Alfredo Ozaeta

País de la nada

Ya es tiempo de superar la mediocridad que salvo excepciones habita en la política española y sus vividores profesionales, salir del bucle y demoler el heredado andamiaje franquista en torno a la judicatura, monarquía, estamentos policiales o militares etc.

Entendiendo como nada la inexistencia total o carencia de todo ser, vacío, poco importante o como ausencia absoluta de cosas. Podemos hablar de que la idea de nada nos remite a la teoría del Big Bang o explosión primigenia que dio lugar hace millones de años al inicio de vida en nuestro planeta.

Muchos y grandes filósofos han tratado de definir la nada de diferentes maneras, como algo etéreo pero circunstancial y que forma parte de nuestra existencia. Así tenemos a Freud, Marx, Nietzsche, etc., y por supuesto los existencialistas como Sartre. De estos genios, y otros, se formularon las corrientes nihilistas, del latín nihil (nada), donde sintetizando de forma simplona nos vienen a decir que al final, todo se reduce a nada y por tanto nada tiene sentido.

El filósofo griego Parménides decía que la nada no existe y que para hablar de una cosa tiene que existir. Algo que a su manera y desde la óptica de la física también compartía Einstein entre otros.

Y con toda esta amalgama de teorías y no se sabe muy bien si por una especie de big bang más apacible y localizado la política en el estado español lo ha convertido en el país de la nada, donde solo existe el presente y el momento dejando sin presencia lo que no interesa, al albur del olvido o de su volatilización.

Ejemplo claro es la falta de políticas industriales y empleo, energéticas con aprovechamiento de las energías limpias o renovables, atención a las zonas rurales y sectores agrarios, ganaderos, pesqueros o terciarios, formación y empleo juvenil, políticas sociales rigurosas, vivienda, sanidad, educación, etc. La falta de iniciativa en estos y más asuntos es palmaria, no existe un proyecto de país y futuro que ponga en valor la mejora de vida y futuro de sus ciudadanos.

Su irrelevancia en las políticas internaciones es total, su notoriedad cobra únicamente algún sentido en las competiciones deportivas super profesionalizadas y normalmente con participación en sus equipos de deportistas de otras naciones. O cuando toca pedir ayuda, como es el caso actual, ¿de dónde colocar los 200.000 millones de euros de emisión de deuda pública que se necesita hacer efectivo para soportar el gasto corriente?

En el orden político pasa otro tanto, en vez de trabajar en la solución de los desencuentros y en la solución democrática de las legítimas aspiraciones de las diferentes nacionalidades dentro de su estado, utilizan la desmemoria, la represión y el chantaje para perpetuar el único casposo y tramontano proyecto que consideran, el mantenimiento de la unidad de la nación que dicen que un día fue imperio.

Vemos como en los dos conflictos más recientes e importantes vividos en el estado han optado en ambos por la represión en vez de por soluciones, en el caso del país vasco perpetuando su venganza sobre la disidencia y los militantes que tuvieron la osadía de enfrentarse a la dictadura, y en el caso catalán con severos e injustos castigos o exilios para los ciudadanos y sus representantes legítimos que trataron de hacer cumplir la voluntad de su pueblo. En nuestro caso tratan de construir un falso relato comprando políticos y voluntades que se acomoden en su España y en Catalunya lanzar fuegos de artificio con miedos y bulos, primando a las fuerzas españolistas más extremas para que ejerzan el papel de mamporreros. Y en ambos dejar pasar el tiempo mientras continúan con su estrategia colonial de asimilación cultural e ideológica.

La indolencia, pasibilidad o falta de rigor a la hora de resolver los problemas en los temas que no interesan es total. Incomoda enormemente cualquier opinión que contradiga la propia, por muy fundada o argumentada que pueda estar. Lo vemos continuamente con las resoluciones en su contra que desde distintos organismos como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, la Organización Mundial Contra la Tortura u otros grupos con relación a garantías jurídicas o prevención de malos tratos. Se lo pasan por la entrepierna o ningunean. Todo lo que les interpela o evidencia su mala praxis no lo consideran o hacen caso omiso.

Por no hablar de la habilidad para generar problemas y demandar que otros se los solucionen, como el reciente caso de incumplimiento de los acuerdos con Argelia y la presión a la C.E. para que lo redireccione y les salve del desatino.

Su vara de medir e interpretación de la legislación y normas jurídicas adopta múltiples formas en función del infractor y su consideración como amigo o enemigo. Partiendo de su bajo perfil democrático se permite penar los delitos del que consideran enemigo con severidad y venganza extrema y los de los que consideran sus aliados o «servidores» por hechos tan o más graves con palmaditas y premio de medallas. Son capaces de llevar a los parlamentos los fraudes de algunos ciudadanos con las ayudas sociales, el chocolate del loro, cuando desde sus partidos el fraude millonario, comisiones y mordidas son algo habitual. Que se lo pregunten e investiguen a la máxima institución del reino, pero como no interesa, no pasa nada.

Hay poca seriedad, no solo como ya hace tiempo se dijo que la justicia es un cachondeo, sino porque en función de donde sople el viento o color de la camisa se toman las decisiones. El incumplimiento de la palabra dada y compromisos adquiridos es algo endémico o sistémico en su cultura. Que le pregunten al pueblo saharaui donde están sus acuerdos con el Estado Español en torno a la defensa de su derecho de autodeterminación, o a los distintos interlocutores que hayan participado en los diferentes procesos negociadores a lo largo de su historia.

Ya es tiempo de superar la mediocridad que salvo excepciones habita en la política española y sus vividores profesionales, salir del bucle y demoler el heredado andamiaje franquista en torno a la judicatura, monarquía, estamentos policiales o militares etc. Implementando culturas y comportamientos democráticos que restablezcan conciencias en torno al bien general y al derecho individual y colectivo de los pueblos para decidir su futuro.

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