Iñaki Urdanibia
Doctor en Filosofía

Ser y conciencia

Mantenía el otro aquello de que «no es la conciencia la que determina el ser, sino el ser el que determina la conciencia». No me detendré en el acierto o veracidad de tal afirmación, aunque sí que no cabe otra que dar por buena, al menos, su primera parte (no es la conciencia la que determina el ser).

Pongamos por caso que un tío más bien gordo, calvo, mofletudo se considera a sí mismo un ser esbelto, melenudo y de finos y afilados rasgos faciales; pues bien, no podríamos pensar otra cosa que quien tal visión sobre sí mismo mantiene sufre algún tipo de alucinación o su exceso de autoestima le conduce a delirar con respecto a su propia imagen, con su propia figura real, no la imaginada.

Pues bien, hace una semana en Foronda el máximo dirigente del PNV soltó una serie de perlas realmente sabrosonas y –según se mire– asombrosas. Dice el jelkide Andoni Ortuzar que la independencia «es una cuestión mental», en su concepción vascocentrista (chovinista hasta las entretelas, ya que con dichas afirmaciones parece dar a entender que los escoceses y catalanes, por lo visto, no se empanan) mantiene sin dudar que los vascos «ocupamos la vanguardia en el camino hacia el autogobierno, siendo la nación sin estado del mundo que más se parece a un estado». Ya en el calor de la campa y de los aplausos de los domesticados camperos, el vizcaino se campaneó disparándose complaciente en unas autorreferenciales elucubraciones solipsistas sobre el poder de la cabeza (muy en especial de la suya, y conste que no lo digo por el tamaño, sino por su enorme capacidad de elaborar discursos cercanos a la más honda mística propia de un maestro Eckhart) manteniendo que la mayoría social de este país, «al menos en nuestra cabeza, ya somos independientes» (que le den por rasca al mundo exterior) y que es «verdad que nos faltan cosas como el reconocimiento oficial de nuestra soberanía, pero del resto lo tenemos casi todo» (¡minucias! en esta sociedad globalizada…).

No hace falta haber leído a Freud, ni tampoco al padre Ripalda, para señalar como rasgo distintivo del pensamiento psicótico la aprehensión de la realidad fuera, precisamente, de cualquier principio de realidad (la propia concepción que el sujeto se hace de la realidad es tomada como la misma realidad exterior), o la propia del pensamiento fideísta que cree en lo que no ve… y desde luego si lo ve… es que alucina pepinillos o que se llama Pitita Ridruejo, pongamos por caso.

Pues bien, algo de todo esto puede observarse en la homilía del cabeza pensante del partido jeltzale. Quizá, dejando de lado cualquier afán de dramatizar, todo pueda reducirse a que la campa, con su entregada clientela, calentase la mui, sumado a lo cual el ambiente familiar, valor reivindicado con orgullo como propio del partido por algún otro de los predicadores del Alderdi Eguna, hace que entre cántico y cántico y trago y trago para acompañar a unos buenos caracoles, la boquita se caliente y las sandeces, ajenas al mundo, broten como por arte de ensalmo… ya se sabe, en familia, al calorcillo, y todos de acuerdo (ya que el que se mueva no sale en la foto); «ex abundantia enim cordis os loquitur» (pues eso, que cuando uno se deja conducir por el corazón, se caliente la boquita). Una duda resta, no obstante, y es que todas estas infundadas peroratas no fueron pronunciadas tras la comida, ya que entonces la explicación quedaría clara (los dichosos efluvios), sino antes de embestir las viandas y las jarras… y eso resulta ya algo más preocupante, quizá... no sé, además de que al menos Urkullu no bebe... no sé, no sé.

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