Josu Iraeta
Escritor

Las rémoras frenan y entorpecen la navegación

Vivimos tiempos convulsos, llenos de agitación, velocidad e imprevisión. Tiempos que influyen fuertemente en las personas metódicas, máxime en aquellas que –por su condición– están obligadas a planificar el futuro de su propio país.

De ahí el nerviosismo de los dirigentes del PNV, que muestran su temor a que la rancia derecha española recupere –utilizando métodos ya conocidos– la llave de La Moncloa. Me parece lógico, el PNV tiene que hacer valer en Madrid, su disposición permanente de «dar posada», al PSOE vascongado. Eso no puede ponerse en duda.

Lo cierto es que últimamente, tanto en Sabin Etxea como en Lakua, todo son quebraderos de cabeza. Y no es extraño, pues además de perder cientos de miles de votos de forma reiterada, llevan años intentando «tapar agujeros» por todos los juzgados de la «finca», lo que les supone un desgaste enorme. Se están cansando, y es que así, no hay dios que pueda gobernar.

Verle al señor Urkullu, con una carpeta bajo el brazo visitando a unos y otros, es lógico, algo tenían que hacer, no podían permanecer quietos, mirando como se vacía el «corral». Recuerden que en similares circunstancias le mandaron a Madrid al señor Ibarretxe, con aquello de la «Libre adhesión». Por cierto, hoy absolutamente enterrada por el propio PNV.

No es complicado, esta es la clave del nuevo «sainete» presentado por el señor Urkullu. Recuperar protagonismo metiendo ruido, e intentar «llegar vivos» al examen del próximo año. No hay más, eso es todo.

Mencionado el señor Urkullu, cabría decir que, la historia certifica que cuando un inquilino se instala en La Moncloa –no importa si repite o no– la dirección del PNV saca lustre a su formación más liberal y la expresa como lo está haciendo ahora el señor Urkullu. Ellos saben –nosotros también– que la ideología liberal que practican tiene como corazón de su sistema, la prioridad del individuo sobre la sociedad y eso se nota.

Recordemos aquello que defendía ufano un «socialista» nacido en Tafalla y que hoy practica el gobierno del señor Urkullu. De hecho, aplican una confesión ideológica que algunos llamaron «darwinismo social», que en resumen defiende que la sociedad solo puede progresar si no interfiere en la lucha entre los más fuertes y los más débiles.

Entre otras nefastas consecuencias, esta –y no otra– es la razón del triste deterioro de Osakidetza. Es decir, esto ocurre, cuando se aplica el modelo de la evolución de las especies.

Afirman que la sociedad y el propio país, deben situarse al margen de esa lucha. Es más, la protección de los débiles además de retrasar a los buenos y mejores «dicen», supone un fraude que distrae los recursos imprescindibles para el progreso.

Sin duda hacen referencia a la exquisitez y limpieza con que gestionan el dinero público. Cosa que han dejado patente –una vez más– en el llamado «Caso Bidegi».

¿Qué otra cosa se puede esperar, siendo éste el «catón» que en su praxis ejerce el gobierno, cuya cabeza pernocta en Ajuria Enea?

Es evidente que este discurso resulta duro e inaceptable en pleno siglo XXI, por eso se subraya la «libre elección individual», que parece ideológicamente más atractivo y aceptable, pero que de hecho es idéntico.

De este modo nadie asegura la justicia, puesto que tal como nos muestra la historia reciente, los órganos democráticos de decisión, son sustituidos por grupos de interés económico-político, y no pasa nada.

No se asombren, con lo que están leyendo, porque esto es lo que nos dicen las carpetas que esperan «ver la luz» en los cajones de los juzgados de la «finca» que gestiona el Sr Urkullu.

No hay que olvidar que el liberalismo, en los momentos clave de lucha social, se arrima siempre al autoritarismo. Cuando se ven incapaces de persuadir, recurren a la fuerza, siempre ha sido así, porque el renovado pero viejo «capitalismo popular» preserva y desarrolla el dominio de las minorías dominantes.

Este neoliberalismo está consiguiendo erosionar un modelo con avances sociales, poniendo en vigor, aspectos coactivos, vigentes en nuestra época estudiantil, allá por la década de los sesenta del pasado siglo.

Y a esto se le denomina «progreso», qué ironía.

Vamos consumiendo el siglo XXI y –en mi opinión– creo que ha llegado el momento de analizar en profundidad, qué es hoy Euskal Herria, porque es evidente que hemos evolucionado y mucho.

Recordando la cabecera del artículo, estoy en condiciones de poder afirmar que en Euskal Herria, siempre hubo buenos navegantes, sin embargo, un buque sólido, con buenas prestaciones y elegante como el nuestro, lleva años, muchos, sin tocar puerto, y no lo hace porque sus mandos no se ponen de acuerdo.
 
Los unos buscan la fuerza necesaria para gestionar su tierra, Euskal Herria, sin tutela de nadie, mientras los otros, quieren seguir engordando en la comodidad de la inercia servil. Así pues, la diferencia de proyecto es abismal, pero entre ambos deben decidir el rumbo.
 
Hasta aquí hemos llegado, esto es muy serio y entre unos y otros debemos poner fin a este enorme despropósito.

En términos políticos puede afirmarse, sin lugar a dudas, que la rémora que está suponiendo –durante décadas–, la actitud del PNV, frena y entorpece la construcción del futuro de Euskal Herria.

Esto tiene que terminar.

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