Siamak Khatami
Politólogo

Migraciones en Euskadi y a nivel internacional: ¿humanismo o racismo?

Toda esta situación debe cambiar, y cuanto antes mejor, si vamos a resolver el tema de la migración entre países antes de que llegue a ser un problema más grande del que es en estos momentos.

La migración de un territorio a otro, de un país a otro, que vemos por todo el planeta, es uno de los fenómenos más importantes del mundo actual desde hace varias décadas. No es solo una cuestión de cambiar el sitio donde uno reside: también tiene implicaciones para el control que cada gobierno y cada régimen quiere ejercer sobre la población que gobierna. También tiene implicaciones en cuanto a las actitudes racistas y xenófobos de poblaciones que se consideran nativas de unos territorios, en contra de los inmigrantes que vienen a vivir desde otros sitios a esos mismos territorios. Los «nativos» a menudo se consideran los únicos «dueños legítimos» del territorio donde viven, y consideran a los inmigrantes como «invasores ilegítimos, que deben volver a 'su propio país'». También hay implicaciones porque los migrantes se dividen entre los que «tienen papeles» y los «sin papeles», y esa división afecta los derechos a los que cada grupo puede ser titular. Y muchos migrantes son, además, demandantes de asilo, una demanda que rara vez se concede, y mientras los demandantes de asilo esperan una respuesta a su demanda, bien pueden ser sujetos de ataques racistas y xenófobos.

La existencia de un régimen democrático versus uno dictatorial, en los países receptores de inmigrantes, no parece que sea decisivo en la decisión de los migrantes respecto al país al que quieren mudarse. Claro, en el caso de Europa, por ejemplo, millones de migrantes que vienen de otras partes del mundo deciden venir a Europa entre otras cosas porque, al menos en la mayoría de los países de la UE, existen regímenes democráticos. Pero en Rusia hay un régimen dictatorial, y Rusia recibe a millones de migrantes de otros países que antes formaban parte de la URSS. En Irán y Pakistán también hay regímenes dictatoriales, pero tanto Irán como Pakistán han recibido a millones de inmigrantes de Afganistán. Y claro, no hay ningún régimen democrático en ninguno de los países árabes de la península arábiga. Pero cuando estalló la Guerra del Golfo en 1991 para expulsar a Irak de Kuwait, muchos en el público occidental se quedaron sorprendidos cuando se enteraron de que millones de migrantes yemeníes que vivían y trabajaban en otros países árabes, habían sido expulsados porque el gobierno yemení había tomado el lado de Irak al comienzo de esa guerra. Entonces, la naturaleza democrática o dictatorial en los países receptores de migrantes, no parece ser un factor decisivo.

El día 10 de agosto, aparecieron los datos de Eustat, el servicio vasco de estadística, sobre las migraciones en la Comunidad Autónoma Vasca, la CAV –formada por las provincias de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa– para el año 2021. Habían llegado a la CAV 39.427 inmigrantes (4.206 más que en 2020), y se habían ido de la CAV 35.839 emigrantes (5.130 más que en 2020), lo que deja un saldo total positivo neto de 3.589 migrantes más que habían llegado, de los que habían salido. Aunque parece un dato positivo, esas cifras no cuentan toda la historia. Por ejemplo, aunque el porcentaje de las personas nacidas en el extranjero en la CAV es solo el 11%, ese mismo grupo es responsable de 45% de las emigraciones, lo que demuestra una debilidad para retener a los inmigrantes que llegan. Además, se van de la CAV más inmigrantes que antes, y esa tendencia, si continúa en la misma dirección, también es preocupante.

Otra cuestión es: aquellos inmigrantes que, al cabo de un tiempo después de migrar a la CAV, deciden irse, ¡¿a dónde van?! Sería bastante ilógico que vuelvan a sus países de origen, porque eso significa que sus sueños en el momento de migrar, han fracasado totalmente. Pero, sería una decisión bastante calculada si se van a otro país donde consideran, al menos según ellos, que hay más oportunidades para encontrar una vida mejor.

Y todavía otra cuestión: los inmigrantes que se van de la CAV a otros países, ¿por qué razones deciden irse? ¿Por razones económicas, o sociales (o una combinación de ambas)? Este autor no ha leído ninguna referencia por parte de Eustat a estas cuestiones.

Al menos, en caso de la CAV, por muy difíciles que sean los problemas económicos o sociales existentes, es un hecho que Araba, Bizkaia y Gipuzkoa están entre los territorios más avanzados, y con niveles de renta más altos, de toda la Península Ibérica. Pero hay otros territorios y otros países donde la situación es mucho más difícil. Y los emigrantes de aquellos otros territorios o países, pueden tener razones de tipo económico, político, o social para decidir que quieren vivir en otro sitio.

Hay países como Afganistán, que por la situación de guerra civil, con intervención extranjera, a la que se ha enfrentado desde hace décadas (primero la ocupación soviética de 1979 hasta 1989, y luego la ocupación de los Estados Unidos y la guerra de este país contra los Talibán desde 1996), la situación tanto económica como política y social, es absolutamente devastadora. Hay millones de afganos que, desde la década de los 1970, se han ido a Pakistán o a Irán y no han vuelto a vivir en Afganistán. También tenemos el caso de Irán, donde después de la Revolución Islámica de 1979 que trajo al actual régimen al poder, cientos de miles, quizá millones, de iraníes han emigrado a diferentes países europeos o a los Estados Unidos, y se han quedado en aquellos países desde entonces. No parece probable que vuelvan a Irán nunca jamás.

Hay países centro asiáticos como Kazajistán o Uzbekistán, pero especialmente Tayikistán o Kirguistán, donde las condiciones económicas de la vida de las clases medias y pobres son miserables, y solo son las clases muy altas, con conexiones a los regímenes de los países en cuestión, donde la gente vive cómodamente. Muchos habitantes de aquellos países centro asiáticos, deciden emigrar a Rusia, porque ese país tiene una lengua familiar para ellos, y los que recuerdan la era soviética quizá miren con nostalgia esa época, y puede que incluso lo consideran como algo bueno que sus respectivos países vuelvan a la situación de aquella época –hay los que estarían de acuerdo con Putin que la pérdida de la URSS fuera la mayor tragedia del siglo veinte–. Y esas personas verían con buenos ojos una vuelta a aquella época. Aunque la Rusia de hoy tiene sus propios problemas, para aquellos centro asiáticos que piensen emigrar, Rusia está en muchísimo mejor situación que sus propios países, tanto económicamente como política y socialmente hablando.

La cuestión de la migración de un país a otro, también se vincula con el deseo de cada estado central de ejercer control sobre su población. Esto se nota, por ejemplo, en el requerimiento de que cada ciudadano o residente tenga documentación que sirva como prueba de su procedencia y su residencia. De allí el conflicto entre el deseo de muchos de dejar entrar a más inmigrantes, aunque estén sin papeles, y la insistencia de los Estados y los gobiernos centrales de que todos los que residen en su país están documentados, que tengan los papeles correspondientes, como un permiso de residencia (y también, posiblemente, de trabajo), un DNI, o un pasaporte. Es un mecanismo de control ejercido por parte del estado y del gobierno. En el caso de la Unión Europea, los que somos ciudadanos de los estados miembros del llamado Grupo Schengen, podemos, con nuestros documentos de identidad, viajar de un estado a otro como si se tratara de viajar dentro del mismo país –del mismo modo que un ciudadano estadounidense puede viajar libremente de, digamos, Nueva York a California, un ciudadano de un país Schengen puede viajar, por ejemplo, de Alemania a España. Pero para disfrutar de esa libertad de viajar, tenemos que tener la documentación necesaria– no podemos estar sin papeles. En caso del pasaporte, también da al Estado emisor el poder ayudar y socorrer a su portador mientras cuando se encuentra en otros países. Y el ciudadano en cuestión tiene acceso, de esta forma, a las embajadas y los consulados del Estado emisor de su pasaporte. En el caso de la UE, un pasaporte de un estado Schengen sirve, de este modo, como un documento de identidad exactamente igual que el de un ciudadano estadounidense.
 
Pero hoy, en las primeras décadas del siglo XXI, estamos tratando una situación incluso más grave que un tema de control versus libertad de movimiento. Estamos ante una situación en la que hay muchos millones de ciudadanos, especialmente concentrados en los países más pobres, que viven en situaciones que solo se pueden definir como absoluta miseria y desesperación, que si ganan algo, quizá solo menos de un dólar, o un euro, al día –eso si ganan algo–, y que al mismo tiempo, tienen que encontrar un modo de satisfacer sus necesidades básicas y sobrevivir. De allí surgen esas situaciones en las que tantos ciudadanos incluso arriesgan sus vidas, y mueren en el camino, para emigrar a Europa o a América del Norte (o países como Australia, Nueva Zelanda o Japón, aunque hay muchos más que vienen a Europa o van a América del Norte). Para ellos, su propia supervivencia, y la de sus familias, está en juego. Y muchos de esos ciudadanos también piden asilo cuando llegan a sus países de destino –calculan que aunque hay una gran probabilidad que su asilo se rechace, al menos pueden aprovechar ese período de tiempo, largo, durante el cual están solicitando apoyo, para encontrar una vida mejor de la que tenían en sus países de origen–. Pero en los países a los que llegan, a menudo encuentran actitudes xenófobas y racistas por una parte considerable de las poblaciones locales de aquellos países. Así que no ven viable la posibilidad de volver a sus países de origen; pero tampoco es fácil vivir en sus países de destino cuando allí, las poblaciones locales les miran como inferiores, o incluso como subhumanos (como se demuestra en los estadios de fútbol cuando los fans se burlan de un jugador africano intentando simular los sonidos de un mono). También sucede que muchas veces, los ciudadanos (normalmente de piel blanco) en los países de destino a los que llegan los inmigrantes (muchas veces de color negro o de algún tono de marrón), asocian todos los males que suceden en sus sociedades con los inmigrantes, aunque en realidad no es así –aquellos inmigrantes solo intentan sobrevivir, y no tienen la culpa de los males que pasan en las sociedades en las que viven–. Y con cualquier excusa, por pequeña que sea, los gobiernos de los países receptores de inmigrantes pueden fácilmente deportarlos a ellos –a menudo con los más recién llegados también siendo los primeros a ser deportados–.

Toda esta situación debe cambiar, y cuanto antes mejor, si vamos a resolver el tema de la migración entre países antes de que llegue a ser un problema más grande del que es en estos momentos. Ya tenemos el tema de la migración mezclado con el de control gubernamental sobre los ciudadanos, con la cuestión de la documentación versus la falta de ella, y con las actitudes racistas y xenófobas con las que muchos locales en Europa y América del Norte miran a los inmigrantes de los países menos afortunados y menos desarrollados. No podemos permitir que la situación se agrave más. Soy consciente de que soluciones «buenas» no existen. Soy consciente también que en países donde los gobiernos son coaliciones entre dos o más partidos, hay que tener consenso entre esos partidos respecto a cómo resolver la situación antes de que se agrave aún más. Yo tampoco tengo la «solución mágica» para ofrecer a los gobiernos y a los ciudadanos. Pero ese consenso requiere negociación, y cuanto antes empecemos las negociaciones, antes y mejor podremos solucionar los problemas.

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