Jesús Cantero Gonzalbo

Quisiera ser civilizado como los animales

Hope Jahren, geoquímica: "Increíblemente, tenemos que aprender a producir menos comida, no más".

La autora del libro "El afán sin límite" sostiene que «todas las necesidades y el sufrimiento del mundo surgen de nuestra incapacidad de compartir, no de la incapacidad de la Tierra para producir»; y advierte de que el consumo desbocado del 10% de la población «ha influido en la expansión de la covid-19».

«Esto es un ejemplo de cómo el patrón de consumo que lleva al cambio climático tiene un efecto directo en catástrofes naturales o sanitarias que puedan surgir», pienso además que en la expansión, los hábitos alimentarios o sanitarios pueden haber incidido en el paso del virus de los animales a las personas. Parece ser que a esté virus lo vamos a vencer, pero si seguimos consumiendo a este ritmo, quien puede asegurarme que no pueda aparecer otro virus que no lo podamos vencer y desaparezcamos como especie animal que somos. Porque a decir verdad es que el planeta «Ama Lurra» se está defendiendo de nuestros desmanes.

Para hablar de consumo se ha investigado sobre los patrones concretos que han surgido y han variado durante sus cinco décadas de existencia. Se han catalogado y cruzado los datos que reflejan el aumento de la población, la intensificación de la agricultura y lo mucho que ha aumentado el consumo energético en este periodo. «Energías renovables si, pero así no».

Los verdes, la izquierda, la sociedad y la madre que lo parió, somos una especie de tontos útiles del capital, del dinero opaco y como no de los políticos... Con la derecha vino el impuesto al.sol, con la izquierda la apropiación del sol por la derecha... Curioso.
El mundo necesita recortar a la mitad el CO2 lanzado a la atmósfera en la próxima década para sortear lo peor de la crisis climática.

«La covid-19 tiene un componente que está estrechamente ligado al consumo y a los patrones de consumo. Por ejemplo, hace un año, antes de la crisis, el número de aviones que despegaban a diario en todo el mundo era el doble que diez años antes. Diez años es un periodo muy corto para un crecimiento tan increíblemente rápido. La covid-19 emergió como muchas enfermedades infecciosas en el pasado. Pero la posibilidad de viajar de Wuhan a Milán, de Milán a Nueva York, después Seúl y Tokio en un plazo de diez días, ni siquiera existía hace diez años».

Creo que «solo después de ver dónde estamos podemos preguntarnos oportunamente si es aquí donde queremos estar». Y en concreto, el lugar donde nos sitúa es tan irracional como que «el colosal consumo de alimentos y combustibles por parte de solo el 10% de la población está amenazando seriamente la capacidad de la Tierra de producir los productos básicos que el otro 90% necesita para vivir». Es un problema como el «más complejo y exclusivo de nuestra generación».

El doble de personas, el triple de producción y consumo

«La población se ha duplicado en los últimos 50 años, hay el doble de personas en el planeta, pero la producción de cereales y de carne se ha triplicado, la producción de azúcar se ha triplicado, el consumo de combustibles fósiles se ha triplicado y el consumo eléctrico se ha cuadruplicado. Entonces, la gente por lo general sabe que ha habido un cambio demográfico, pero lo que no sabe es que la cantidad de servicios, bienes, alimentos, energía que consumimos, las cosas que compramos y vendemos, han crecido mucho más de lo que ha aumentado la población. Pero lo que consumimos, lo que gastamos, lo que necesitamos, ha aumentado muchísimo más».

Los fenómenos migratorios no escapan a esta dinámica. «Las ciudades del mundo seguirán creciendo; en todos los continentes habitados, la gente está migrando de las zonas rurales a las ciudades. Incluso en lugares como Europa y Norteamérica, donde más del 80% de la población ya vive en las ciudades, la gente sigue migrando para alejarse del campo». Una de las consecuencias de la despoblación de las áreas rurales, paralela al crecimiento de la población, es que «hará falta más de todo en general, en particular en lo que se refiere al suministro de alimentos. Lo que nos obliga a preguntarnos: cuando todo el mundo se haya mudado a las ciudades ¿quién quedará para encargarse de las granjas? La respuesta es que casi nadie».

En el año 2100 podría haber 10.000 millones de personas en el planeta, pero no tengo claro hasta qué cifra puede el planeta aguantar un crecimiento exponencial como el que se está viviendo en las últimas décadas.

«Pregunto tenemos la respuesta a esa pregunta», «Las necesidades básicas en la vida son la vivienda, la alimentación, el agua. Creo que la verdadera pregunta es: ¿cuánta gente sobre la tierra puede vivir bien, con todas sus necesidades físicas colmadas y posibilidades de tener una buena salud?». En lo que no tengo dudas es en que el reparto de los recursos es la clave. «A día de hoy, incluso siendo más de 7.000 millones de habitantes en la Tierra, con la producción actual creo que podríamos alimentar a todos los habitantes. E incluso más», Una vez más, la clave está en la distribución: «Algunos tienen que consumir menos, pero hay otras partes del planeta en las que se necesita».

Lo tiramos todo a la basura

Por ejemplo, la cantidad total de cereales que se tira es similar al abastecimiento anual de cereales disponible en La India, y la cantidad de fruta y verdura que se pierde todos los años supera el abastecimiento anual de estos alimentos en todo el continente africano. «Cuanto más comemos, más desperdiciamos: en 1970, cada estadounidense desperdiciaba una tercera parte de medio kilo de comida a diario, de media. Hoy, la cifra ha ascendido a dos tercios. El 20% de lo que las familias estadounidenses mandan al vertedero a diario es, o era hasta hace muy poco, comida que se podría consumir perfectamente».


Una realidad que define como «una gran tragedia», ya que todos los días mil millones de personas pasan hambre, mientras otros mil millones echan a perder deliberadamente suficiente comida para alimentar a los primeros. «Vivimos en un momento en el que podemos comprar unas zapatillas de un almacén que está en la otra punta del planeta y recibirlas en nuestro domicilio en menos de 24 horas; que nadie me diga que la redistribución global de alimentos es inviable».


Todas las necesidades y todo el sufrimiento del mundo surgen de nuestra incapacidad de compartir, no de la incapacidad de la Tierra para producir:


El consumo de agua es otro de los temas de consecuencias negativas del mal uso y desperdicio de agua. «No estoy muy informado, por ejemplo, en Nafarroa se extrae agua subterránea para regar los cultivos quien me dice que este saqueo del agua producen los terremotos que se están padeciendo, porque la tierra se ha desplazado para cubrir lo que ahora es un hueco y que antes estaba lleno de agua. Realmente es una cuestión muy, muy importante. Se está utilizando muchísima agua para regar campos de golf o para alimentar a ganado en la industria cárnica. Hay cosas que podríamos hacer. Hay áreas concretas desde las que se podría reducir el uso antes de quedarnos sin agua potable. Va a ser una cuestión muy importante para los próximos cien años. Lo único que tendrá un impacto diferente según la región del mundo», «Debemos empezar a desintoxicarnos del consumo, ya que de lo contrario las cosas no mejorarán jamás».

Quiero trasmitir un mensaje de esperanza, porque veo todos los viernes al grupo de jóvenes del Fridays for Future reunirse, os invito acompañarles.

Sin obviar la realidad. Creo que al fin y al cabo, esta lucha se trata del planeta en el que vivimos, pero también de la comida que ponemos en nuestros platos, de los parques por los que paseamos, los coches que conducimos y al fin y al cabo es una historia, es la historia de nuestras vidas. Se trata de nuestro propio planeta. Pero más aún, se trata de nuestra propia vida.

Yo no estoy en contra del progreso, si existiera un buen consenso, errores no corrigen otros es lo que pienso. Yo quisiera ser civilizado como los animales. No hay planeta B.

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