Juan Carlos Prados Lopez De Ullibarri

¿Qué sucede en Yurreamendi?

Es triste, duro y doloroso tener que reconocer que la persona a la que debes todo, ha perdido las capacidades que le permiten vivir autónomamente, y que por las circunstancias familiares de uno mismo y para su mayor seguridad te ves obligado a ingresarla en una residencia de ancianos.

Esa Amatxo, cercana a los cien años, que desde la infancia le ha tocado ver la peor cara de la vida (guerra, posguerra, necesidad, malos tratos, injusticias, dictadura, pérdidas de seres queridos, soledad, etc.) peleando todos los días para darnos una vida mejor que la suya, que nos ha enseñado que sin esfuerzo no hay nada y que hay que respetar y ayudar al prójimo.

Ahora en el invierno de su vida sufre un cuidado precario, consciente de su dependencia, de su pérdida de capacidades, todo ello agravado tras la pandemia: perdida de movilidad, memoria, alegría de vivir…

Desde su ingreso en 2019 en la residencia de ancianos Yurreamendi (Tolosa) actualmente dependiente de Kabia, organismo dependiente de DFG (Diputación Foral de Guipuzkoa), hemos sufrido durante la pandemia: incertidumbre, aislamiento, restricciones de acceso, explicaciones exprés, informaciones que se limitaban a la colocación en la puerta del Centro del correspondiente BOPV con la última ordenanza al respecto, avisos telefónicos en caso de contagio de nuestro familiar o de contacto con un contagiado, avisos de des-sectorización sin fecha. Todo esto acompañado de un conflicto laboral dentro del personal de la residencia donde entre sus reclamaciones estaba el aumento de personal y de medios.

Por un lado, hemos vivido en la contradicción de tener que mantener las medidas de seguridad sanitaria junto a falta de medios, tanto humanos como materiales. Por otro el bombardeo de las informaciones que recibíamos de los responsables políticos, donde se transmitía la imagen de eficacia y máximos recursos, resaltando siempre el «mantra» de que contamos con la mejor sanidad. Estos hechos contradictorios nos han conducido a los familiares a un sentimiento de malestar continuo e impotencia.

Les preguntaría a estos responsables políticos cuyo deber y responsabilidad es velar por el buen funcionamiento de las instituciones y la seguridad de la población, ¿Cuántos fallecimientos de nuestros familiares podrían haberse evitado? ¿Han sacado conclusiones y errores a corregir en el funcionamiento de las Residencias de ancianos? ¿Priorizarán la salud con medidas preventivas para las siguientes pandemias? ¿El externalizar los cuidados convirtiéndolos en negocio es lo más responsable? ¿Por qué hay tanta prisa en «correr un tupido velo» sobre lo sucedido?

Lamentablemente tras la pandemia vemos como algunos de los problemas que ya existían anteriormente persisten e incluso aumentan:

- Falta de información a residentes y familiares por parte de la institución.
- Falta de personal (Ejemplo: ratios de 28 residentes dependientes severos para 2 auxiliares).
- Una escasa y limitada gestión del ocio y tiempo libre.
- Falta de información sobre el PAI (plan de atención individualizada de nuestro familiar), quienes forman la junta rectora, si es que existe, etc.
- Falta de responsable de planta por las tardes a la que poder dirigirse los familiares.
- Cambios de personal continuo, perdiéndose la familiaridad en el trato con el personal, e incluso sufrir el estrés del personal por los cambios.
- Instalaciones infrautilizadas y en algún caso deterioradas y peligrosas.
- Falta de servicio peluquería, deficiencias en el seguimiento de podología.
- Encuestas sin conclusiones conocidas por parte de los residentes y familiares.

Nuestros familiares sufren estas condiciones y son la parte más débil. No es lógico que en ocasiones que se solicita algún tipo de ayuda (WC) para nuestro familiar, nos veamos en el dilema de realizarlo nosotros mismos ante su mirada angustiosa y la tardanza del personal, o, incluso fallo del sistema de aviso, recibiendo siempre la misma respuesta, ¡NO LLEGAMOS! ¡NO LLEGAMOS!

Llama la atención como el volumen de personal es mucho mayor por las mañanas, entendible por las higienes que requieren nuestros familiares, y en cambio por las tardes vemos a parte de los residentes solos por los pasillos, o, en sus salas correspondientes dormitando delante de la TV, y una mínima parte de ellos ocupados en actividades (pintura, bingo, etc.). En definitiva, está limitada gestión del ocio, conlleva graves consecuencias para el bienestar de nuestros mayores: aburrimiento, pérdida cognitiva y física, frustración, aislamiento, soledad, conductas disruptivas.

El haber hecho del cuidado de nuestros mayores un nuevo nicho de negocio, es haber cedido parte de la responsabilidad que tenemos a empresas donde parte de su interés es una cuenta de resultados, y un ajuste de los servicios que los respalde.

Como familiar de residente, entiendo que todo recurso es limitado, pero a pesar de tanto protocolo, estudio, estadística, y planes institucionales que se muestran con gran pomposidad y más en época electoral como la actual, únicamente pido a los responsables de Kabia un poco más de «empatía y responsabilidad» con la situación de nuestros mayores y su buen cuidado.

Con estos problemas descritos brevemente resulta hiriente leer en el reglamento de régimen interno frases como «atención y asistencia integral y continuada», «atención especializada y de calidad», «principal finalidad favorecer el bienestar de las personas mayores, mantener y mejorar su estado fisico, psiquico y social».

Atentamente, un familiar preocupado.

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