José María Pérez Bustero

Regando la propuesta de la mesa política

Con esa actitud, nuestros dirigentes y el resto de abertzales trataremos de explicar cada vez más adecuadamente los conceptos básicos que nos componen.

El pasado día 18 de este mes de abril supimos por la prensa que la Mesa Política de EH Bildu había propuesto como equipo de dirección de dicha entidad abertzale a ocho personas, citándolas con su nombre y apellidos, y definiéndolas como el mejor grupo «que puede dirigir a la izquierda soberanista».

Ante dicha propuesta, cabe anotar que esas personas que van a componer la dirección política no han sido propuestas desde las bases de EH Bildu por un motivo primordial: que en los tiempos de pandemia en que estamos no era posible hacer reuniones de gente abertzale por una y otra parte para que, tras largos análisis de temas y de personas, propusieran quién debía ejercer como coordinador general y quiénes debían ser directores de organización, de comunicación, de política general, de política institucional, de política municipal.

Desde luego son funciones de importancia básica para la dinámica abertzale. Y los citados dirigentes deben digerir desde el inicio que la izquierda abertzale surgió de la dinámica de la población vasco-navarra. Y que detrás de diferentes nombres (ANV, Euskal Herritarrok, Herri Batasuna, EH Bildu...), el hecho esencial era la actuación como organización amarrada a la gente y fecundada por ella. Las decisiones se tomaban desde la reflexión y aceptación de la población abertzale, y esta funcionaba como sujeto enriquecedor y enriquecido por su participación.
Precisamente dentro de esa dinámica, los movimientos abertzales han florecido en diferentes campos: han fomentado una nueva percepción del machismo con la consiguiente revaloración de la mujer; han avivado la conciencia obrera; han sembrado el sentido crítico hacia el gobierno central y sus caudales legislativos, judiciales, militares; y salen a la calle un día y otro poniendo delante el tema de los presos, protestando contra injusticias relevantes, o contra las actuaciones represivas.

Teniendo esa múltiple realidad delante, ¿qué se les puede pedir a los citados dirigentes de EH Bildu de cara a sus actuaciones venideras? Desde luego, que cada uno fecunde el campo que tiene asignado. Pero asimismo que, junto a sus reflexiones y decisiones a nivel individual y como grupo, tengan en cuenta que la gente abertzale vive, observa, piensa, siente... Y que acudan a ella. No por simple doctrina política, sino porque entre esa gente hay riqueza de opiniones y actitudes, que suponen el mejor alimento para un político abertzale.

De esa forma lograrán que su dinámica se renueve y siga reverdeciendo, y difunda sus valores en la sociedad. Es decir, que la gente abertzale en modo alguno se convierta en una tierra lleca. ¿Qué es una tierra lleca? La parte del campo sin labrar, sin roturar, y que por ello no da fruto.

Otro punto que subrayar y demandar a los citados dirigentes: que no se ceben una y otra vez en criticar a los llamados «adversarios políticos» de casa, como si fueran sus vigilantes. Por el contrario, que los tengan en cuenta. ¿Por qué? Porque tanto nosotros como ellos somos país vasco. Es decir, tenemos y pastamos en el mismo suelo. No considerarlos extraños, sino vecinos. No tener miedo a las diferencias. Nosotros, los abertzales, no somos perfectos, ni sabios en cada campo, ni tenemos un lenguaje ni una perspectiva superdotada. Simplemente caminamos sin tregua.

Con esa actitud, nuestros dirigentes y el resto de abertzales trataremos de explicar cada vez más adecuadamente los conceptos básicos que nos componen. Uno de ellos: que no pretendemos independizarnos de las gentes peninsulares, sino de los cabecillas del gobierno estatal, con su estructura policial, judicial y penal. Y exigirles que sean simples coordinadores. ¿Y a los dirigentes forales y municipales de casa? Les pediremos que se quiten la ropa y la pose de despacho, y que salgan y vivan y decidan en la calle.

Paralelamente, ¿qué diremos a las gentes peninsulares? Que son vecinos nuestros, y que somos conscientes de que han tenido un proceso paralelo al vasco-navarro, y han vivido bajo los mismos mandamases. Cuanto más nos vean como vecinos mejor entenderán y aceptarán lo que sentimos y pensamos.

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