Guzmán Ruiz Garro
Analista económico

Para las generales, unidad popular

Nunca fue fácil fraguar candidaturas de unidad popular, ni en Euskal Herria ni en el conjunto del Estado. Las disputas intestinas y cainitas de la izquierda vienen de lejos.

En las elecciones de noviembre de 1933, la división permitió el triunfo radical-cedista. El PSOE sólo suscribió acuerdos con los republicanos en unas pocas circunscripciones, lo que suponía que los partidos de la antigua conjunción republicano-socialista acudían a las urnas divididos y atomizados en candidaturas dispares, enfrentados en casi todas partes y dando al electorado una perjudicial imagen de desunión y falta de coherencia política. El periódico monárquico-integrista de Bilbao (‘El Pueblo Vasco’) reflejó el éxito con este titular: «Esplendida victoria electoral de las derechas. España no ha dejado de ser católica, barre materialmente a los ultrajadores de su fe».

Los Hechos de Mayo de 1937, en Barcelona, fueron consecuencia del enfrentamiento armado entre el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y algunos sectores anarquistas, por un lado, y los comunistas y el Gobierno de la Generalitat de Cataluña, por el otro, y que algunos historiadores los han considerado como una guerra civil dentro de la guerra civil.
En 1939, el golpe de estado contra negrinistas y comunistas se consumó y la traición de casadistas y meristas puso fin a la II República.

Solo en la línea de José Díaz (secretario general del Partido Comunista de España entre 1932 y 1942) podría atisbarse una sugerente visión de lo que hoy se vuelve a llamar unidad popular y que se promueve desde diferentes ámbitos de la izquierda y de la cultura. José Díaz tuvo que negociar no solo con los socialistas y socialistas radicales sino también con los propios militantes y dirigentes del PCE contrarios al Frente Único Antifascista. Las anécdotas cuentan que este dirigente comunista mandó quemar las papeletas con las que el PCE pretendía presentarse en solitario. El objetivo era claro: la unidad popular.
 
Señalando modelos propios, más que loable fue la actuación unitaria de ANV: lealtad a la República, apoyo incondicional al Gobierno Vasco, política militar de resistencia a ultranza con el objetivo primordial de ganar la guerra. En Tierra Vasca se proclamaba: «Libre ha de quedar Euzkadi y muerto ha de quedar en nuestra tierra el sistema capitalista causante único (...) de ésta y de todas las desdichas y agresiones». ANV consideraba al capitalismo la causa de todos los males, desde la Guerra Civil hasta el fascismo, explotador de los trabajadores y opresor de los pueblos.

Nuestra historia más reciente tampoco queda libre de disputas. La llamada izquierda estatalista no fue capaz de articular una acción electoral unitaria en las elecciones de 1977. Citando como ejemplo, la Agrupación Electoral de Trabajadores promovida por la ORT logró en Nafarroa 13.200 votos enfrentada a UNAI (la versión navarra de Euskadiko Ezkerra).

En febrero de 1977 se formó Euskal Erakunde Herritarra que agrupaba a la izquierda abertzale y a gran parte de la izquierda revolucionaria del País Vasco. Conocido anteriormente por Herrikoi, se gestó en base a los planteamientos de ruptura democrática que proponía la Alternativa KAS y tuvo una vida muy efímera. KAS acuerda que solamente participaría en las primeras legislativas si se consigue la amnistía y las libertades plenas. EIA se desmarcó de KAS y llegó a un acuerdo con EMK para conformar la coalición electoral Euskadiko Ezkerra. EEH estaba compuesto por los partidos y sindicatos integrantes de la Koordinadora Abertzale Sozialista (EHAS, LAIA, EIA, LAB y LAK), junto con EKA, ES, EK, ORT, PTE, PCU y EMK, además de LKI (antes LCR-ETA VI), LC y OIC como miembros no comprometidos con la totalidad del programa.

Vista está descripción de algunos de los hechos relevantes que han podido tener que ver con la unión popular, las filias y fobias, lo cierto es que los desencuentros ganan por goleada a los arrimos.

En Hego Euska Herria, todavía hoy día, aunque estén superados parte de los atavismos de la lucha armada, las dificultades que se dan en el Estado para lograr alianzas de componente heterodoxo, se multiplican por dos. A la plataforma auspiciada por cargos de IU, Equo y críticos de Podemos, cineastas incluidos, no sé si se les habrá pasado por la cabeza siquiera plantearse un acuerdo con la fuerza de izquierdas mayoritaria en este país. Teóricamente, aunque en el manifiesto de los 120 rostros del mundo de la cultura se elude mencionar la palabra «izquierda», se pide a «todas las fuerzas del cambio» que se unan para las generales en unas listas como Ahora Madrid.

De resultas de lo acontecido estas últimas semanas, no parece que Iglesias-Podemos, emulando a Díaz, quiera calcinar sus supuestas opciones de gobierno, por más que se esfuercen algunos de los que apoyaron a Zapatero en 2008 en pro de la unión de las «fuerzas del cambio» para superar al PP de Rajoy, al bipartidismo y a las políticas de austeridad. A Pablo no le encandila lo que despectivamente llama «un frente de izquierdas» o una «sopa de siglas».

Podemos se atribuye la herencia del espíritu del 15-M en exclusiva y, por estos lares, no nos parecen nada novedosos ni ocurrentes reivindicaciones y planteamientos que, aunque parezcan recién inventados, nosotros llevamos años posibilitando.

Por desgracia, en la izquierda se dan más desencuentros y divisiones que en la película de Monty Phyton. No habría más que fijarse en el Ayuntamiento de Bilbo donde Podemos acusó a Ganemos de hacerse pasar por ellos.

Aún y todo, ¿sería positivo intentar una candidatura de unidad popular también en Hego Euskal Herria? Indudablemente, sí. Hablamos de unas elecciones generales. Bildu debe hacer valer su presencia e intervenir en todas las iniciativas de este tipo. Sabiendo que las dificultades parecen insalvables, retraerse, excluirse a priori y conceder la iniciativa a IU o a Podemos le debilitaría inexorablemente.

El pacto en Nafarroa, con amplísimo acuerdo programático, puede ser un buen referente. Los soportes de organizaciones de todo el estado para las europeas reportaron muchas simpatías y un gran número de votos en su día, lo que induce a pensar que el beneficio podría ser mutuo. Si el partido amigo de la transversalidad insiste en que su formación es la herramienta fundamental del cambio y se niega a cualquier compromiso, quedará retratado. Si la iniciativa ciudadana (Ahora en Común) inspirada por la creencia de que el éxito está en la unión de la diversidad, tampoco quiere fraguar alianzas, no será por no haber movido ficha.

En política se echan en falta personas imaginativas, capaces de cambiar las expectativas, percepciones y motivaciones, así como liderar los cambios en momentos claves. Ese liderazgo llamado transformacional, de apariencia elitista, facilitaría uniones para que lo público prevalezca sobre lo privado, para derogar la reforma de las pensiones y las laborales, para impedir el saqueo de los países en beneficio de las oligarquías, para que cada pueblo pueda elegir su destino.

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