Marisa De Simón Caballero, José Antonio Mancho Romero, Luis Sánchez Cuadrado
En representación del Foro Mercedes Colas «Porota»

Recuperar la izquierda transformadora real

La deriva de la izquierda hacia el populismo abrió la puerta al populismo de derechas y ultraderechas y a sus más genuinas manifestaciones. La manipulación, la mentira, las estrategias de distracción obviando los problemas reales de la gente, el todo vale, los insultos, los mensajes vacuos, contradictorios, amenazantes o intimidatorios impregnan la vida política y mediática. Simultáneamente, se ha ido debilitando y transformando la izquierda alternativa al PSOE hacia una izquierda poco valiente, acomodada, que no se defiende ni define. Todo ello deviene en un deterioro institucional, y en el descrédito de la política.

En el populismo que trajeron quienes quisieron eliminar la lucha de clases sustituyendo el eje derecha-izquierda, trabajadores frente a dueños de los medios de producción, por el eslogan abajo-arriba, quien mejor se desenvuelve es la derecha y la extrema derecha que se encuentra en su medio de desarrollo.

Frente a un pretendido «populismo de izquierdas» que tendría que transitar desde el eslogan a la canalización de la indignación hacia la ruptura del sistema liberal, son las derechas quienes lo tienen más fácil. Solo tienen que liderar esa rabia percibida por un pueblo que se siente traicionado, ya que en absoluto se plantea la ruptura ni siquiera el cambio del sistema neoliberal y criminal que las sustenta.

Así, ese populismo vacuo que resta valor a los principios y las ideas fundamentándose en el eslogan y el culto a la persona se desinfla en cuanto aquel que lideraba a los de abajo se viene arriba, a un chalé en la sierra tras vituperar a quienes tenían una posesión semejante, y desciende a los infiernos cuando su feminista» delfín se sumerge en acusaciones de detestables y repugnantes acosos y agresiones machistas. No se puede pedir coherencia si no hay principios.

Pues bien, ante el bluf del suflé del populismo de izquierdas que incluso ha alimentado con un trasvase de indignados desnortados al populismo de la derecha y la extrema derecha, toca ahora luchar desde una izquierda transformadora real, seria, rigurosa, franca, valiente y sin complejos. Toca luchar por la igualdad frente a la desigualdad, la pobreza, el machismo y la homofobia, por la inclusión frente a la disfobia, por el acogimiento, la humanidad y la justicia social frente a la xenofobia, el racismo y la aporofobia. Toca, en última instancia, luchar frente a las limpiezas étnicas, los asesinatos, el genocidio y el exterminio que en el pasado y en el presente se han producido y producen en diferentes lugares del mundo.

Y para esto es imprescindible recuperar la izquierda con vocación de transformar el sistema económico, social y medioambiental. No serán, desde luego, quienes participan de un gobierno que aplica, aunque mínimamente suavizadas, las mismas políticas capitalistas y liberales de las que se nutren las derechas quienes lo venzan. Ni aquellos sindicatos adocenados y adormilados que a lo sumo defienden a sus afiliados en los convenios de empresa o sectoriales, pero se han olvidado de los trabajadores como clase. Tampoco, aunque desde su actividad y activismo elogiables, las ONG que pelean por sus objetivos concretos sin una mirada global. No obstante, no hay que despreciar a estas organizaciones y sus potenciales, sino participar en ellas para procurar una radicalización en sus reivindicaciones y métodos e intentar que sean más partícipes en la lucha a favor de la clase trabajadora.

Es imprescindible resituar la atención la clase trabajadora, en la mayoría social: Trabajadores y trabajadoras en activo, personas en paro, jubiladas, incluso aquellos que se dejaron llevar por cantos de sirenas que los situaban en una clase media inexistente a la que tampoco los capitalistas han tenido ni tendrán escrúpulo en exprimir cuando les parezca oportuno.

Frente al capitalismo ultraliberal y las derechas alimentadas y financiadas por este, que nos inocula el mirarnos el propio ombligo para separarnos y debilitarnos y que nos lleva incluso a culpar al compañero de los males que los capitalistas y su sistema nos infligen, es necesaria la solidaridad que beneficia al conjunto y a la persona, una solidaridad que nos haga recuperar la conciencia de clase y nos conduzca en la lucha tanto en los centros de trabajo como en las calles que también hemos de recuperar. En definitiva, hay que pelear contra sistema capitalista y quienes lo avalan y mantienen, luchando también contra sus nefastos efectos: explotación, pobreza, guerra, opresión, desigualdad...

A las fuerzas de la izquierda real les corresponde coordinarse, coordinarnos, huyendo de la hipocresía de quienes, aceptando el sistema instaurado, se presentan como izquierda transformadora con la boca pequeña. No sirve el manido mensaje de la defensa de la democracia, una democracia liberal que solo sirve a los ricos, que son precisamente los que azuzan a la ultraderecha contra los diferentes sectores de la clase trabajadora como un recurso más para afianzar su poder.

Y estando donde hoy estamos, para lograr todo esto es precisa una revolución cultural, necesitamos recuperar una izquierda que recoloque la hegemonía en los principios e ideales mediante una didáctica que los explique y los extienda, es, por tanto, imprescindible en este sentido, una izquierda no subordinada al partido socialista, una izquierda alternativa real y transformadora.

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