Patxi Urrutia
EH Bilduko kidea

Navarra y la España corrupta y bananera

La mejor forma de defender nuestra bandera navarra es exigir a ese Estado español que respete las leyes emanadas de nuestro parlamento y que las decisiones políticas que afectan a nuestro futuro se tomen aquí.

Las democracias europeas asentadas miran con perplejidad y cierto desprecio el espectáculo ofrecido por el Estado español:

Una familia real con miembros condenados por corrupción, con un pater familia que, durante sus años de reinado, se ha hecho multimillonario, al más puro estilo africano.

Un partido en el poder (el PP, que en Navarra se presenta a las elecciones junto a su socio UPN), cuya sede es registrada durante horas por la policía, a la que entrega sus ordenadores destrozados, con ministros (Rato, Matas, Mato, Soria…), expresidentes de comunidad (Baleares, Valencia, Madrid…), alcaldes y decenas de cargos varios sumidos en procesos judiciales con algunos ya entre rejas.

Un partido en la oposición que ha sufrido parecidos escándalos (Urralburu,  Roldán, Andalucía…) y, además, condenas por «guerra sucia» de su exministro del Interior.

Dos sindicatos estatales con instrucciones judiciales sobre un multimillonario presunto fraude en su financiación y destacados dirigentes imputados, y el expresidente de los empresarios españoles en la cárcel también por delitos económicos con muchos ceros.

El espectáculo es bananero. ¿Hay alguna obra de infraestructuras que no haya sufrido el sobrecoste de las comisiones? ¿Por qué ninguna empresa es castigada por estos hechos (las implicadas son prácticamente las mismas que untaron a Urralburu, Roldán y compañía)? Y, por cierto, si se pagaron comisiones en Madrid, caso de OHL, ¿quién nos asegura que no lo habrán hecho también en la construcción del Canal de Navarra, obra presupuestada en cientos de millones de euros?

La solución pasaría por una justicia independiente del poder político, pero es en ese momento cuando el Estado español finiquita la opereta con una serie de «visitas al conseguidor», en este caso el ministro del Interior.

Los europeos, citados al comienzo de este artículo, entran en trance al comprobar la impunidad con la que funciona el sistema «marca España»:

El exministro del Interior Fdez. Díaz recibe al jefe de la Oficina anti-fraude para conspirar contra los partidos mayoritarios en Catalunya («esto la Fiscalía te lo afina» le dijo textualmente) o comparte juergas y medio de transporte junto a la expresidenta de Navarra, mientras estaba ésta imputada por la juez navarra para, posteriormente, ser «salvada» in extremis por el Tribunal Supremo, cuyos miembros son nombrados por los mismos partidos antes descritos. Sin olvidar que también recibió en el ministerio al luego encarcelado exministro Rato cuando ya estaba siendo investigado.

En la misma línea, el nuevo secretario de estado de Interior recibía en su despacho, poco antes de su detención, al hermano de expresidente de Madrid, también encarcelado. Y la guinda, según nos informaba el veterano periodista andaluz, Pepe Fernández, la puso el nuevo ministro del Interior, Zoido, invitando a estrenar el comedor del ministerio, recién reformado, a A. Pulido, exdirector de CajaSol y máximo responsabe junto a E. Goñi de Banca Cívica hasta su desaparición. Pulido, todavía investigado por la AN, se jacta públicamente de esta amistad con el ministro y, además, dice ser «el hombre de las finanzas» de Susana Díaz, con la que comparte amistad desde que ambos eran militantes de las juventudes del PSOE.

¿Alguien da más?

Mientras tanto, a Navarra le tumban sus leyes esos mismos partidos carcomidos… y esos mismos estamentos (Ferraz, Zarzuela…) deciden nuestro futuro en oscuras reuniones secretas que ridiculizan a los dirigentes «navarristas».

Ese es el Estado español corrupto del que algunos, desde Navarra, pensamos nos debemos defender, al tiempo que exigimos nuestro derecho a decidir el futuro de nuestra ciudadanía. Porque la mejor forma de defender nuestra bandera navarra es exigir a ese Estado español que respete las leyes emanadas de nuestro parlamento y que las decisiones políticas que afectan a nuestro futuro se tomen aquí.

El Cardenal Cisneros, ese del que, en la mayoría de los centros de estudio, obvian que fue uno de los azotes de nuestra tierra, derribando castillos y fortificaciones y creando una red de confidentes para «defenderse de los nativos», decía que era para «mantener más segura la presa» y, «de esa manera el reino (Navarra) puede estar sojuzgado y no tendrá atrevimiento ni osadía para se revelar».

Así pues, los nuevos aires que corren en Navarra pretenden ventilar nuestra tierra de ese rancio hedor a camarilla, dedocracia y puertas giratorias que dejaron los de la «Trinidad» navarra: UPN-PP-PSN.

Se están dando pasos, más despacio de lo que nos gustaría, pero debemos insistir en esa dirección y revelarnos contra quienes vulneran nuestros derechos y voluntades para que, desde fuera, puedan decir: «Navarra sí es Europa» y a otro perro con el manido «que vienen los vascos».

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