Nagore Mujika
Coordinadora de Etxerat en Bizkaia

Peru, Maite eta Kepa

Urge que todos y todas, instituciones, agentes políticos y sindicales, nos comprometamos para acabar con este sufrimiento, para poder avanzar en el camino hacia una paz justa para todos. Urge que se tomen medidas para que no se vuelva a repetir, para que la muerte de Kepa, que no tenía que haber ocurrido, sea la última.

A todos y todas las que amamos este pueblo el 31 de julio al conocer la muerte de Kepa se nos rompió el corazón. Las garras de la política penitenciaria de excepción, que sufren durante casi 30 años nuestros familiares encarcelados y también sus familiares y allegados, nos arrebataron a Kepa.

A Kepa no le he llegado a conocer personalmente pero a Maite, su compañera y a Peru, su hijo, sí. Y de ellos os quiero hablar porque, por medio de ellos, también se puede entender mejor lo que vivimos los familiares.

El 31 de julio no fue Maite la que llamó a la cárcel de Badajoz para pedir visita, fue un responsable de esta prisión quien llamó a Maite para comunicarle la terrible noticia. Minutos después, con muchísimo dolor, con rabia contenida y, sobre todo, con muchas muestras de cariño y solidaridad para Maite y Peru, la noticia de la muerte de Kepa se difundió rapidamente en llamadas de teléfono, mensajes, e impactó en las redes sociales y en los medios…

La noche del 31 fuimos a Lopidana y desde allí partimos con Maite, las hermanas de Kepa, amigos y amigas de la familia, representantes de la izquierda abertzale y EH Bildu, y Etxerat hacia Badajoz. Quedamos en Lopidana, desde donde salen muchas de las furgonetas solidarias que nos acompañan habitualmente a los familiares en los viajes a las cárceles lejanas, pero en esta ocasión todo era diferente. Íbamos sin la ilusión de la visita y sin el paquete preparado la semana anterior; íbamos para traer a Kepa a casa y poder despedirle como se merecía.

700 kilómetros de distancia entre Galdakao y la prisión de Badajoz. 700 de ida y 700 kilómetros de vuelta que Peru y Maite conocen muy bien porque, mes tras mes, año tras año, ha sido la distancia que han recorrido obligatoriamente para poder estar con él. Parejas, amas, aitas, hijos, hijas… saben muy bien lo que supone un viaje de estas características; es un cóctel de ilusión por verles, erosionado por el cansancio, el desgaste físico, emocional y económico para tan sólo 40 minutos de visita u hora y media de vis. Muy poco tiempo que pasa muy rápido…

Durante casi 20 años Maite ha estado al pie del cañón, ella no lo ha elegido, a ella le ha tocado ser familiar, la compañera de Kepa que simplemente, por seguir queriéndole, ha tenido que pagar las consecuencias de esta política criminal que mantiene el PP y que se sustenta en el odio y la venganza también hacia los familiares. Peru durante toda su vida ha llevado la pesada mochila de la dispersión y el alejamiento, con todo lo que ello supone. Pese a ello, lo que se reflejaba en la mirada de Peru y Maite nada tenía que ver con la venganza y el odio, en sus miradas había dolor, serenidad y cariño. Sois un gran ejemplo que ayuda a construir.

Urge que todos y todas, instituciones, agentes políticos y sindicales, nos comprometamos para acabar con este sufrimiento, para poder avanzar en el camino hacia una paz justa para todos. Urge que se tomen medidas para que no se vuelva a repetir, para que la muerte de Kepa, que no tenía que haber ocurrido, sea la última.

Maite, Peru, a pesar del infinito dolor por el que estáis pasando no os olvidéis que estamos con vosotros. En estos tristes momentos, todos y todas las que formamos Etxerat os mandamos todo nuestro apoyo y este abrazo interminable. Maite zaituztegu!

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