea de que la complementariedad desde las comunidades autónomas es una acción que obliga a quienes aspiran a mayores competencias y priorizan el servir a la gente. De modo que el Gobierno Vasco y los partidos que lo sustentan, habilitando una nueva herramienta legal tienen la ocasión de demostrar que están en la vía de un más alto grado de soberanía con sensibilidad social. Por otra parte la ley permite abrir vías que hagan posible lo que demandamos y de la misma manera que la RGI es fruto de una voluntad política, puede y debe serlo una complementariedad de pensiones hasta 1.080 euros, que es una cifra recomendada por la Carta Social Europea, y los convenios 102 y 128 de la OIT. Así también se trata de cumplir con la Constitución, cuyo artículo 50 proclama que «los poderes públicos garantizarán mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad».

Sentimos que faltaran compañeros y compañeras. Y lo sentimos porque fue una jornada inolvidable, de alegría, de pelea, de gritos reivindicativos, de protesta, de reencuentro. Bueno, lo ocurrido es parte de la vida. Seguro que volveremos a estar todas y todos juntos. Después del 30 de enero seguiremos teniendo tareas y movilizaciones por hacer. La esperanza es esa luz que se carga con las pilas del movimiento de pensionistas.

Recherche