Maribi Ugarteburu

Querido Pablo

No sé muy bien cómo empezar estas líneas, pues escribo desde la tristeza, desde la rabia contenida. Escribo desde las ganas de abrazarte que compartimos en estos momentos cientos, miles de mujeres y hombres que en Euskal Herria clamamos PAZ con mayúsculas. Clamamos verdad, reconocimiento, restablecimiento de derechos. Clamamos futuro en libertad.

Judith nos ha dejado, y la mano cruel del estado te ha impedido siquiera abrazarla por última vez. Tenías permiso para visitarla desde el viernes, pero Instituciones Penitenciarias ha evitado trasladarte a tiempo... Te han impedido algo básico, algo que supera cualquier barrera ideológica o política. Es cierto que la realidad siempre supera cualquier ficción posible. Y en el caso de los poderes españoles ejecutivo, judicial y penitenciario, todo uno al fin y al cabo, supera cualquier previsión por muy pesimista que pudiera ser. Bajo España no hay derecho. No hay derecho a hacer esto contigo. Ni con nadie.

Nos informan de que sigues en Ocaña. ¿No pretenderán encima impedirte un último adiós póstumo hoy o mañana? ¿Qué pasa? Es tal la extrema debilidad de este Estado que te mantiene en prisión a tus 71 años que, no conforme con ello se ensaña de esta manera quebrantando tu duelo y el de los tuyos. No tengo palabras. Y Patxi López hablándonos hoy, otra vez, de suelo ético... Ese suelo resbala y está sucio. Ese suelo esconde todo un subsuelo plagado de injusticia, venganza y crueldad como armas políticas.

Querido y admirado Pablo. El alcalde más afable y sonriente que he conocido. Que sepas que los que fuimos tus compañeros de singladura en Udalbiltza, y los que hoy en día han tomado el testigo de la institución nacional de Euskal Herria estamos ahí contigo y con tu familia. Y que las militantes de Sortu te tomamos como ejemplo de dignidad y de serenidad, trabajando cada día para construir un país soberano, justo, igualitario, euskaldun, solidario. Un país con el color de tu amplia sonrisa.

Me despido, Pablo, con el deseo de abrazarte pronto en libertad, en tus queridos prados del Gorbea. Fuerza, amigo Pablo. Maite zaitugu!

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