Iñaki Bernaola

Lecciones de historia

Durante la Segunda Guerra Mundial, en el año 1940, la aviación nazi bombardeó la ciudad inglesa de Coventry, reduciéndola a cenizas. Me contaba mi difunto padre que en la prensa española de la época, en su mayoría fascista y pronazi, se publicó una caricatura en la cual aparecía un soldado alemán con una plancha de ropa «alisando» una ciudad. Además, el ministro nazi de la mentira, Josep Goebbels, inventó un nuevo verbo, «coventrizar», con el significado que supondréis.

No he visitado nunca Coventry. Sí, por el contrario, Lidice, una pequeña localidad cercana a Praga en la cual los nazis exterminaron a toda la población mayor de 15 años, mientras que a los niños de raza aria se los apropiaron y al resto se envió a campos de exterminio. Esta operación se hizo como represalia por el atentado llevado a cabo en Praga y que costó la vida a Reinhard Heydrich, antiguo jefe de la Gestapo, protegido de Heinrich Himmler y máxima autoridad nazi en Bohemia, atentado realizado por partisanos checos entrenados en el Reino Unido.

Somos muchos los que, ante los hechos recientes en Israel y Gaza, nos hemos acordado del gueto de Varsovia, en el cual vivían hacinados unos 400.000 judíos, un 30% de la población de la ciudad, ocupando solo el 2,4% de la superficie de esta. Ante la continua represión sometida por los nazis, en el año 1943 los judíos del gueto iniciaron una insurrección armada que duró varios días, hasta que al final el gueto fue completamente destruido. La película titulada “El pianista”, protagonizada por Adrian Brody, trata precisamente de todos estos hechos.

Es menos conocido el dato de que grupos judíos organizaron en los bosques de Polonia y Bielorrusia una guerrilla partisana que combatió a los nazis, a veces con la colaboración del ejército soviético aunque, como es lógico, manteniendo con ellos ciertas discrepancias. Otra película, esta del año 2008, llamada “Resistencia” (Resistance), protagonizada por Daniel Craig (James Bond) relata la vida de este grupo guerrillero, cuyos elementos más conocidos fueron la familia Bielski.

Es curioso que, mientras se ha prodigado hasta la saciedad la imagen de judíos que pasivamente, sin oponer resistencia, fueron conducidos al holocausto, cuando los propios judíos intentaron responder con violencia ante tanto atropello ese hecho no haya generado la misma atención por parte de la propaganda histórica oficial. Tan es así que da la sensación de que se intenta promover la imagen de mero victimismo, ocultando con un púdico velo cuando esa condición de víctimas va acompañada de un intento, casi siempre desesperado, por luchar hasta sus últimas consecuencias si no por la supervivencia, ya que muchas veces esta se veía lejana, sí al menos por el mero pundonor de responder en la medida de las propias fuerzas ante la violencia, la injusticia y el genocidio.

Bien es verdad que los judíos exterminados en el holocausto, que en su mayor parte no se parecían a los actuales sionistas ni en lo blanco del ojo, merecen nuestra compasión y nuestro respeto. Pero también es verdad que muchos otros, como por ejemplo los citados casos de combatientes en Varsovia y Bielorrusia, y lo mismo también los de numerosos combatientes republicanos españoles que, huyendo de la derrota en la Guerra Civil, siguieron luchando en Francia contra el nazismo y acabaron por ello en el campo de exterminio de Mauthausen y en otros, no solo merecen nuestro respeto, sino también la más profunda admiración.

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