Jesús Valencia

Radiografia y contrastes

Los turistas del crucero a los que Cuba salvó exhibían en rústicos cartones el emocionado mensaje que su gratitud les dictaba: «Cuba, te quiero».

La actual pandemia está haciendo radiografías certeras y marcando diferencias entre los sujetos auscultados. Mediaba marzo y el secretario general de la ONU evocó nuestra pertenencia a la misma especie: «Nuestra familia humana está abrumada; estamos ante una crisis que requiere solidaridad».

Aquel llamado a la cordura tenía un destinatario preferente que no se dio por enterado; Trump, tras aquella recomendación, ha estrechado el pescuezo de quienes intenta asfixiar; y son ya 37 los países a los que acosa. Movió hilos para que el FMI denegara a Venezuela e Irán los prestamos que habían solicitado; a este le acaba de imponer nuevas sanciones y prohíbe que 800 venezolanos atrapados en Norteamérica regresen a Caracas. Alineó a los sumisos presidentes del Prosur para que eludan coordinarse con Venezuela. Financia ataques mercenarios y –desatino de última hora– promueve la captura de 13 dirigentes venezolanos. 15 millones de recompensa por la cabeza de Maduro son precio de saldo; Bush ofreció cinco millones más por la de Saddam. Nueva balandronada gringa basada en la resolución sin pruebas que ha dictado William Barr, un antiguo agente de la CIA devenido en fiscal general.

Esta absurda crueldad en tiempos críticos se ha vuelto en su contra; ha provocado el desmarque de quienes, en otros momentos, apoyaron con incompresible facilidad sus desatinos. La alta comisionada de DDHH de la ONU, Michelle Bachelet ha pedido que se levanten las sanciones. Hasta la UE cuestionó el 23 de marzo la ofuscación norteamericana: «Hemos acordado apoyar la solicitud de Irán y Venezuela al FMI; ambos países se encuentran en una situación muy difícil debido, especialmente, a las sanciones estadounidenses»

Otros países, en estos tiempos cruciales, están demostrando una sensibilidad que los sitúa en las antípodas del yanki. China mantiene, de puertas adentro, un sistema de salud universal, pública y gratuita; de puertas afuera, se ha convertido en pista de despegue para los muchos aviones que reparten por el mundo auxilios médicos. Son ya 87 los países que tienen la mirada puesta en China, o para agradecer su ayuda o porque la están esperando. Venezuela, esquilmada al extremo por Norteamérica, garantiza a su población el reparto equitativo de los servicios sanitarios. Echando mano de sus escasos recursos, fue uno de los países que ayudó a China cuando la pandemia estalló en Wuhan. Gesto amigo que el embajador chino agradece y que su país corresponde: «A quien nos obsequie un vaso de agua, intentaremos devolverle una fuente».

La Cuba socialista, una vez más, está demostrando su talante internacionalista. 400.000 patriotas, durante muchos años y en diferentes circunstancias han recorrido el mundo sembrando a puñadas solidaridad; en este momento están haciendo lo mismo en 40 países. A pesar del bloqueo que sufre, la Isla se ha convertido en potencia médica que hoy ofrece el interferón a quien lo necesite y demande. Los turistas del crucero a los que Cuba salvó exhibían en rústicos cartones el emocionado mensaje que su gratitud les dictaba: «Cuba, te quiero». Contaminados con tanta basura mental que los medios occidentales descargan en nuestras mentes, descubrían atónitos la verdadera Cuba cuando eran trasladados desde el muelle de Mariel hasta el aeropuerto. Aquellas gentes honestas que les aplaudían eran el exponente de tantos héroes, conocidos o anónimos, que siguen practicando el internacionalismo. Ché les marcó la ruta en la carta testamento que escribió a sus hijos: apoyar a cualquier necesitado en cualquier lugar del mundo; Martí, antes que él, había cimentó la inminente independencia de la Isla en un pensamiento lapidario y vigente: «Patria es humanidad».

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