Iñaki Egaña
Historiador

Reflexión, voto y reconstrucción

Mañana se celebrarán con retraso respecto al adelanto previsto, pero con más de dos meses de antelación en relación al calendario electivo, las elecciones autonómicas para el Parlamento de Gasteiz, las que abrirán la XII legislatura de la Comunidad Autónoma. Votación en circunstancias excepcionales.

Causalidades del circuito o ese eterno ciclo que nos rodea en nuestro recorrido vital, hace cuatro años, en medio de una campaña sobre la incineradora de Zubieta, GuraSOS había convocado en ese verano de 2016 una marcha que resultó multitudinaria con el lema “Lo primero la salud”, recordando que, en el perímetro del vertedero, entonces en construcción, vivían entre las decenas de miles de adultos, 69.000 niños.

En ese mismo verano, la Ertzaintza continuaba su implacable persecución a los miembros de Gipuzkoa Zutik, reventando sus asambleas, identificando a sus activistas y, llegado el caso, moliéndolos a palos. En Madrid, Esteban Beltrán, director de Amnesty International, denunciaba como gravísimo el hecho de que España se negara sistemáticamente a investigar las denuncias de torturas.

Han pasado cuatro años y los hechos se reproducen con milimétrica exactitud, mientras la marmota sigue adormilada en su refugio, como si el tiempo se hubiera estancado. El juez que en más ocasiones ha sido reprendido por no investigar las torturas en España llegó a ministro, desde cuyo pedestal ejerce en la actualidad en un gobierno supuestamente de progreso.

El inicio de la década de 2020 ha sido frenético, con un confinamiento que ha afectado a más de la mitad de la humanidad. Señales apocalípticas, estados de alarma y excepción, cientos de miles de muertos, aquí y allá. El fantasma de las pandemias medievales ha acogotado tantos a las sociedades que transitamos hacia los hologramas sustitutivos de la realidad, como a aquellas que aún no conocen siquiera el chip digital.

En las doce primeras semanas del confinamiento cercano, la Ertzaintza y algunas policías locales multaron a 30.000 ciudadanos de la Comunidad Autónoma, realizaron 135.000 identificaciones y se llevaron detenidas a sus calabozos a 459 personas. Para comprender semejante ofensiva habría que señalar que los denunciados han sido uno de cada 68 mayores de edad, de los que tendrán la opción de votar mañana. Se trata de una razia en toda regla, amparada en la ley mordaza, aquella que los dirigentes políticos de la Policía Autónoma critican en público y aplican con diligencia y entusiasmo en privado.

A la notabilidad de esta noticia se añade el hecho de que, para mediados de mayo, un 4,5% de los agentes de la Ertzaintza habían dado positivo en las pruebas serológicas para detectar la covid-19. Tanta diligencia para multar y tanta laxitud en Arkaute. Tantas exigencias para el pueblo llano mientras diversos mandos, de esos que dicen dan ejemplo, entre ellos el comisario de Sestao de la Ertzaintza y el jefe de Emergencias de Osakidetza, de paseo por Castro en pleno confinamiento.

La sanidad también ha conocido los vaivenes de esa corrupción que nos niegan, pero que la percibimos cada día. Dimitió Jon Darpón, el consejero de Sanidad, con el escándalo de la filtración de los exámenes de Osakidetza. También concluyó el juicio, después de amenazas a los informantes, sobre la corrupción tejida por cobradores de la red alavesa de Alfredo de Miguel.

De igual manera, el lema de “Lo primero la salud” de 2016, a pesar de relatos interesados, sigue siendo el distintivo de estos últimos meses. En Zaldibar, en febrero, se produjo la catástrofe, culminación de un modelo que prima el negocio a las personas, que favorece a la especulación sobre la racionalización de la gestión de la vida comunitaria, incluidos los residuos. Cinco meses después, Alberto Sololuze y Joaquín Beltrán siguen desaparecidos, sus restos comprimidos entre toneladas de basura. La arrogancia del lehendakari de la CAV ante lo que consideró otro «habitual accidente laboral» fue paradigma de gestión nefasta.

A pesar de tragedias, corruptelas y pandemias, la salud ha continuado siendo un factor secundario para Lakua. El sector empresarial que dirige nuestros destinos, embozados en los actores de la marmota de esta última legislatura, estiraron el chicle posibilista para cumplir su adelanto electoral, hasta que la situación se les hizo insostenible. La Comunidad Autónoma Vasca se convirtió en el segundo territorio de Europa, por detrás de Bélgica, en víctimas mortales por la pandemia del coronavirus. Nuevamente la categorización de las víctimas, cuando no su ninguneo, sigue conformándose como una de las patas de un proyecto que suma cero.

La arrogancia y el cinismo han campeado, insistentemente, por un escenario en que la frivolización de la que han hecho gala algunos cabecillas del inmovilismo vasco ha sido insultante. Y me reafirmo en el vocablo «cinismo» porque el lema de su campaña electoral (“Zutik”) ha sido el que han hurtado al colectivo que ponía entonces, con el tema de la incineradora, la salud por encima del negocio.

Y ya están afilando nuevamente los dientes. Haciendo las cuentas de la lechera, con el apoyo de los lobbies empresariales y comunicacionales. Porque el pastel que se abre, a pesar de lo que pueda parecer, es gigantesco. Al igual que a la conclusión de los conflictos bélicos, la restauración del desastre se va a convertir en un gigantesco negocio del que saldrán reforzadas ciertas estructuras económicas, para surgir o perpetuarse nuevas elites y convertirse en hegemónicas. En vocabulario neoliberal, un tiempo «lleno de oportunidades».

Hay, sin embargo, otro tipo de oportunidades. Otro modelo que evite ese inmovilismo secuencial cuyas imágenes nos las conocemos de memoria. Nuestra tierra está plagada de demagogias, de promesas incumplidas, de espejos rotos, de sillones ajados por una clase política que se renueva para que nada cambie. Hay, sin embargo, posibilidades de cambio porque hay esperanza y mimbres para imaginarlo posible. Prest?

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