Ana Agúndez Basterra
Cinturón negro de Hapkido y Taekwondo

Las orquídeas arderán

Cómo encarar las agresiones contra las mujeres, dentro de sus diferentes movimientos emancipadores, ha sido y será siempre motivo de cierta polémica.

Antes de entrar en el contenido de esta pequeña aportación sobre la autodefensa feminista, permítannos indicarles que como sustentáculo del relato, en la rebotica, tenemos un grupo de profesoras y profesores de artes marciales que, a modo de voluntariado, colaboramos con diferentes colectivos de mujeres, con la UPV-EHU y las áreas de igualdad que nos requieren, en la enseñanza de técnicas de defensa personal. Nuestra visión y sistema de entrenamiento se recoge en el libro "En femenino: autodefensa científica" elaborado con fines altruistas por mujeres practicantes de Hapkido y Taekwondo.

Las agresiones diarias contra las mujeres, situándonos ante una violencia sistémica a la que debemos afrontar desde diferentes visiones, nos empuja a aportar a cada cual lo que sabemos.

La autodefensa feminista, citando por falta de espacio unas pequeñas reseñas, se remonta a los días de la Revolución francesa, cuando su mentora, Théroigne de Méricourt, agitadora feminista, como una forma de demostrar su rebeldía ante la manera desposeída con la que se trataba a la mujer, creo «el tercer cuerpo de ejército de los arrabales». Se vestía como amazona, símbolo de feminidad guerrera.

Las suffragettes, colectivo de mujeres que emergió a finales del siglo XIX, usando palos, fustas y paraguas, exigían acabar con la opresión patriarcal. Una de sus acciones más conocidas, en 1913, nos ha inspirado para darle título a este escrito: la quema del Pabellón de las Orquídeas del Real Jardín Botánico de Kew de Londres. Las bellas orquídeas, todo un símbolo nacional, habían sido arrasadas.

En muchos países, sobre todo en Francia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos, se crearon organizaciones formadas por mujeres que, además de instrucción militante, impartían clases de artes marciales. Merecen una alusión especial las activistas alemanas que para hacer frente a los nazis promovieron clases de autodefensa.

En la vida cotidiana, al pasear o viajar en tranvía, las mujeres debían enfrentarse continuamente al acoso masculino y entonces echaron mano de la imaginación: los espectaculares sombreros de comienzos de siglo, convertidos en moda, servían, por su gran volumen, para esconder punzones y armas cortantes. Uno de los complementos más usados para la autoprotección, capaces de causar un gran corte, fueron los alfileres de sombrero.

Recurriendo a la hemeroteca veremos que en Nueva York, Chicago o Sydney, se registraron numerosos casos de mujeres que, al ser atacadas, usaban los alfileres como defensa personal, llegando a editarse panfletos y pequeños manuales.

A modo de descargo, diremos que no es nuestra intención promover estas prácticas ni ninguna otra que no esté en concordancia con los preceptos marcados por la Ley. Nos limitamos a referir hechos históricos.

Vayamos ya a examinar, en nuestro contexto, en nuestro tiempo, cuáles son las presuntas e «insalvables» diferencias entre la autodefensa feminista que recibe el plácet institucional y la defensa personal impartida por mujeres con formación y experiencia marcial (deportistas de Taekwondo, Hapkido, Judo, Jiu Jitsu, WT, boxeo…), advirtiendo de que no existen opiniones análogas sobre esta materia.

A sabiendas de que los patrones culturales establecidos, la violencia simbólica, la violencia directa o la estructural, son formas de expresión de la dominación masculina, señalaremos que la autodefensa a la que nosotras nos referimos es integral y contempla todas las herramientas: las físicas y las psicológicas.

Cómo encarar las agresiones contra las mujeres, dentro de sus diferentes movimientos emancipadores, ha sido y será siempre motivo de cierta polémica. Estando totalmente de acuerdo en la necesidad de un enfoque de género para combatir esta lacra social, creemos que por desconocimiento, apriorismos, prejuicios y recelos, se ha generado una porfía estéril: la de enfrentar la autodefensa feminista, resguardada por formadoras y bastantes técnicas de igualdad de la actual vanguardia feminista, con la defensa personal en general.

Nosotras respetamos las disímiles teorías que anidan en el movimiento feminista, pero no nos parece prudente el afán de crear antagonismos imaginarios.

Nosotras razonamos el sistema de autoprotección o autodefensa, como guste apellidar, estudiando las diferentes morfologías para adaptar o seleccionar el tipo de técnicas necesarias. Después de muchos años de práctica, vista las dificultades que entraña un aprendizaje técnico de antiagresión, no podemos conformamos con cuatro trucos, ni con las ocurrencias traídas sin unas bases formativas serias. Además, la falta de rigor, las falsas expectativas generadas en cursos de días, ponen en riesgo a las practicantes.

Enfatizamos en un requisito imprescindible: la necesidad de una larga etapa de aprendizaje y el entrenamiento constante, por mor de la eficacia. La defensa personal física que nosotras hemos aprendido incluye recursos tales como los puntos hyoldo o kyusho especialmente aptos para la defensa de las mujeres, técnicas específicas antiviolación, formas de soltarse de todo tipo de agarres, la utilización de las llamadas armas ocasionales y recursos defensivos múltiples y contrastados en todas las fases de probatura o entrenamiento, también entrenado con hombres.

He aquí la opinión manifestada por algunas formadoras de autodefensa feminista sobre estas habilidades de contención: «las artes marciales han surgido como instrumentos patriarcales y son ajenas a las mujeres», «las artes marciales menosprecian el aspecto psicológico de la defensa» (sic), «la defensa personal relega a las mujeres a un papel secundario», «no está planteada desde una mirada colectiva, sin referentes y redes de apoyo», «no compartimos la visión que se da en los cursos de autodefensa física porque fomentan la violencia y, para eso, ya se sobran los hombres», «las dinámicas de los talleres se dividen en dos partes, una teórica (el 70 %) y otra, el resto, en la que pensamos diferentes situaciones de violencia»… Estos dictámenes nos suenan a apotegmas reduccionistas, nada prácticos, amén de peligrosos, ante una agresión física real, no virtual o fabulada en un cursillo teórico de unas horas.

Redundando: contra un agresor, aunque esté poco o nada preparado, cualquier método de autodefensa, para ser válido, debe ser riguroso y científico. Se precisan centenares de horas de entrenamiento y preparación para poder impartir clases de estos métodos. Las mujeres feministas y practicantes de artes marciales y deportes de contacto, como no podía ser de otra manera, compartimos la esencia del discurso feminista, pero no entendemos por qué se contrapone aprender a defenderse con métodos científicos y verificados, a la autodefensa feminista que solamente los contempla como una pequeña parte del todo, o directamente los objeta. Sobre «aprender a identificar las agresiones, analizar el origen, construcción de la violencia en todos sus aspectos y sus consecuencias», no tenemos nada que objetar. Mostramos nuestro total apoyo.

Nuestra capacitación, nuestra formación profesional dentro de las federaciones deportivas, son un activo a tener en cuenta, no un inconveniente. Nosotras no excluimos a nadie, al contrario, creemos en la necesidad de sumar medios y voluntades para atacar el machismo y la misoginia que impera en la sociedad. Lo que patrocinamos unas y otras es absolutamente compatible.

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