Raul Río Díaz
Exsindicalista de ArcelorMittal

Libertades y vulneración de derechos, ¿aquí o en Venezuela?

Venezuela es el único país del mundo en el que existe un sistema revocatorio por el cual se puede destituir un cargo electo mediante la recogida de firmas, pero parece ser que no son capaces de conseguirlas para echar al malísimo Nicolás Maduro y por ello utilizan la violencia, el golpe de Estado y claman por la invasión yanqui.

Aquí la prensa, pública o privada, habla de la falta de libertad de expresión en ese país caribeño, castigado por el imperio del mal desde que triunfó la Revolución Bolivariana. Ese imperio terrorista no se priva de invadir, masacrar y destruir países ricos en recursos, creando Estados fallidos, para convertirlos en tribus controladas por señores de la guerra que se peleen entre sí, sin educación ni sanidad, con drogas y bandas mafiosas que son más fáciles de dominar y que les entreguen sus recursos naturales sin oposición.

Con la intención de hacerse con su petróleo, oro, diamantes y coltán, tachan de dictatorial a un país que según Jimmy Carter (observador de procesos electorales y nada sospechoso de izquierdista), tiene un sistema electoral de los más democráticos e fiables del mundo, donde se vota primero en un medio electrónico, que le entrega una papeleta al votante para meter en la urna, teniendo después que coincidir en el recuento los votos electrónicos con los depositados en la urna. Un país en el que de veinte y cinco elecciones los chavistas solo perdieron dos, derrotas que fueron reconocidas por ellos mismos, pero curiosamente la oposición solo reconoce como democráticas las dos que ganaron. Venezuela es el único país del mundo en el que existe un sistema revocatorio por el cual se puede destituir un cargo electo mediante la recogida de firmas, pero parece ser que no son capaces de conseguirlas para echar al malísimo Nicolás Maduro y por ello utilizan la violencia, el golpe de Estado y claman por la invasión yanqui.

La narrativa que nos vende la oposición es que allí hay una guerra civil, caos, asesinatos y detenciones masivas de opositores, eliminación de la prensa..., cuando fueron opositores los que quemaron vivos veinte y siete venezolanos por ser morenos y parecer chavistas; hay francotiradores que disparan indiscriminadamente a los dos bandos para crear caos y malestar, sembrando confusión y las condiciones necesarias para justificar una intervención extranjera que es lo que andan buscando; allí los golpistas andan libres como no andarían en ningún país del mundo después de alentar la invasión militar yanqui; se quejan de la libertad de prensa cuando la televisión pública estatal es el único medio que controla el Gobierno, mientras el resto son privados y azuzan diariamente a la población contra sus gobernantes.

Aquí los medios subvencionados por el régimen pretenden convencernos de que en Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua y otros países que no comulgan con el neoliberalismo, es donde no existe libertad de expresión porque se trata de tiránicas dictaduras, pero non se quejan de que es precisamente en esta corrupta democracia borbónico-franquista, donde existen leyes mordaza que prohíben manifestar la disconformidad de los súbditos con las corruptelas y robos que hacen los gobernantes y la familia real, bajo amenazas de cuantiosas multas o incluso pasar un tiempo a la sombra. La hipocresía y la desvergüenza de los gobernantes llega al extremo de castigar severamente los escraches a políticos corruptos, pero Inés Arrimadas fue hacerle uno a Puigdemont en Bélgica porque allí no hay Ley Mordaza. De ser aquí, y el presidente legítimo de la Generalitat vistiera la chaqueta de «fascista constitucional» que viste ella, le hubiera costado una buena multa u otro tipo de condena más grave.

Sin embrago no sé donde estarían esos medios cuando Aznar, se atrevió a cerrar ilegalmente el diario "Egin" con la colaboración del juez estrella, ególatra y prevaricador, Baltasar Garzón, metiendo en la cárcel a su director y gerentes, porque ya sabemos como las gasta la justicia española aplicando la ley del enemigo. Luego este cierre fue declarado ilegal por el Tribunal de Estrasburgo después de que pasaran sus dirigentes hasta siete anos y medio de prisión y la venganza fuera consumada.

Por si esto fuera poco, casi dos décadas después la Seguridad Social reclama al diario GARA la deuda de 4,7 millones de euros de "Egin", basándose en un auto judicial del mismo juez prevaricador, poniendo en peligro la viabilidad del actual medio.

Mientras tanto, los subvencionados con ingentes cantidades de dinero público, no protestan por todas estas aberraciones judiciales que probablemente anulará el Tribunal Europeo, pero entonces quizás sea demasiado tarde y haya desaparecido GARA por inanición económica.

Por desgracia no es el único derecho que se vulnera en esta dictadura parlamentaria, pues ahí tenemos a los presos políticos catalanes relatando delante del Tribunal Supremo la cantidad de derechos que les fueron violados y, aún así, los aguarda una sentencia que hace tiempo está dictada, que los condenará a muchos años de cárcel hasta que el Tribunal Europeo le tire de las orejas, como le tiraron al juez Llarena los tribunales belgas y alemanes por el caso de Puigdemont cuando le acusaba de rebelión.

Pero non son solo los medios los que tienen doble vara de medir, pues también Pablo Iglesias protestó en Twitter cuando echaron de Venezuela a tres periodistas españoles porque no tenían los correspondientes permisos, diciendo que detener y deportar periodistas por hacer su trabajo es inaceptable. Mi solidaridad –dijo– con los reporteros de EFE en Venezuela y con todos los trabajadores de la información a los que se persiga en cualquier país, a lo que le contestó el director de "Egin", Javier Salutregi: «Me cerraron el periódico, me detuvieron, estuve case diez años aguardando el juicio, me juzgaron durante diez y seis meses, me condenaron a siete años y medio de cárcel y tú callaste coma una tumba. ¿Dónde estabas?» A esto también calló, porque no hay diferencia entre los partidos unionistas de derecha o de izquierda, pues tanto a unos como a otros, les sale la vena jacobina e imperialista para defender allí lo que aquí son incapaces de defender.

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