PNV, el fin de un mito
Atañe a sus militantes y simpatizantes aprobar o reprobar semejante conducta. Pero un análisis más punzante del asunto nos involucra en el mismo por el precedente que sienta
Desde siempre, a los vascos nos ha gustado presumir de los récords que poseemos a nivel mundial en los más variopintos escenarios: que si la pelota más rápida del deporte es la de cesta punta, que si fuimos los primeros en dar la vuelta al mundo… y así podríamos estar hasta el amanecer.
Entre estas marcas figura una de carácter político que ha fascinado incluso a las gentes de izquierda de éste nuestro pais. Y es que la derecha vasca, o sea el PNV, fue la única derecha europea que durante el s. XX no tuvo connivencias con el fascismo. Ni sucumbió a los cantos de sirena de la bestia parda de Franco ni fue seducido por los aromas del nazismo. Incluso, el lehendakari Agirre fue uno de los pioneros en la idea de una Europa unida de carácter
democrático.
Pues bien, todo esto es ya agua pasada. El molino jeltzale del s. XXI es movido por unas aguas que rozan el filofascismo, al alinearse en el bando de aquellos que representan al imperialismo más feroz y a sus satélites de la extrema derecha. Se conoce que los exiguos intereses económicos de Imaz y alguno más procedentes del petróleo junto al bufón de la derecha venezolana, Anasagasti, nublan la vista de la élite jeltzale, hasta el punto de renunciar a su
esencia democrática labrada desde su nacimiento hace más de un siglo. Ellos saben, como todo ciudadano bien informado, que sus compañeros de equipo están gestando un golpe de Estado en toda regla, que necesariamente será cruento en la represión. Tendrán que extirpar a las organizaciones populares, enquistadas en una sociedad edificadora del socialismo durante y más de veinte años.
Todo esto al fin y al cabo es asunto interno del partido. Atañe a sus militantes y simpatizantes aprobar o reprobar semejante conducta. En principio, no nos debería preocupar al resto de ciudadanos. Pero un análisis más punzante del asunto nos involucra en el mismo por el precedente que sienta. ¿Quién nos dice ahora que en un hipotético triunfo de la izquierda vasca, de los socialistas vascos, que no de los socialdemócratas, el PNV respetaría semejante resultado y su consecuente gobierno? ¿Quién nos garantiza ahora que esa derecha pringada en el más que previsible golpe de Estado de Venezuela no empezaría a conspirar para derribar por las buenas o por las malas la alternativa de poder surgida de las urnas vascas? ¿Veríamos a alguno del EBB reuniéndose con Casado, Rivera y Abascal? ¿También con algún jefazo del estamento militar? ¿Visitando ciertas embajadas?
Esto que parecía imposible hasta hace muy poco, ahora puede tener visos de verosimilitud. Por todo ello, el mito del PNV y su intachable trayectoria democrática ha llegado a su fin.