¿Para quién es importante la transición energética?
Ha pasado un mes desde que los diferentes movimientos en defensa de la tierra de Araba (en contra del AHT, centrales eólicas y fotovoltaicas, macro polígonos industriales, etc.), las diferentes plataformas vecinales contra los macroproyectos de centrales fotovoltaicas y los sindicatos de agricultores y ganaderos llenamos las calles de Gasteiz para gritar con contundencia: “MAKROPROIEKTURIK EZ!”. Junto con el apoyo de más de 160 juntas administrativas y organizaciones sociales, sindicales y de todo tipo, fuimos más de 5.500 personas las que vimos la necesidad de llevar a las calles una reivindicación que es compartida por un sector mucho más amplio aún de la sociedad alavesa. Y todo ello gracias a la unidad y el acuerdo en el que creo que la mayoría de nosotras seguimos confiando: que no queremos vender la tierra y el agua que nos dan alimento, y los bosques y montes que nos dan oxígeno, al mejor postor.
Pese al gran éxito de la movilización, algunas personas han preferido optar por la vía de la división y el enfrentamiento. Con unas palabras dirigidas a los movimientos que llevamos años trabajando en Araba para defender la tierra frente a los reiterados ataques a los que nos hemos visto expuestas (Fracking, AHT, centrales eólicas, fotovoltaicas, etc.), quieren hacer ver que no estamos siendo responsables en nuestra tarea. Vienen a decir que hay que «construir una narrativa» a favor de la «transición energética y ecosocial justa», y dejan entreabierta la puerta a la posibilidad de posicionarse con unos intereses que poco tienen que ver con lo que la sociedad alavesa necesita.
La situación mundial respecto a la crisis climática no necesita presentación, los hechos son los hechos, y los indicadores globales de que nos estamos cargando el planeta están ahí. Ahora bien, la manera en la que las distintas fuerzas y sectores de la sociedad podemos plantear la salida a esta situación (o que salgamos todas lo mejor paradas posible) es muy diferente con base en los intereses que tengamos cada una.
Empezando por las instituciones europeas, y pasando por todas las instituciones intermedias hasta llegar a nuestras comunidades, se ha establecido el mantra de la necesidad de una “transición energética”. Y sin tener muy claro qué significa eso, la traducción directa ha sido la del despliegue masivo de proyectos a gran escala de generación de energías “renovables”. Una podría pensar entonces que esto significa que vamos a dejar de consumir energías contaminantes, de origen fósil, para consumir tan solo la energía eléctrica “verde” y “renovable” generada gracias al sol, el viento, las mareas, etc. Pero se escapan algunos detalles importantes.
El primero es que el mayor consumo de energía se da en la industria y el transporte, con un uso predominante de energías fósiles, y a día de hoy la electrificación considerable o total de estos sectores es imposible (y sin garantías para ello a la vista).
Por otro lado, las materias primas indispensables para la construcción de las mega infraestructuras para generar la energía, almacenarla y distribuirla provienen de fuentes no-renovables (tierras raras, litio, etc.). ¿A costa de qué y de quién, en la Tierra, se está desarrollando la industria de las “renovables”? ¿Vamos a ser cómplices de las guerras OTANistas y del expolio de otros países con tal de asegurar nuestro cacho del pastel?
Y por último está la cuestión de que nunca una nueva fuente de energía ha sustituido a las anteriores, sino que se ha agregado a estas para seguir consumiendo más y más. Y así lo requiere el sistema capitalista global actual, que necesita crecer sin parar, devorando los ecosistemas a su paso, para mantenerse con vida. Entonces, ¿qué es la transición energética? ¿Transición a dónde? ¿Transición de qué y para quién?
Como cualquier otra industria, la industria de la energía solo tiene como propósito el beneficio de las empresas que la desarrollan. Mientras la energía siga siendo una mercancía, y no un bien de consumo de acceso universal, poco importa que sea renovable o no. Esto solo determina por cuánto tiempo podrá seguir generando beneficios y riqueza para manos privadas. Aquí la Unión Europea ha visto claramente que el petróleo y el gas se están acabando, y para poder seguir creciendo necesitan potenciar una nueva industria energética que no dependa de agentes externos. De ahí la urgencia y la importancia de la “transición energética”. Pero claro, las infraestructuras de generación de esta nueva energía sí que caducan, y cada dos o tres décadas necesitan ser reemplazadas (más negocio). No sabemos qué pasará entonces, pero los fabricantes de estas infraestructuras también quieren seguir produciendo y ganando dinero, y querrán seguir dando salida a sus productos, hasta ahogarnos en un mar de molinos, placas, plástico y hormigón.
Entonces, ¿qué solución se nos plantea? Un proceso democrático para la ordenación del territorio. Es decir, que tenemos que aceptar que hay que instalar macroproyectos en el territorio y que para ello tenemos que sacrificar el mismo de manera ordenada. Antes era urgente denunciar el destrozo medioambiental que suponen los macroproyectos, pero ahora es importante elegir qué pedazo del territorio vamos a malvender para que Iberdrola, Solaria, Statkraft, o quien sea, se llene los bolsillos. Y todo esto de manera democrática, claro, para que luego nadie pueda quejarse. Aquí esa democracia se parece más bien a dos lobos y una oveja votando para decidir por mayoría a quién se comen esa noche. Y, sin duda, nosotras somos la oveja, y no podemos ni queremos comprar la nueva consigna de “Makroproiekturik ez, excepto los necesarios”. Nosotras creemos en el uso de energías realmente renovables de producción local, descentralizada, sostenible y a la medida de las necesidades de las comunidades, pero no es su despliegue a gran escala ni bajo la lógica de mercado. Horrela ez!
También creemos que la solución al desastre ecológico y medioambiental actual, y a la injusticia y desigualdad sociales, no puede venir únicamente desde la visión parcial de nuestra lucha. Deberemos unir fuerzas con el resto de las capas explotadas y desposeídas de la sociedad para poder darle la vuelta a la tortilla. Pensar en poder imponer la voluntad popular frente a la fuerza de los mercados y sus instituciones sin dar esta vuelta a la situación no es realista, y cualquier solución que se disfrace de democrática y justa bajo esta realidad seguirá beneficiando y sirviendo a los intereses de los gigantes energéticos, fondos de inversión, y demás especuladores.
Ante el sinsentido y los discursos que pueden llevar a justificar la destrucción de los entornos naturales de Araba (Trebiñu también es Araba) para beneficio de nadie, salvo el de las élites económicas y los mercenarios de la política que solo se preocupan por barrer cada uno para su casa, nosotras insistimos: MAKROPROIEKTURIK EZ! Ez hemen, ez inon!