Olga Saratxaga Bouzas
Escritora

Mugak zabalduz

Injusticia tras injusticia, se van consumando los dictámenes de la intolerancia xenófoba, bajo la atenta mirada de los intereses de países limítrofes y el brazo ejecutor de las policías fronterizas.

«Entre tu pueblo y el mío hay un punto y una raya, la raya dice: no hay paso, el punto: vía cerrada... para que mi hambre y la tuya estén siempre separadas». Aníbal Nazoa.

Los límites territoriales entre culturas que de manera natural y cotidiana aprendimos a llamar fronteras para demarcar espacios geográficos como entes jurídico-políticos diferenciados, lejos de facilitar la deseada comunicación social e interacción étnica internacional hacia la convivencia y el respeto mutuo de las diferentes realidades identitarias, se han convertido, en la última década, en uno de los mayores focos de transgresión de derechos humanos fundamentales.

Desgraciadamente protagonistas de los medios de comunicación y marionetas de los rifirrafes del poder económico europeo (amén de la quintaesencia norteamericana), migrantes políticos y económicos han visto conculcados sus derechos de libre tránsito entre países y tratados prejuiciosamente –cual delincuentes indeseados o ciudadanos de tercera–, indignos de cobijo, de pan y de agua, abocados a la muerte en la oscuridad del océano, apaleados en la maleza de los bosques, asesinados por mercenarios. Son considerados, asimismo, lacra molesta para los rancios intereses del capital, que la creciente magnitud de la ultraderecha fascista se encargará de perpetuar, alimentando el fangoso pedestal de la inoperancia gubernamental.

Así, el mar Egeo y el Mediterráneo son la metáfora real, la cruenta hazaña de los poderes fácticos, tenebrosos (como siempre) en su manto de vergüenza, obstinados en fabricar miseria, desigualdad, enfermedad, sufrimiento y vejación a las personas más desfavorecidas del planeta. Este primer período de siglo se han vivido desastres «naturales»: terremotos, tsunamis, huracanes…; y medioambientales: derrame de petróleo en el Golfo Pérsico… la Gran Recesión… pandemias… hambruna en África… y se ha forjado a costa de modelos de gestión migratoria basados en el desprecio y la humillación a las personas y sus anhelos de soberanía. Sueños, que gritando libertad levantaron el vuelo de su tierra, fenecieron junto a las hijas del mundo en la pesadilla del destierro y hoy nos miran desde la otra orilla de la vida, desde los abismos de cadáveres a granel en que hemos convertido la Tierra.

Ongi Etorri Errefuxiatuak nació, precisamente, de la indignación y preocupación de una parte de la sociedad, en respuesta solidaria a los graves atentados contra los derechos de las migrantes forzosas –huidas de la pobreza y conflictos bélicos, víctimas sistemáticas de los tratados de la UE– acontecidos a su llegada a la isla de Lesbos: el mar, inmenso testigo de la orfandad de la muerte durante los escasos siete kilómetros que separan Turquía de la costa griega.

Integradora de colectivos sociales, sindicales y voluntariado con orígenes ideológicos plurales (constituida en el primer trimestre de 2016), OEE aúna fuerzas y experiencias como eje articulador estratégico para desarmar la inacción, visibilizar el drama de ser refugiada y mitigar el dolor y la tragedia a través del acompañamiento humano.

La plataforma ciudadana ha centrado su campaña “Abriendo fronteras-Mugak zabalduz” en esta labor de socialización y denuncia que también (tan bien) desempeña. Partirá de Euskal Herria y otros puntos del Estado con la «Frontera sur» por objetivo. Durante esta edición (la cuarta a nivel estatal) la diferencia más reseñable será el carácter internacional de la marcha, que contará con la participación de «Carovane Migranti».

Al abrigo de la importante implicación juvenil en el acto de 2018, el fin de la organización es seguir creciendo, además, en conceptos como feminismo y ecologismo, evidenciado la necesidad de compromiso de la sociedad civil ante el resurgir de la extrema derecha, su apología del fascismo y la vulneración de derechos y libertades básicas. Comunicando, igualmente, las violaciones de derechos ocurridas en los CIES, al ingresar en estos centros a menores no acompañados: 89 casos durante 2018, según han reconocido de manera oficial en el Ministerio de Interior. Estos hechos ponen de relieve que las instituciones españolas incumplen lo que su propia Ley de Extranjería decreta.

Injusticia tras injusticia, se van consumando los dictámenes de la intolerancia xenófoba, bajo la atenta mirada de los intereses de países limítrofes y el brazo ejecutor de las policías fronterizas. Legislatura a legislatura, se van sucediendo gobiernos, promotores del drama de la migración, que benefician, con su desdén y manipulación, la existencia y enriquecimiento de las mafias, amparando la trata de personas: mujeres y niñas explotadas, mercantilizadas para la violación en masa o individual; imponiendo condenas y penas de cárcel al voluntariado de acogida; obstaculizando la ayuda social humanitaria de quienes trabajan en el rescate de vidas, por ejemplo, desde los barcos Aita Mari y Open Arms.

El 20 de junio, Día Internacional de la Persona Refugiada, acordémonos de nuestra vulnerabilidad a los pies de los caballos. Los pactos entre caballeros de enhiesta armadura ya se han dado en los entornos del sur del Estado español y está por llegar el cataclismo general en Madrid y aledaños.

Caravanas en movimiento, como un amanecer de arcoíris, del 12 al 21 de julio, la dignidad dejará oír su modelo de sociedad por las carreteras y pueblos de Andalucía y Ceuta: acogida, protección, sensibilidad, integración, derechos, empatía, reflexión, igualdad, denuncia y desafío al racismo y la intransigencia. Desde la plena convicción de que la esperanza que retoñáis en vuestros ojos es la nuestra, nos abrazamos a vosotras, que trenzáis la espuma del mar a la espera de saltar la valla y construir la paz de la libertad.

Despeinando el miedo caminamos la justicia. Entzun, Europa: inor ez da ilegala!

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