Las bengalas sirven para iluminar
Las bengalas sirven para iluminar, hacer visible un punto o lugar por algún motivo, para señalizar o para pedir auxilio. Las bengalas, como todo, hay que utilizarlas con precaución tanto en el momento de encenderlas, como en el lugar a iluminar, como en qué contenedor depositarlas. Las bengalas pueden ser un artículo peligroso tanto si caen en una casa particular como si se arrojan sobre el movimiento popular con el único objetivo de manipular la opinión pública.
Euskal Herria es pequeña, y más aún Araba, muchos nos conocemos y casi todo se termina sabiendo. Saben la verdad, sabían que ningún colectivo en defensa de la tierra, en defensa de lo común y en contra de la burbuja energética de renovables arrojó ninguna bengala en casa de Aritz Otxandiano. Y aun así, en diferentes medios de comunicación, han sido varios los que han intentado criminalizar a los movimientos contrarios al despliegue descomunal de centrales energéticas, señalándolos como autores de los hechos. Esto se llama difamar, mentir con el propósito de manipular la opinión pública y de favorecer determinada estrategia política. Han utilizado una fake news como lo haría la derecha. Los militantes de los movimientos en defensa de la tierra, como el señor Otxandiano, también somos compasivos y sabemos perdonar. Lamentablemente, todavía no hemos visto a nadie retractarse de sus palabras ni arrepentirse de haber vertido acusaciones falsas.
Es evidente que parte del movimiento popular es molesto para algunos. Sobre todo si no sigue la estela de los partidos políticos de turno fieles al capitalismo depredador. Los movimientos en defensa de la tierra surgimos para denunciar y hacer presión ante las barbaridades de políticos y empresarios. Luchamos por una transformación más profunda y duradera que haga frente a la crisis climática, energética, social y ecológica a la que nos han llevado los grandes monopolios energéticos y financieros, los gobiernos y las multinacionales.
La crisis climática, junto con la energética, la económica, la crisis social y de la biodiversidad, las tenemos encima y parece que tienen muy difícil solución. El crecimiento económico continuo y las ansias de acumular riqueza de unos pocos nos han dirigido a un consumo exacerbado de recursos naturales y materias primas. Ante la urgencia y la obligada necesidad de actuar a la que nos enfrentamos, bancos, fondos de inversión y oligopolios energéticos ven nicho de negocio, y gobiernos y políticos cortoplacistas les ponen la alfombra roja, quizá pensando en pescar algo.
Nos presentan las macrocentrales eólicas y fotovoltaicas a gran escala como la solución al problema. Sin embargo, esta solución no viene para sustituir a la energía fósil, ni es sostenible, ni justa, y mucho menos verde. No es sostenible porque no cumple con el equilibrio de la actividad humana y los recursos del entorno y no garantiza su disponibilidad a largo plazo. No es justa porque no rompe con la lógica del expolio imperialista de la riqueza global. Y no es verde, porque habla de la «neutralidad climática» basada en la compensación de carbono, en vez de hablar de «reducción de emisiones». Es decir, «contamino, pero planto árboles». La reducción de la temperatura global a través de la reducción de las emisiones de carbono no se logrará, por tanto, con las políticas económicas y el negocio energético actuales.
La apuesta de los políticos de todos los colores por un país industrial es clara, y para eso quieren introducir la industria de hidrógeno, baterías, centros de datos, macrocentrales de biogás y de biomasa, mayor producción de vehículos eléctricos y de combustión e industria militar y armamentística. Para alimentar esta industria con fuentes de energía eléctrica barata necesitan más centrales eólicas, fotovoltaicas y quizá nucleares. Toda esta industria ni es sostenible, para nada justa y está muy lejos de ser verde. Estas políticas económicas, de ser, son retardistas.
Retardistas son los que facilitan la ocupación de montes y tierras para destinarlas a las centrales energéticas en detrimento de ecosistemas, de la biodiversidad, de zonas rurales. Narrativas retardistas son las que anuncian inversiones millonarias en energía fósil en forma de mejoras y ampliaciones como las del Puerto de Bilbao (más entrada de mercancías y cruceros), el aeropuerto de Foronda (aumento de trasiego de mercancías y vuelos charter baratos), ampliación de carreteras y nudos de conexión por el previsto aumento de trasiego de trailers, etc.
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