Olga Saratxaga Bouzas
Escritora

Noa, Nagore, Verónica y tantas más

Acaban de cumplirse 11 años del asesinato de Nagore Laffage Casasola. Un crimen machista, que dejó a la sociedad vasca sumida en total conmoción: entre el duelo y la impotencia, la indignación y la tristeza, el desamparo y la denuncia, la rabia y el grito, la incompetencia y la desidia penal

Hablar de emociones no es precisamente tendencia en un mundo globalizado, en el que prima la especulación, los intereses privados y la economía cortoplacista, como el actual. Estas son procesos complejos atribuidos a reacciones neuroquímicas del sistema límbico cerebral, los primeros estimuladores de alerta cognitiva, reguladores básicos para la adaptación a los cambios del entorno. Son mecanismos de alarma, que ponen en marcha, junto a distintas manifestaciones fisiológicas involuntarias, el engranaje de la memoria, y sirven para una primera evaluación de lo que acontece a nuestro alrededor: hacernos cargo de una situación, de nuestra posición en ella y nuestra capacidad para afrontarla. Nuestra supervivencia depende, además de otros procesos cerebrales, de ellas.

Este atributo humano es irracional, primitivo, espontáneo, suscita la acción hacia un fin determinado: la inferencia en los acontecimientos y el medio. En su aspecto semántico, es el impulso que nos mueve hacia algo, con un claro significado funcional que escapa a nuestra intervención razonada. Aparece de facto, ligado a un acontecimiento –ya experimentado o no–, y de manera automática, pero organizada, dirige su respuesta, bien de rechazo, protección o readaptación, hacia un objetivo.

Una vez sosegada la emoción tras el suicidio de Noa Pothoven, el protocolo del sentimiento continúa ejerciendo de bastión contra la intolerancia machista, ante su injusta muerte. Las circunstancias de esta, el origen que la provocó, secuelas postraumáticas infligiendo un castigo extra a las agresiones soportadas.

Holanda es en muchos aspectos un país más avanzado que la media europea, y la controversia de una muerte digna está resuelta desde hace casi dos décadas. Nada que objetar a la determinación de la joven de 17 años que decidió acogerse a su derecho a decidir el cuándo y cómo del final de su vida. Nada, salvo una consideración vital en el entramado de los últimos años de Noa: fue violada en varias ocasiones a partir de los 11 años.

Juicio moral aparte, sobre los conceptos de suicidio o eutanasia, como en cualquier sufrimiento físico, el umbral de lo soportable a nivel psicológico es absolutamente subjetivo. El sufrimiento emocional, de forma particular, no escapa a esta condición de individualidad en la competencia de gestionar emociones suscitadas por vivencias graves, máxime cuando estas se dan en una etapa tan vulnerable física y cognitivamente. Ese momento crucial en el desarrollo de las personas: el tránsito de la niñez a la adolescencia.

Mientras escribo sobre Noa recuerdo otro caso reciente de suicidio: Verónica. Víctima también del machismo, en su historia quedó patente el nivel de cosificación social otorgado a la mujer, su miedo y vergüenza a que unos hechos, ocurridos tiempo atrás en libre ejercicio a vivir su sexualidad de pleno derecho, trascendieran al ámbito de lo público. Para el macho difusor de las imágenes supuso, en el lapso de pocos días, el summum de la egolatría y, a la vez, lo convirtió en asesino. Sin obviar la injerencia y culpabilidad de múltiples cómplices del suceso.

Acaban de cumplirse 11 años del asesinato de Nagore Laffage Casasola. Un crimen machista, que dejó a la sociedad vasca sumida en total conmoción: entre el duelo y la impotencia, la indignación y la tristeza, el desamparo y la denuncia, la rabia y el grito, la incompetencia y la desidia penal. La violenta supremacía falócrata hizo sangre de mujer en los inicios de Sanfermines de 2008. Hoy, las heridas siguen abiertas, y el asesino en libertad de movimiento casi absoluto. A partir de 2020 ejercerá, de nuevo, en psiquiatría…

Emoción y sentimiento son figuras mentales clave para forjar la identidad e interactuar socialmente. Conocer el propio yo y diferenciarlo del resto de yoes y demás participantes del entorno favorece nuestra conducta ética, al mismo tiempo que la calidad de nuestras emociones y sentimientos revertirá en distintos modelos de sociedad según estemos dispuestas a aprender que existen líneas rojas sin billete de ida y vuelta. Aquí, donde empieza mi derecho a decir no, termina tu pretensión al sí.

Sufrimos tiempos de urgente implementación de recursos en áreas multidisciplinares. Un trabajo comunitario que aporte directrices y pautas de actuación directa y efectiva para erradicar las desigualdades que sufrimos las mujeres y, sobremanera, la depredación sexual. La violencia misógina en todas y cada una de sus parcelas cotidianas debe ser intervenida de inmediato.

Lo que contrasta con el reciente decreto en materia de igualdad de la nueva corporación del ayuntamiento de Iruñea. Veremos lo resolutivo de su acción en los futuros casos de necesaria intervención, que, sin duda, seguirán dándose.

La peculiar intromisión de la derecha en asuntos paritarios no es algo nuevo, ni aceptable para una mujer porque no hay entrada para el fascismo en el espacio feminista. Nuestro derecho no es privativo de su ideología, ni cuestionable para sus intereses partidistas, ni moneda de cambio en sus retorcidas estrategias de acoso y derribo.

Podría deciros que en este momento soy Noa, Nagore, Verónica y tantas más… podría ponerme en su piel e imaginar su sufrimiento, sentir su angustia, sus últimas emociones, y si estas tuvieron margen para dar paso al sentimiento. Elucubrar para quién su último pensamiento… Podría intuir su agonía, en vida y en el umbral de la muerte. Podría… pero… no soy ellas. Yo estoy viva.

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