Pablo A. Nabarro Lekanda «Patili»

Pasatiempos

Ese sudoku mágico, junto a mis dibujos, reflexiones, músicas, cómics y un pequeño poema de Eduardo Galeano forman parte de mi santuario y no es mi intención llevarme ese secreto a la tumba como hacen algunos seteros con sus perretxicales.

Soy adicto a los sudokus, lo confieso. Es mi primera actividad del día. Una vez desayunado, compro el pan y el periódico y una vez ojeados sus titulares me paso directamente a la página de pasatiempos: primero los sudokus y seguido el kakuro. Tiempo de realización de treinta a cuarenta minutos, eficiencia el 100%, salvo contadas excepciones. Después vienen las obligaciones domésticas y también el obligado contacto con la naturaleza, monte, caminatas... –dos horas aproximadamente la mayoría de las veces–. Es obvio, soy un jubilado al uso.

La mecánica del sudoku requiere de cierta paciencia y constancia y con la práctica te vas dotando de ciertos recursos, de ciertas reglas que facilitan su ejecución sin por ello evitar la dinámica de la prueba –error que lo caracteriza–. Una práctica que me ha llevado a varias conclusiones: hay sudokus irresolubles; un mismo sudoku puede tener dos o más soluciones y la más importante, que lo aparentemente muy difícil tiene soluciones muy fáciles. Me explico.

Imagínense un sudoku vacío, desnudo, en blanco, con las 81 cuadrículas sin rellenar. Según la lógica, cuanto mayor sea el número de cuadrículas a rellenar mayor es su dificultad, de ahí que los cataloguen, como los hoteles, con una, dos, tres estrellas o más según el caso. En el caso citado estaríamos en un hotel de lujo en Dubai, por ejemplo. Es decir: un auténtico desafío.

Asumí el reto sabiendo como todo dios que el número de combinaciones posibles, respetando las reglas de oro del sudoku, son de millones y que a buen seguro que mentes más capacitadas que la mía es decir, la mayoría de la humanidad, lo podrían hacer en un espacio de tiempo relativamente corto. Pero insisto: soy un jubilado.

Me puse manos a la obra y créanme fue en un tercer intento en lo que algunos llaman la suerte del novato, cuando en un momento de inspiración mariana (sucedió en mi oráculo de Mari durante confinamiento) di con la solución a tamaño problema y en un tiempo récord en mi recorrido de sudokulari y que como diría el sátrapa emérito me llenó de orgullo y satisfacción: lo hice en menos de cinco minutos.

Ese sudoku mágico, junto a mis dibujos, reflexiones, músicas, cómics y un pequeño poema de Eduardo Galeano forman parte de mi santuario y no es mi intención llevarme ese secreto a la tumba como hacen algunos seteros con sus perretxicales. Si hay alguien realmente interesado en conocer el sudoku de marras gustosamente se lo enseñaré.

También he hecho sudokus de colores, uno con números chinos, otro con números romanos, otro números mayas, árabes, criptomonedas… Pasatiempos, ocio creativo de un jubilado que hoy, como todos los lunes, he acudido a la concentración de las 12 en la plaza Nueva. Lunes al sol.

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