Ley Mordaza contra la juventud abertzale
De la mano de la Ertzaintza comandada por el falsario Erkoreka −ya en camino hacia la puerta giratoria que le proporcionará en breve el Partido Neoregionalista Vasco− el Departamento de Seguridad de Lakua ha impuesto −Ley Mordaza Española mediante− la friolera de 290.500 euros en multas a 133 militantes de la organización juvenil Ernai por participar el pasado mes de septiembre en las movilizaciones de denuncia contra la condena de cuatro años de prisión a los militantes de Ernai Galder Barbado y Aitor Zelaia en otro juicio farsa amañado entre la guardia pretoriana de Arkaute y un sistema judicial más propio de un régimen putinestaní que de un estado que se dice democrático.
Que los gobiernos neofascistas del PP y Vox apliquen la Ley Mordaza ante cualquier atisbo de disidencia y protesta política, cultural o social es normal, lógico y previsible, para eso la diseñaron y aprobaron en 2015 de la mano del PP de Mariano Rajoy por aquel entonces con el feto de Vox ya expulsado de sus entrañas pero todavía sin dientes para morder las tetas institucionales del partido madre. Pero que lo haga el gobierno autonómico del PNV/PSE es el colmo de la hipocresía y la indecencia política. En el caso del PNV porque nos hemos hartado de oír parlotear a Ortuzar, Aitor Esteban y demás voceras jelkides acerca de su postura «contraria» a dicha ley y en el caso del PSOE porque −junto a Podemos primero y con Sumar después− han sido incapaces en cinco años de derogar como prometieron una ley antidemocrática y fascista donde las haya que está dejando un doloroso rastro en Euskal Herria y en todos los pueblos del Estado español: trabajadores de Tubacex, independentistas catalanes, los «seis de Zaragoza», los antifascistas valencianos, los sindicalistas de Cádiz... la lista de colectivos y personas represaliadas gracias a la infame ley es demasiado larga para reproducirla aquí.
En el caso que nos ocupa, la exagerada multa no solo persigue amedrentar el activismo de los y las jóvenes vascas, sino también ahogar económicamente al colectivo juvenil abertzale que lucha contra un sistema que los condena a un futuro incierto y precario como personas, como comunidad y como país. Un sistema que el PNV defiende con uñas y dientes, puesto que garantiza los intereses de clase de las familias jelkides que vampirizan la Euskal Herria occidental hasta desangrarla. Por desgracia, la historia reciente de Euskal Herria (miles de fianzas millonarias, cientos de miles de multas, expropiación de locales, cierre de medios de comunicación, embargos de cuentas bancarias, impagos de fondos electorales, etc.) ha proporcionado a nuestro pueblo un máster en cómo hacer frente a la represión económica y no dudo de que como siempre ha hecho, la sociedad vasca responderá muy generosamente al llamamiento a la solidaridad realizado por Ernai.
Pero hay otro aspecto muy importante a tener en cuenta, y no es otro que comprender por qué esa represión quirúrgica se aplica a quien se aplica. Recientemente leía una entrevista a Pablo Iglesias −ex secretario general de Podemos− en la que, al hilo del análisis sobre la salvaje persecución política que su partido ha sufrido a cargo de todos los poderes del Estado, realizaba una afirmación que entonces me pareció tremendamente reveladora y que ahora considero muy útil para comprender la agresión jelkide contra el colectivo juvenil abertzale. Venía a decir Iglesias que a una organización de izquierdas no la define políticamente el número de estrellas, hoces y martillos que utilice como anagramas, el tamaño y color de sus banderas y pancartas, la grandilocuencia de sus discursos o lo épico de sus lemas, sino que lo que verdaderamente define su existencia, su identidad política y su capacidad para forzar cambios en el sistema es la respuesta que el adversario articula ante su accionar político.
Blanco y en botella. La a todas luces desproporcionada agresión del PNV contra la organización juvenil abertzale define perfectamente a Ernai como colectivo político y no hace sino confirmar tres cosas: una: que hoy y aquí el activismo de Ernai como colectivo juvenil es el que preocupa. Dos: que la estrategia de Ernai en diferentes frentes (país, feminismo, cuidados, salud, educación, empleo, vivienda, etc.) es acertada y tres: que el trabajo de hormiguita de Ernai, calmado, serio, constante y alejado de estériles polémicas, retóricas soflamas y falsos victimismos da sus frutos y, cuál ola del bravo Cantábrico, va rompiendo poco a poco, y junto a otras organizaciones y dinámicas sociales, el viejo malecón jelkide que se pudre a pedazos tal y como se viene demostrando elecciones tras elecciones. Así que, además de ánimo y solidaridad, gora zuek Ernaikideok!, Gora euskal gazteria! Aurrera bolie!
Euskal preso eta errefuxiatuak etxera!