José Díaz

Los ataques de Israel contra Irán marcan una peligrosa escalada en Oriente Medio

Los recientes ataques aéreos israelíes contra múltiples instalaciones militares y nucleares en todo Irán suponen una peligrosa escalada con profundas implicaciones para la seguridad regional y mundial. Estos ataques se saldaron con la muerte de altos cargos militares iraníes y renombrados científicos nucleares, figuras fundamentales para la infraestructura estratégica de Irán. Lejos de ser un acto moderado de autodefensa, esta operación constituye una violación flagrante del derecho internacional, una afrenta a la soberanía iraní y una provocación temeraria que corre el riesgo de arrastrar a Oriente Medio a otro conflicto devastador. Por este motivo, es necesario condenar enérgicamente estos ataques israelíes contra la República Islámica de Irán, subrayando su ilegitimidad con arreglo a los marcos jurídicos internacionales, sus consecuencias desestabilizadoras y las implicaciones éticas y geopolíticas más amplias de dicha violencia preventiva.

En el centro de esta crítica se encuentra el principio básico de soberanía, un principio fundamental del orden internacional moderno. Los ataques aéreos israelíes contra Irán, emprendidos sin una declaración formal de guerra ni la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, violan el Artículo 2 (4) de la Carta de la ONU, que prohíbe explícitamente «la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado». Estos ataques, premeditados y de amplio alcance, no pueden justificarse como actos de legítima defensa en virtud del artículo 51, que exige la existencia de un ataque armado o de una amenaza inminente.

La defensa de Israel, si se basa en la legítima defensa anticipada, extiende el principio hasta un grado insostenible. Los ataques preventivos, en particular contra infraestructura soberana, generalmente se consideran ilegales según el derecho internacional consuetudinario, a menos que un ataque armado sea realmente inminente, un estándar que Israel no ha cumplido ni demostrado convincentemente. El ataque contra científicos e instalaciones de investigación nuclear, muchos de los cuales operaban bajo la jurisdicción del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), ilustra aún más el desprecio por los mecanismos internacionales establecidos diseñados para garantizar la transparencia y la seguridad nuclear. Este acto no solo representa una extralimitación, sino una elusión deliberada de las normas diplomáticas internacionales.

Las consecuencias de esta operación van mucho más allá de la destrucción inmediata y la pérdida de vidas humanas. Oriente Medio es una región sumida ya en una inestabilidad crónica, acosada por conflictos de poder, divisiones sectarias y hegemonías regionales rivales. La acción agresiva de Israel contra Irán amenaza con inclinar la balanza hacia la guerra abierta, atrayendo potencialmente a actores no estatales y potencias regionales a un conflicto cada vez más amplio. Las primeras respuestas de los aliados y apoderados iraníes apuntan ya a un mayor estado de alerta, con posibles ataques de represalia por parte de grupos que operan en Líbano, Siria, Irak y Yemen.

Los recientes ataques israelíes no solo pone en peligro vidas iraníes, sino también la seguridad de los ciudadanos israelíes y de toda la región. Al provocar a Irán con una agresión militar de tal magnitud, Israel se arriesga a desencadenar un ciclo de violencia incontrolable. Irán tiene la capacidad de responder con una fuerza significativa, tanto directamente como a través de su extensa red de aliados regionales. La posibilidad de que se produzcan este tipo de represalias −ya sea mediante ataques con misiles, guerra cibernética u operaciones asimétricas− hace surgir el espectro de una guerra a gran escala en varios frentes.

Esta desestabilización no se limita al escenario inmediato del conflicto. Repercute en los mercados mundiales, especialmente en el sector energético, y pone a prueba los ya frágiles esfuerzos diplomáticos encaminados a la distensión, incluidas las negociaciones en torno a la reactivación del Plan Integral de Acción Conjunta (también conocido como el acuerdo nuclear con Irán). Al optar por el militarismo en lugar de la diplomacia, Israel socava no solo su propia seguridad a largo plazo, sino también las perspectivas más amplias de paz en la región.

El ataque contra las instalaciones nucleares iraníes, en particular, merece una condena contundente. Irán, como cualquier otro signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), conserva el derecho soberano a desarrollar tecnología nuclear con fines pacíficos. Esto incluye la producción de energía, la investigación médica y el avance científico, campos fundamentales para el desarrollo nacional. La OIEA, como organismo internacional encargado de supervisar el cumplimiento de la normativa nuclear, no ha encontrado pruebas concluyentes de que Irán haya desviado su programa nuclear hacia la fabricación de armas desde el acuerdo nuclear de 2015, a pesar de las tensiones políticas y acusaciones periódicas.

Al atacar unilateralmente estas instalaciones, Israel no solo contraviene los derechos legales de Irán, sino que también socava la integridad del régimen internacional de no proliferación. Tales acciones envían un peligroso que el poder geopolítico puede pasar por encima de las normas internacionales y que la investigación nuclear, incluso cuando se declara pacífica, invita a represalias violentas. Esto socava la confianza mundial en las instituciones multilaterales, dificultando la consecución de futuros acuerdos o el mantenimiento de los existentes.

Además, el asesinato de científicos que trabajaban con fines pacíficos y civiles constituye una forma de ejecución extrajudicial. Estas personas no eran combatientes ni estaban directamente implicadas en ninguna actividad hostil contra Israel. Su objetivo refleja una estrategia de guerra psicológica que pretende paralizar el desarrollo de Irán y disuadir de futuros avances científicos. Sin embargo, esta táctica no solo viola los principios básicos del derecho internacional humanitario, sino que sienta un inquietante precedente para los ataques contra personal intelectual y civil en conflictos internacionales.

Ante semejante agresión, es imperativo reafirmar el derecho inalienable de Irán a la autodefensa, tal y como se recoge en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. Aunque este derecho debe ejercerse de forma proporcional y dentro de los límites del derecho internacional, no deja de ser fundamental para la soberanía y la dignidad de cualquier nación. Irán, que ha sufrido un grave ataque contra su territorio, sus infraestructuras y su personal, tiene derecho legal y moral a buscar reparación a través de los medios diplomáticos y defensivos adecuados. A pesar de lo que pueda alegar Israel, nada justifica su castigo extrajudicial ni su agresión militar unilateral contra Irán. El derecho internacional no depende de simpatías políticas o alineamientos ideológicos; se basa en la aplicación igualitaria de las normas a todos los Estados soberanos. Negar a Irán las protecciones concedidas a otras naciones es erosionar los cimientos mismos del sistema jurídico internacional.

La comunidad internacional debe responder de forma firme e inequívoca a estos acontecimientos. La condena sin acción es insuficiente. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debe investigar el ataque y exigir responsabilidades a Israel por sus violaciones del derecho internacional. Organizaciones regionales como la Liga Árabe y la Organización de Cooperación Islámica (OCI) también deben hacer valer su voz colectiva, exigiendo el cumplimiento de las normas internacionales y buscando soluciones diplomáticas a las tensiones regionales.

Del mismo modo, las potencias mundiales, especialmente las que participan en la diplomacia de Oriente Medio, deben resistir la tentación de ofrecer a Israel una aprobación tácita o un apoyo acrítico. Las alianzas estratégicas no deben cegar al mundo ante actos de agresión que amenazan con sumir a la región en el caos. Un orden internacional basado en normas depende de la imparcialidad y la responsabilidad, no de una aplicación selectiva basada en la conveniencia política.

Los ataques aéreos de Israel contra Irán representan una escalada grave y peligrosa que viola el derecho internacional, socava la estabilidad regional y erosiona las normas de soberanía estatal y coexistencia pacífica. Al eludir la diplomacia en favor del militarismo preventivo, Israel no solo ha puesto en peligro innumerables vidas, sino que también ha debilitado la credibilidad del compromiso de la comunidad internacional con la justicia y el Estado de derecho. Ante semejante agresión, la reafirmación de los derechos soberanos de Irán, en particular su derecho a la autodefensa y al desarrollo nuclear pacífico, no solo está justificada, sino que es necesaria. El mundo debe permanecer unido en la condena de este acto y en la búsqueda de vías que no conduzcan a la guerra, sino a la paz, el diálogo y el respeto mutuo entre las naciones.


Podéis enviarnos vuestros artículos o cartas vía email a la dirección iritzia@gara.net en formato Word u otro formato editable. En el escrito deberán constar el nombre, dos apellidos y DNI de la persona firmante. Los artículos y cartas se publicarán con el nombre y los apellidos de la persona firmante. Si firma en nombre de un colectivo, constará bajo su nombre y apellidos. NAIZ no se hace cargo de las opiniones publicadas en la sección de opinión.

Recherche