Alfredo Ozaeta

Modelo de sociedad

De un tiempo a esta parte se viene poniendo en valor el funcionamiento de los distintos servicios necesarios para hacer más justa, transitable y confortable la vida en comunidad. Se cuestiona cuál debiera ser el perfil del prototipo que garantice los servicios básicos y cubra las necesidades de toda la población sin ningún tipo de distinción y en total armonía con los derechos y exigencias democráticas.

Hablamos y cuestionamos los modelos educativos, policiales, sanitarios y asistenciales, laboral o de empleo, vivienda o residencial, fiscal o contributivo etc., en definitiva, las características de los arquetipos y referencias que conforman y definen a cualquier sociedad. Sin pararnos a pensar que en muchos casos no dejan de ser el reflejo de lo que nosotros mismos somos o hemos decidido.

Nos olvidamos muy a menudo que somos quienes tenemos la facultad de decidir, aunque esto lo consideremos relativo, cómo queremos que nos atiendan, respeten, cuiden e instruyan a niños o jóvenes. Y en que valores y parámetros de tolerancia, libertad, justicia e igualdad. Esta facultad también nos puede permitir rechazar o sacar del terreno de juego a sus administradores cuando consideremos que no se está cumpliendo lo acordado. Es nuestra voluntad y recursos los que deciden y aplican en la construcción de los servicios para todas.

Los políticos a los que les hemos dado nuestra confianza no dejan de ser representantes con los que podemos compartir ideología, principios, propósitos y puntos de vista acerca del proyecto de convivencia que queremos, pero no tienen por qué ser garantía de éxito en el cumplimiento de los objetivos que armonizan el modelo de sociedad deseada.

A diario cuestionamos el modelo educativo, policial, o sanitario sin reconocer o hacer autocrítica de que son los que en muchos casos hemos escogido, al otorgar la confianza a políticos ineptos y corruptos. De ahí la importancia de tener claro que tipo de sociedad queremos, como debe estar estructurada y sobre que principios, valores y premisas deben pivotar su atención y servicios a los ciudadanos.

La pasividad e inanición se torna complicidad con lo que criticamos si no nos oponemos activamente a las políticas que no se correspondan con lo prometido o acordado, colaborando en la legitimación del fraude a la ciudadanía. Además de votos para hacer cumplir las promesas acordadas, contamos con la movilización. De lo contrario nos seguiremos encontrando con la cotidianidad del expolio y despilfarro de recursos en megaproyectos, TAV, incineradoras contaminantes, mega parques, macro granjas, etc., sin recorrido alguno y que en vez de favorecer a las personas y sociedad en general solo sirva para llenar los bolsillos a los consejos de administración de las empresas afines.

Si el modelo de sociedad no es justo o plenamente democrático en la defensa y cuidado de las personas y sus derechos, medio ambiente, fuente de los recursos: tierras, aguas, el aire que respiramos; sus servicios se verán viciados y lastrados hacia una sociedad injusta cuando no fallida. Y no se trata solo del presente, sino del futuro que dejamos a los jóvenes.

Desgraciadamente, se ha hecho habitual que los poderes y muchos políticos supediten los intereses de los ciudadanos a los suyos propios, cuando ello por definición, ética y principios democráticos debiera ser al revés, ellos son los que deben ponerse al servicio de los que dicen representar. Por derivación lo mismo sucede en la gestión de los servicios; así nos encontramos, que los tecnócratas puestos en sanidad por designación política, no por méritos, marcan a los ciudadanos cuando deben hacer uso de ella; los burócratas en educación dictan como y en que contenidos formar a los alumnos; y los intereses corporativos o sesgo ideológico de los responsables policiales imponen a los ciudadanos como comportarse. Sin obviar que nos estamos refiriendo a las mayores empresas de la CAV, en cuanto a empleo y presupuesto se refiere.

Es necesario definir y tener claro que tipo de sociedad queremos, si optamos por una sociedad igualitaria, integradora, soberana, euskaldún, solidaria, productiva, con servicios públicos de calidad, respetuosa con el entorno o medio ambiente y donde los intereses giren en torno a las personas, sus derechos, necesidades y futuro de las nuevas generaciones. O, por el contrario, la queremos individualista, privatizada, rentista, subsidiada, dependiente, sin futuro, asimilada por otras culturas, materialista, indolente con la injusticia y donde los recursos de todos los ciudadanos beneficien y dispongan en favor de los intereses de unos pocos y sus elites.

En nuestras manos esta decidir quién puede trabajar decentemente en la construcción del modelo de sociedad que se necesita para que las condiciones de vida y convivencia sean las más justas para todas. Para ello debemos salir de nuestra zona de confort, trabajar, apoyar y acompañar a los que creemos que mejor van a gestionar la empresa pública. Teniendo clara la premisa de que cuanto más medios se destinen a educación, cultura y cuidados, menos hará falta para armas y policías.

Recherche