Ander Jiménez Cava

Las elecciones españolas en Euskal Herria sur

La reducción drástica del apoyo electoral a EH Bildu es una debacle, es una sangría de votos. No sé si esto se puede decir. Los políticos seguro que no, pero yo sí, porque me da igual EH Bildu, lo que me importa es el modelo alternativo que proponen. Lo que importa es el cambio político y social que supondría el triunfo de unas ideas, no la herramienta electoral utilizada para ello.

Lo más sorprendente de la campaña (declaraciones, propaganda, debates, mítines, ¡hasta una carta abierta!) ha sido la obsesión con Unidos Podemos, daba la impresión de que el enemigo político de EH Bildu eran ellos: ni el PSOE, ni el PP, ni el PNV. Es como si hubieran omitido al resto de los partidos, fueran vascos o estatales. Dado que el barco del señor coletas pesca en el mismo caladero, a los responsables de la campaña se les ocurrió que el voto había que disputárselo a éste, utilizando para ello el factor nacional. Obviaron que Podemos es el único partido español con posibilidades de gobierno, que ha dicho claramente que catalanes y vascos somos nación, apoyando un referéndum vinculante (creo que hacer de eso un asunto baladí, es más por interés partidista que por convicción independentista). Olvidaron que la gente de izquierdas, en general, no vota por lo que es, pues la identidad es una construcción social y lo que somos se construye con ideas, y no al revés. Quiero decir, la reserva de votos que está ligada a «lo que somos», el voto dependiente de la filiación emocional, tiene un límite, y además está disminuyendo. ¿Quiere esto decir que hay que renunciar a que somos un pueblo? No. ¿Quiere esto decir que hay que renunciar a que somos una clase social? En absoluto. La cuestión reside en cómo se articulan esas ideas con que las personas se identifican. Trazar el camino de la liberación humana y de la transformación social no es fácil, por eso no es suficiente con pintar la casa de rojo, verde y morado. Son los cimientos los que deben estar bien apuntalados.

Es por ello que el problema no radica en la campaña electoral, sino que dicha campaña es el reflejo de los problemas que existen en el programa político, en el proyecto liberador. Y son dos las cuestiones principales que se deben plantear (y de hecho ha planteado históricamente la izquierda abertzale): por un lado la subordinación política del pueblo vasco respecto al Estado español (independencia) y por otro el modelo socioeconómico, o sea, la forma en que se dan las relaciones de producción (socialismo). Si a EH Bildu le desorienta la presencia jeltzale en el espacio donde opera la cuestión nacional, y le desorienta Podemos en el espacio donde opera la cuestión social, apaga y vámonos.

Ahora mismo no recuerdo quién decía aquello de que la honestidad es una virtud revolucionaria. Pues bien, creo que ahora es el momento en que los dirigentes de EH Bildu deben hablar honestamente. Tienen dos opciones, o continúan en esa ambigüedad que, supuestamente, les permite ensanchar su nicho de voto, o dicen claramente cuáles son sus aspiraciones y nos tratan como a un pueblo mayor de edad. ¿Es la gestión amable del capitalismo lo que pretenden, sazonada con una pizca de política social, o es la transformación de las relaciones sociales? ¿Van a mendigar al PNV un nuevo plan Ibarretxe, o van a pelear con argumentos la necesidad de que el centro de decisión política pertenezca al pueblo? En este sentido, es un error que la dirección (en los dos sentidos de la palabra) sea inmune a una crítica profunda. La cerrazón oficialista no es un camino, porque si en nombre de la unidad se justifica la negación de las ideas esenciales de este movimiento transformador, luego pasa lo que pasa. Y no se puede prometer que en Euskal Herria vaya a llover menos, pero todo lo demás está por hacer mientras el horizonte de las ideas esté despejado.

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