Marta Pérez Arellano
Activista social

Patxi Ruiz y la necropolítica española

Está demostrado que las cárceles no disminuyen la delincuencia ni los crímenes en una sociedad, no reeducan y no sirven al bien común.

«Necropolítica» es el término utilizado por el filósofo camerunés Achille Mbembe para referirse a la política de la muerte.

Durante los últimos días, asistimos a un ejercicio de necropolítica brutal cuando en la prisión de Murcia II se está dejando extinguir la salud, y puede que la vida, del preso Patxi Ruiz, en huelga de hambre y sed desde el día 11 de mayo. El recluso tomó esta determinación tras denunciar amenazas por parte de miembros del personal de la prisión, en represalia por su participación en una movilización pacífica contra la gestión de la situación de pandemia en la penitenciaría.

Así las cosas, Patxi Ruiz podría sufrir la muerte en los próximos días y, aún en caso de sobrevivir, lo ocurrido acarreará graves consecuencias para su salud.

Considero que ante esta situación, como ante la de cualquier vulneración de derechos de una persona presa, no se trata de valorar las simpatías o animadversiones que cada cual pueda sentir hacia dicha persona o las circunstancias que derivaron en su ingreso en prisión. Simplemente, se trata de una cuestión ética y de derechos. Se trata del respeto a la vida y a la dignidad humana de las personas presas, que el Estado tiene la obligación de garantizar.

Pero claro, poca ética podemos esperar de un sistema judicial basado en la lógica punitivista. Las instituciones de encierro (cárceles, pero también centros de internamiento de personas extranjeras, centros de menores,psiquiátricos,...), fundamentadas en la violencia, se encargan de infringir el castigo. La privación de libertad, los malos tratos físicos y psíquicos, las penosas condiciones de vida, de alimentación, la precaria asistencia sanitaria, el aislamiento,... están a la orden del día en las prisiones. Y eso, simplemente, no puede ser.

En mi opinión,las cárceles, como tal, son inútiles. O, más bien, son muy útiles, pero como instrumento represivo. Está demostrado que las cárceles no disminuyen la delincuencia ni los crímenes en una sociedad, no reeducan y no sirven al bien común (por cierto, también está estudiado que la justicia social y la democracia real sí sirven para todo eso). No obstante, si en nuestro injusto e imperfecto mundo existen las cárceles, qué mínimo que exijamos que no sean centros de tortura, estercoleros donde se desecha la vida humana, lugares donde además de castigar a las personas a las que se encierra, se penaliza a todos sus seres queridos, entre otras cosas, aplicando medidas como la dispersión.

Patxi Ruiz, tras años denunciando las malas condiciones de vida y los malos tratos que venía sufriendo, se ha puesto en huelga de hambre y sed para luchar pacíficamente por unos mínimos de dignidad para él y para sus compañeros. Y es aberrante, injusto e inhumano que pueda morir o enfermar gravemente por eso.

Sin embargo, mientras no cambien las circunstancias que han hecho posible que esto ocurra, será una víctima más de la necropolítica española, pero no la última.

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