«Los Caídos» no caen si no se les empuja
No es objetivo de este artículo exponer argumentos de carácter histórico o urbanístico para reivindicar que el monumento «Navarra a sus muertos en la cruzada» popularmente conocido como «Monumento a los Caídos» y segundo mayor monumento de exaltación franquista del estado sea demolido, eso ya lo han hecho estupendamente durante estos últimos años prestigiosos historiadores, memorialistas, arquitectos y urbanistas muchísimo más preparados y preparadas que yo. Mi pretensión es aportar un enfoque político al debate que cuatro años después ocupa de nuevo la agenda política de Pamplona, y es que a veces parece olvidársenos que el derribo o no del edificio es una decisión política que deben de tomar los y las ediles elegidas por el pueblo de Pamplona-Iruñea que hoy conforman y sustentan el gobierno municipal.
Desde que hace unos años el bipartidismo desapareciese de la política institucional, la praxis política de las fuerzas políticas que antes se denominaban «de izquierdas» pivota sobre el concepto de «mayoría social progresista» (la derechona no necesita de modernas etiquetas, le basta y sobra con envolverse en la rojigualda, ya sea con gallina franquista, blasón borbónico o agujeros en la misma).
Pamplona y Navarra, su Ayuntamiento y su Gobierno foral no son ajenos a esta «nueva» manera de hacer política, y así, bajo el axioma de que «la sociedad de Pamplona y Navarra es mayoritariamente progresista», las fuerzas «progresistas» de la capital acordaron recientemente activar una moción de censura y desbancar de la alcaldía a una derecha caciquil que nunca fregó, friega ni fregará escaleras. Esa misma «mayoría social progresista» es la que inspira los primeros acuerdos adoptados por el nuevo Gobierno Municipal como por ejemplo desestimar el proyecto de parking en la calle Sangüesa, aprobar el proyecto de reurbanización del Paseo de Sarasate, el proyecto de una gran plaza interior en Navarrería, activar el Plan de Diversidad sexual y de género paralizado por UPN o como ha anunciado ya el señor Alcalde propiciará en breve la aprobación de unos presupuestos para el ejercicio 2024.
Pero paradójica e inexplicablemente, cuando llega la hora de tomar otra decisión −que se hace con el horroroso sarcófago que corona la Avda. de Carlos III− la «mayoría social progresista» que guía la praxis del Gobierno Municipal parece no ser suficiente base para proceder al derribo del monstruo franquista y «las fuerzas progresistas».
se parapetan detrás de un farragoso y cansino proceso de concursos de ideas, comisiones de expertos y demás pasatiempos institucionales en busca de imposibles consensos que contenten a Tirios y Troyanos. El resultado de ello ya lo conocemos: pasan los años, pasan las legislaturas de uno u otro signo y para regocijo de la caverna facha el monumento franquista sigue en pie.
Señores y señoras ediles de EH Bildu, Geroa Bai, Zurekin-Contigo y PSN: dejen ya de marear la perdiz por favor, el tiempo de los concursetes de ideas txupiguays y entretenidos simposios ya ha acabado −en realidad acabo hace cuatro años− y estoy seguro de que jugar al día de la marmota no es lo que demanda hoy la «mayoría social progresista». Ha llegado la hora de mojarse, decidan de una vez si el monumento a la exaltación del genocidio franquista se derriba o sigue en pie (y háganlo cuanto antes, por favor, la legislatura pasa rápido, acuérdense de lo que duró la avenida Catalina de Foix).
En cuanto a algunos argumentos de aquellos que se oponen al derribo, creo necesario alertar sobre dos debates-trampa que ya se utilizaron durante la legislatura 2015-2019 para condicionar el debate y que han emergido de nuevo cual submarino de la armada española: La primera es plantear el sofisma de que existen tres opciones (derribo, resignificación y dejarlo como está) algo rotundamente falso, puesto que solo hay dos opciones: derribo o no derribo, ya que en caso de que se decidiese por esta segunda, la resignificación sería obligatoria para cumplir con la Ley de Memoria Histórica y la elección del modelo para resignificar el edificio sería ya un obligado y posterior paso.
La segunda trampa es el falaz debate «arquitectónico» que intentó resucitar en el último pleno el concejal J. J. Echeverría (UPN) y que no es otra cosa que una estratagema que permite a la derecha defender la conservación del monumento franquista a la vez que ocultan su querencia y herencia franquistas. Tamaña artimaña de la derecha local sería un mal chiste si no fuese por las mil y una barrabasadas que UPN ha cometido a lo largo de los años contra el patrimonio histórico, arquitectónico, urbanístico y paisajístico de la capital del Reino de Navarra (reducir a escombros el importantísimo yacimiento arqueológico de la Plaza del Castillo, ocultamiento de restos arqueológicos del Condestable, derribo del frontón modernista Euskal Jai, destrozo del ecosistema fluvial del Arga, expolio y venta del pavimento medieval del casco viejo −eso sí, comprado por sus amiguetes a precio de escombro y vendido a precio de oro para rehabilitaciones de cascos históricos de otros lugares−, cuasi regalar al Corte Inglés un gigantesco y céntrico solar público, derribo de edificios de gran importancia patrimonial como la Vaquería de Oroz, los edificios de Plaza del castillo 33, Sarasate 13, o la antigua Casa de Socorro, abandonar hasta la ruina un sinfín de edificios históricos como el palacio de Rozalejo, Casa Arraiza, Casa Barquilleros, el antiguo frontón Percáin −luego cine Alcazar−, etc. o sin retrotraernos mucho en el tiempo el reciente pelotazo-atentado urbanístico perpetrado con las torres de la Media Luna, la lista es interminable...)... La legitimidad de UPN para hablar de patrimonio arquitectónico es cero, en una democracia decente la señora Barcina hubiese ido a la cárcel por destrucción y robo de patrimonio (recordemos que el frontis del Euskal Jai acabó en su opulenta residencia vacacional).
Hoy, en 2024 existe otra razón política más para demoler el monstruo, razón que ni siquiera vislumbrábamos cuando en la legislatura 2015-2019 se debatía sobre el futuro de Los Caídos: a rebufo del auge fascista internacional la ultraderecha española esta envalentonada, han sacado de nuevo de los baúles los aguiluchos, las esvásticas, los yugos y las flechas para exhibirlas sin complejos y sin miedo (y sin consecuencias penales) amenazando con liquidar los avances democráticos y sociales conseguidos por el pueblo con sangre, sudor y lágrimas desde que el enano asesino muriese en la cama creyendo que había dejado todo atado y bien atado. Este resurgir fascista no es solo nostalgia estética o una bravuconada, la derecha española ha puesto toda su maquinaria en marcha (partidos, jueces, militares, iglesia, grupos de comunicación, etc.), para forzar una involución política y social impensable hace apenas cuatro años. Por ello, hoy es más necesario que nunca plantar cara al fascismo y eso pasa, entre otras cosas, por despojar a los franquistas de ayer y de hoy de sus santuarios de exaltación y homenaje, entre ellos y en segundo puesto de la indigna lista el mamotreto que se erige al final de Carlos III.
Demoler «Los Caídos» no supone solo devolver la dignidad a los cientos de miles de asesinados y asesinadas por la cruzada franquista y consiguiente dictadura, es también combatir a los herederos ideológicos de los que cometieron aquella barbarie y que hoy rabian por no poder perpetuarse en el poder que Franco les prometió «ad eternum». Es demostrar al fascismo del siglo XXI que Nafarroa avanza hacia el futuro sin olvidar el pasado, pero sobre todo, sin tenerles miedo en el presente. Estimados ediles progresistas: estén a la altura del momento histórico que vive nuestra ciudad, tengan valentía política −la misma que en un gesto que les honra tuvieron en 2017 para sacar del mausoleo las tumbas de los genocidas Sanjurjo y Mola− y borren para siempre la vergonzante sombra que esa siniestra construcción proyecta sobre nuestra ciudad, nuestra historia y nuestro futuro.