Tomás García Díaz
Exparlamentario vasco

No con mis impuestos

Las imágenes que la ETB ha difundido de la actuación policial el pasado 18 de mayo en la Plaza de la Virgen Blanca de Vitoria-Gasteiz, no dejan indiferentes a nadie, unos por que las asumen, otros por que las repudian.

Unos y otros se sienten demócratas, valedores de un estado de derecho, donde la justicia y la libertad son los pilares de nuestra sociedad.

Desconozco qué argumentos pueden tener quienes justifican y asumen ese tipo de actuación policial, argumentos que indudablemente se han de situar en lo que venimos llamando sociedad democrática, estado de derecho, etc. Por más esfuerzo que hago, no encuentro justificación democrática, ni amparada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y es por ello que siento vergüenza ajena al pensar en esos policías, que obedeciendo ordenes superiores, se comportaron sin principios éticos ni morales, (quienes, desde el escalón de mando superior ordenan y justifican ese tipo de actuación, su eticidad y moralidad dejan mucho que desear.)

La policía cumple, o debe cumplir, unos requisitos en una sociedad democrática que entre otros son:
Respetar y hacer respetar el orden establecido; ser garantes ante los ciudadanos de las leyes; tratar con el debido respeto a los ciudadanos y su integridad física, incluso aunque estos sean presumiblemente delincuentes... En definitiva, la policía está al servicio de la ciudadanía y no a la inversa, con independencia del momento político o del número de personas que en un momento determinado puedan jalear ciertas actuaciones.

Con independencia de la adscripción o simpatía por una u otra sigla política, cualquier persona con un grado de sensibilidad normal (mucho más aquellos y aquellas con responsabilidades políticas) no puede aceptar de ninguna manera que una persona reducida en el suelo por varios uniformados, ofreciendo solo resistencia pasiva, sea pateada por uno de ellos, que otra sea arrastrada sujeta por los pies por dos uniformados, observándose solamente agresividad en los componentes de la policía autónoma.

Este comportamiento es humillante para las personas así tratadas, vulnera los derechos individuales de la persona y por tanto genera un déficit democrático, no se trata de hacer leña del árbol caído y decir que, como el Departamento de Interior es responsabilidad de una sigla determinada, es esta sigla la responsable de esas actuaciones, aunque políticamente sí que lo sea. La responsabilidad  recae en quienes han estructurado y estructuran el Departamento de Interior, en sus “ideólogos”, en aquellos y aquellas que forman a los componentes de la policía de esta manera.

La frase acuñada de que la actuación policial ha sido proporcionada al nivel de resistencia y agresividad empleada por los manifestantes, corresponde a la justificación de quienes de forma autoritaria entienden el orden. Si equivocarse es de humanos, rectificar es de sabios, no estaría mal que se asumiesen los errores cometidos, y los ciudadanos de bien, con independencia de a quién votamos, pudiésemos ver y leer que se han tomado medidas en contra de este tipo de actuaciones con el firme propósito de que no se vuelvan a repetir, cuando menos en nuestro entorno geográfico y político.

La Dictadura o cualquier tipo de organización social unipersonal, autoritaria, debería de ser relegada a tiempos pasados y latitudes lejanas, no se construye aporreando a los ciudadanos, que además somos quienes pagamos salarios, dotación, formación, desde luego esa forma de actuar, no con mis impuestos.

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